Arianna Cordiviola lleva años creando interesantes obras con arcilla. Nació en Carrara en 1977, donde perfeccionó su sensibilidad artística en el Liceo Artístico Artemisia Gentileschi. Continuó su formación en la Academia de Bellas Artes de Carrara, donde se graduó con una tesis sobre la impresión japonesa, bajo la dirección de la profesora Giovanna Bombarda. El curso académico marcó el inicio de un viaje hacia la exploración de la materia, con especial atención a la arcilla y los materiales arcillosos. Desde aquellos años, Arianna Cordiviola ha desarrollado una predilección por las variedades más gruesas, semirefractarias y refractarias de la arcilla, con la adición de pigmentos de óxido o pigmentos completamente naturales, como expresión de la investigación sobre la materia y su transformación. En 2005 participó en la Bienal de estudiantes de la Academia de Bellas Artes de Carrara, una de las primeras ocasiones en que sus obras se expusieron al público. En los años siguientes, su trabajo se centró cada vez más en la experimentación, lo que le llevó en 2013 a crear su propio estudio y espacio expositivo en Sarzana. En esta entrevista, nos habla de su arte.
NC. ¿Qué estudios cursó y cómo influyeron en su práctica artística?
AC. Mis estudios han sido muy variados. Empecé con el bachillerato clásico porque tenía un gran interés por las humanidades y quería profundizar en ese aspecto del conocimiento. Luego opté por matricularme en la Academia de Bellas Artes, donde empecé a experimentar en serio, siguiendo una práctica que ya había emprendido por mi cuenta, el trabajo con materiales, en particular la arcilla. Este material se convirtió en un elemento central de mi trayectoria artística, y aún hoy lo utilizo. Creo que mi pasión por la arcilla tiene raíces profundas en mi infancia. Viví muchos años con mi abuela y allí, al no tener muchos juguetes, me pasaba el tiempo creando con lo que tenía a mano. Recuerdo que, cuando llovía, recogía barro de los charcos o de los recipientes exteriores y lo mezclaba con piedras trituradas o trozos de terracota para formar pequeñas creaciones que dejaba secar. Mi abuela, que era una persona humilde y sencilla, siempre me dejaba libertad para experimentar y esos momentos se han quedado conmigo. De ahí nació mi pasión por manipular materiales. Mi primer curso real relacionado con la cerámica fue cuando tenía unos 15 o 16 años. Fue el primer paso hacia lo que se convertiría en una trayectoria artística que sigo cultivando con pasión.
A lo largo de los años, ha profundizado en el uso de la arcilla y los materiales arcillosos crudos, semirefractarios y refractarios, a menudo mezclados con óxido o pigmentos naturales. ¿Qué le fascina de estos materiales?
Los materiales que utilizo, empezando por la arcilla, son sencillos y pobres, pero eso es lo que los hace tan especiales. En una época como la nuestra, dar valor a materiales que están fácilmente disponibles en la naturaleza da un significado añadido a la obra de arte, ya sea una escultura o un jarrón. Los materiales enriquecen la obra, nos dan un nuevo código de lectura e interpretación. Lo que me fascina es la idea de trabajar con arcillas recogidas directamente de la naturaleza. Hay muchos lugares, como viejas canteras abandonadas o lechos de ríos, donde la arcilla se asienta y se puede encontrar con una mirada atenta. Cada arcilla tiene su propia identidad, y me gusta la idea de contar el alma de esos lugares a través de las obras que hago. Cuando busco arcilla natural, me llevo conmigo la experiencia de descubrir el lugar. La obra terminada, además de ser el fruto de mi trabajo, se convierte en una especie de genius loci, la historia de un lugar concreto, con su paisaje y su geografía. El material que elijo encarna la historia de esos lugares, como si cada escultura o creación fuera una narración de la propia tierra de la que nace.
Sus obras se centran en la habilidad manual y en materiales tradicionales como la arcilla. ¿Dónde cree que termina el trabajo del artesano y empieza el del artista? ¿Cómo se entrelazan ambos papeles en su práctica?
En mi práctica hay un componente que percibo como fuertemente artesanal. Cuando trabajo principalmente en el torno, por ejemplo creando jarrones, experimento el proceso como una forma de meditación. Es un trabajo muy manual que requiere concentración y paciencia y me lleva a un estado de gran tranquilidad. Para mí, esta dimensión artesanal es una parte esencial de mi enfoque artístico y creativo. Junto a este aspecto, hay otro componente de mi trabajo que considero más escultórico. Las formas que creo son a menudo muy estilizadas, sintéticas y esenciales, casi puras, y se inspiran en formas naturales.
¿Hasta qué punto es importante para usted que el material que elige comunique a nivel sensorial, además de visual?
El tacto es una de las características fundamentales en mi investigación artística porque, aunque el primer impacto con una obra es visual, la vista es sólo el principio. Por supuesto, observamos y codificamos la obra a través de nuestros ojos, pero hay un momento en el que se produce una transición significativa que implica el tacto. Además de leer la obra con la vista, entra en juego el tacto, que nos permite percibir imperfecciones, detalles, variaciones en los materiales. Todos estos elementos, como las diferentes granulometrías o las intrusiones de roca o arena, generan diferentes sensaciones táctiles. Algunos materiales son suaves y sedosos, como ciertas arcillas, y acariciarlos es un placer que transmite una sensación de bienestar. Para mí, tocar los materiales es gratificante y también crea una profunda conexión a nivel emocional, podría decir que es una sensación de seguridad y confort.
Sus obras exploran la relación entre forma, material y naturaleza. ¿En qué se inspiró para crear las esculturas de semillas gigantes?
El diálogo surgió de una profunda conexión entre mi lado introspectivo y el relacionado con la naturaleza. Hace años sentí la necesidad de expresar una síntesis interior, una forma que fuera a la vez simbólica y sagrada, pero esencial. Encontré esta síntesis en formas sencillas y especialmente en la de las semillas. Recuerdo especialmente un viaje a Irlanda hace muchos años, durante el cual una semilla en particular me llamó la atención por su fascinante forma. A pesar de la impresión que me causó en aquel momento, no desarrollé la idea de un diseño artístico. Sólo con el tiempo aquella forma se convirtió en una escultura. Sólo cuando percibí que era la forma adecuada reanudé el trabajo. Así que empecé con dibujos, bocetos y más tarde hice pequeñas esculturas de semillas, cada una con formas ligeramente diferentes y más grandes. A partir de ahí comenzó una verdadera búsqueda, tanto material como formal, siempre inspirada en la naturaleza. Cada viaje se convierte para mí en una oportunidad de observar y captar nuevas formas en la naturaleza, es un proceso que sigo explorando y desarrollando.
¿Qué representan para usted las semillas? ¿Por qué suelen estar presentes en sus esculturas?
La semilla representa para mí un núcleo profundo, una conexión con algo primordial. Hay una fuerte conexión con el tema del nacimiento, porque conlleva un vasto simbolismo relacionado con las fases de la vida: nacimiento, muerte y renacimiento. Por tanto, esta ciclicidad tiene un significado profundo porque recuerda la transformación continua. La semilla es una forma que siento como un lugar interior, casi un no-lugar, y representa para mí una dimensión anímica. Es como si intentara dar forma tangible a un sentimiento profundo, ligado a lo más íntimo del ser humano. Aunque las obras tratan temas humanos, también están animadas por un sentido de lo sagrado. Mediante el proceso de simplificación de las formas, intento eliminar lo superfluo, para llegar a la esencia. En este proceso, la sustracción se convierte en enriquecimiento y la síntesis de las formas me conduce hacia una mayor esencialidad. El acto creativo es para mí una búsqueda continua del equilibrio entre la complejidad interior y la simplicidad formal, y cada obra es el resultado de este profundo diálogo.
¿Hay por tanto un mensaje sobre el tiempo en las obras que incluyen brotes?
Ciertamente tienen una función similar a la de las formas incubadoras, también porque como decíamos reflejan el aspecto de la espera. Me gusta pensar que con el tiempo este proceso de incubación conduce a una transformación, como si las semillas se rompieran y de esa escisión surgiera una nueva forma: una forma que tiene su propio camino, su propia naturaleza y su propia evolución y que luego vuelve a ser una semilla.
¿Cuántas horas de trabajo requieren sus obras?
La arcilla requiere un enfoque diferente al de otros materiales, principalmente debido a su naturaleza artesanal y artística. Por ejemplo, cuando se trabaja en el torno del alfarero, se pueden crear formas como jarrones o recipientes en un tiempo relativamente corto. Sin embargo, aunque el modelado sea rápido, el proceso completo sigue una línea temporal que no es lineal porque hay etapas que deben respetarse. La arcilla, por ejemplo, tiene su propio calendario: una vez modelada, tiene que pasar por varias etapas de secado, contracción y cocción. Requiere pausas y esperas entre cada paso. A diferencia de los materiales que permiten una continuidad en el trabajo, como la madera, la arcilla debe reposar y secarse lentamente para no estropearse. Hay que esperar a que pierda el agua para poder cocerla y sólo entonces puede tener lugar la cocción propiamente dicha, que puede realizarse en distintos tipos de hornos y a diferentes temperaturas. A pesar de estas fases de espera, la arcilla es maravillosa para trabajar por su plasticidad y maleabilidad, es mucho más fácil que materiales más duros como la piedra. Pero al mismo tiempo requiere cuidado y paciencia porque no se puede forzar ni deformar. Hay que seguir su proceso natural de transformación.
Para el futuro, ¿seguirá explorando el tema de las semillas o tiene también nuevos proyectos en mente?
En este momento siento la necesidad de abrir y evolucionar las formas centrales de mi trabajo, aunque creo que por ahora la arcilla, que siempre me ha dado tanto, sigue ofreciéndome la posibilidad de explorar nuevas vías. Es un material vivo que estimula la investigación continua y lenta, es un proceso que me sigue fascinando profundamente. Aunque me muevo en nuevas direcciones, de momento me atraen el ritmo lento y las transformaciones que este material me permite experimentar. En el futuro me gustaría ampliar este tipo de lenguaje, quizá explorando otros materiales. Por ahora, sigo abierta a todas las posibilidades que me ofrecen esta investigación y esta curiosidad.
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