Del 23 de marzo al 14 de abril de 2019, la Basílica de San Celso de Milán acogerá la exposición Claritudo. Luz y transparencia, comisariada por Angela Madesani y Elisabetta Mero. Se expondrán obras de cinco artistas contemporáneos como Satoshi Hirose, Maria Lai, Jacopo Mazzonelli, Elisabeth Scherffig y Antonio Trotta.
La comisaria Angela Madesani escribe en el texto que acompaña a la exposición: "Claritudo, luminosidad transparente es el concepto rector de la exposición. Luz de conocimiento, de sabiduría, luz espiritual, que encuentra en el arte un vehículo de transmisión. La exposición fue concebida específicamente para el lugar, uno de los más importantes de la cristiandad milanesa, cuya fundación se remonta al siglo VIII d.C. La fachada actual se apartó de la original durante su reconstrucción por Luigi Canonica, conocido arquitecto suizo exponente del Neoclasicismo. Fachada que, no obstante, conserva algunos elementos originales. Detalles de escultura románica en los que uno parece reconocer ciertos momentos de aquella fantástica Edad Media tan minuciosamente estudiada por el historiador del arte lituano Jurgis Baltrusaitis.
San Celso es una basílica románica de planta longitudinal, con tres naves en proporción 1:2, sin crucero, un único ábside semicircular, puntuado interiormente en la base del semicatín por un friso continuo de arquillos, en el que las obras de los cinco artistas se ponen en diálogo con el espacio de la fe, como explica la ficha de la Superintendencia.
Ciò che non so es el título de un pequeño libro de Maria Lai (1919-2013) de 1984. Llega tres años después de Legarsi alla montagna (Atarse a la montaña), obra fundacional para la historia del arte contemporáneo, que desafía cualquier forma de retórica, trabajando el concepto de transformación a través de la ritualidad colectiva. Su libro bordado, con hilos que se convierten en materia táctil, signo y color, es un acto de humildad, una toma de conciencia del no saber, una antideclaración. En una entrevista realizada en 1993, el artista dijo de los libros: "Mis espacios se habían ampliado y proyectado cada vez más en la distancia, pero también había surgido una necesidad de intimidad en el diálogo con el usuario, como ya he mencionado. Así nacieron mis libros, que piden ser ’tocados’ además de mirados y cuyos hilos emergen como de lugares subterráneos. Las incertidumbres y enredos expresan mi tensión hacia otros espacios. Los de la mente y el espíritu.
De Antonio Trotta (1937) es el gran libro Filosofía, con el título escrito en caracteres griegos, en mármol bardiglio imperial. Es un libro que no se puede abrir y es la obra misma. Para el escultor, la materia es una cuestión de luz. Aquí la referencia es a la cultura, a la helenidad de la que es hijo un hombre del sur de Italia como Trotta. Al artista le gusta citar un pensamiento de Heidegger “que el Arte establece el lugar”, el lugar de origen de nuestra cultura, la acrópolis. Aquí, el conocimiento dialoga estrechamente con el lugar sagrado, el lugar dedicado a lo divino. Marco Senaldi escribió en un texto sobre el escultor italo-argentino que la escritura es para él una “tercera vía”, un camino que se hace evidente en la enigmática obra expuesta.
El cambio, el “in fieri”, la condición ineludible de la vida, es un momento fundacional de la investigación de Elisabeth Scherffig (1949). En el altar, frente a frente, hay dos esculturas suyas. Una es un molde de su cabeza cubierta de oro. Es la plenitud opuesta al vacío de la cabeza ligera y transparente de organza de seda y porcelana, hecha también a partir de un molde de su cabeza. Sobre el cráneo se dibuja un esbozo de vasos sanguíneos, por donde pasa la sangre vital, el pensamiento, que constituye la singularidad del ser humano. Es una forma de desnudar su procesualidad, de revelar sus mecanismos. Una pequeña piedra de oro colocada sobre una base de pizarra recuerda la Piedra Filosofal, objeto alquímico que, según la tradición, está dotado de poderes extraordinarios, es capaz de proporcionar un elixir de larga vida, hacer adquirir la omnisciencia y transformar los metales viles en oro, símbolo de la gloria terrestre y celeste.
Solo de Jacopo Mazzonelli (1983) es una obra sobre el hombre. El sonido de un violonchelo, en su registro agudo, acercándose al violín, suena como un llanto. El violonchelista abraza el instrumento y se hace uno con él. A través de la música, el ser humano es capaz de alcanzar otras atmósferas, con un proceso de transformación encaminado a superar nuestras limitaciones.
Puertas, puertas, indica acceso a nuevas dimensiones, incluidas las espirituales. La puerta no es sólo un elemento de separación, sino el soporte de un proceso, que tiene que ver con la naturaleza espiritual y misteriosa de la existencia. En Doors, la puerta es tripartita y el artista explica a este respecto: “La elección de tripartitar este objeto no es casual, de hecho hace referencia a dos elementos distintos que representan el núcleo conceptual de la operación. Por un lado, la música, donde tres elementos -en este caso tres notas musicales superpuestas- al ordenarse según reglas precisas de naturaleza acústica, forman un acorde; por otro, la alquimia, entendida no sólo como la transformación del metal en bruto en oro, sino como el proceso simbólico interior del trabajador -el alquimista”.
Como en Maria Lai, también en Satoshi Hirose (1963) la sacralidad de lo cotidiano está presente en la obra Star Dust (2000), de más de nueve metros de largo, que cuelga del techo y se inclina hacia el suelo. Es como una fina estela de masa, de pequeñas estrellas azules, un homenaje a la Columna Infinita de Constantin Brancusi. En el suelo de terracota de la iglesia hay más estrellas del color del cielo, un color que recuerda al lapislázuli de la pintura medieval y renacentista. La pasta en sus múltiples formas le fascina, le atrapa en su sencilla complejidad. Hirose opera una transformación lingüística de los materiales. En la pila bautismal coloca una piedra de río pintada con los colores del agua. Es la evocación de su origen, la memoria de la materia. Una esfera de cristal transparente se coloca en un nicho con un fresco románico. Consigue transmitir el espacio y modificarlo. Al artista japonés le gusta subrayar ciertas proximidades entre su cultura oriental y la occidental que la ha adoptado; es su deseo encontrar una matriz común de carácter existencial que, de vez en cuando, se adapte a los diferentes momentos, a las diferentes coyunturas en las que nos encontramos actuando".
Horario: De martes a viernes de 15.00 a 19.00 horas; sábados y domingos de 10.00 a 19.00 horas.
Entrada gratuita
Imagen: Obra de la exposición de Elisabeth Scherffig
Claritudo. Luz y transparencia: Maria Lai, Antonio Trotta y otros artistas contemporáneos expuestos en Milán |
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