La histórica revista FMR, fundada en 1982, volvió a publicarse en diciembre de 2021 tras un largo parón. Tras el primer año de la “nueva” FMR, hablamos con Laura Casalis, redactora jefe de la revista y compañera de trabajo y vida del fallecido Franco Maria Ricci, fundador de la estimada iniciativa editorial, para que nos cuente cómo es la nueva FMR y cómo ha ido este primer año de nuevas publicaciones.
FG. En primer lugar, ya que llevamos un año de publicación de la nueva RMF, me gustaría preguntarle si está satisfecha con los resultados, si ha alcanzado sus expectativas tras este primer año de publicación...
LC. Aunque resulte natural, no creo que sea acertado hacer la comparación con lo que fue la primera temporada de RMF: han pasado cuarenta años desde su lanzamiento, y el contexto era muy diferente; en 1982 el arranque fue fulminante, fue un éxito más allá de las expectativas más optimistas porque la idea era nueva, inédita. Suscitó multitud de comentarios entusiastas, que se tradujeron en una auténtica cosecha de suscripciones. Hoy, mi posible público tiene hábitos y adicciones impensables entonces, empezando por el uso que pueden hacer de las infinitas ofertas de la web. Se ha producido en este espacio de tiempo un cambio drástico en la percepción de lo que merece la pena ver impreso en papel. Para dar sentido a mi FMR, nacida en los años veinte, hay que ser exigente y riguroso en la elección de los contenidos, en primer lugar, pero también en la elección de la mejor calidad de papel, impresión y embalaje. Querer destacar, hacer algo que proclama audazmente ser para pocos, con un precio elevado y ofrecido principalmente por suscripción, son características que excluyen a los grandes números de la primera RMF, pero que la convierten en un indiscutible regalo de prestigio para hacerse a uno mismo y a los demás. ¿Estoy satisfecho? Sí, porque FMR gustó, los lectores de la época se alegraron de reencontrarla, otros, de generaciones más jóvenes, que se interesan por el arte, la belleza y las cosas bien hechas, la descubrieron y se enamoraron de ella. El público lector de FMR, por tanto, tiene mucho en común con el de antaño; no es, en promedio, un público de muy jóvenes, aunque, en comparación con la FMR de sus padres y abuelos, la nueva revista está más cerca de la actualidad, precisamente desde un punto de vista cronológico: de hecho, se interesa no sólo por los fenómenos artísticos del pasado lejano, sino también por los del pasado que nos es mucho más cercano y familiar, el arte de la segunda mitad del siglo XX y de principios de los años 2000 (a diferencia de la revista de Franco Maria Ricci, en la que el siglo XX interesaba sólo hasta la guerra). A mí, junto con un pequeño equipo de intelectuales, a los que se da a elegir temas, asuntos y colaboraciones, nos gusta hacer incursiones en fenómenos ocurridos, digamos, a lo largo de la vida, por tanto, aunque en pequeñas dosis, también en lo contemporáneo. Sin embargo, en su mayor parte, trato de dedicarme, apartándome lo menos posible de lo que hizo Franco Maria Ricci, al arte menos conocido, y luego a lo extraño, a lo inesperado, a fenómenos curiosos y olvidados. Le daré un ejemplo: Vittorio Zecchin, todo el mundo sabe que fue un diseñador de cristal de Murano muy talentoso y prolífico, mientras que poca gente conoce su breve pasado como pintor vinculado al Decó, a Viena, a las innovaciones de la Wiener Verkstätte, con referencias al murrino veneciano y sabores mitteleuropeos. Aquí, lo que me gusta es precisamente la caza en estos meandros del arte, de cosas que han permanecido latentes, a la vuelta de la esquina, olvidadas. Desde un punto de vista formal, como decía, FMR no es muy diferente de su predecesora, pero todo se ha vuelto tremendamente más caro (incluido el disparado coste de los envíos), y por tanto más complicado, por no hablar de que cualquiera con una curiosidad que saciar en el campo del arte puede contar con los infinitos medios que la web pone a su disposición. La web, un gran apoyo para nuestro trabajo, no deja de ser un engorroso competidor.
Era en cierto modo un sueño de Franco Maria Ricci reanudar la publicación tras la realización de Labyrinth, pero ¿cómo llegó a revivir la revista? ¿De dónde surgió la idea?
Franco vendió la editorial cuando cumplió setenta años: llevaba tiempo diciendo que cuando llegara a esa edad, para no arriesgarse a que ser editor fuera menos divertido y creativo, “cambiaría de trabajo”, dedicándose a algo completamente distinto, por ejemplo, a “crear el laberinto más grande del mundo” (cosa que hizo e inauguró en 2015). Para ello necesitaba tiempo y recursos. Así que vendió la editorial, buscó al que en aquel momento parecía el comprador ideal y la vendió, permaneciendo de todos modos un par de años como presidente. Poco había cambiado al principio, Ricci seguía marcando la línea editorial y la plantilla seguía siendo la misma. Al cabo de unos años, sin embargo, el grupo al que se había vendido FMR Spa tenía dificultades en otros frentes y vendió algunas de sus empresas rentables, entre ellas FMR Spa... que fue adquirida por un grupo con una filosofía y unas prioridades empresariales exquisitamente comerciales. Franco y yo, en desacuerdo con la nueva dirección, preferimos romper toda relación. Los nuevos propietarios (era 2002) siguieron su propio camino, fabricando productos muy diferentes y, curiosamente, tratando incluso de ocultar todo “rastro Franco Maria Ricci”. Franco observó desde lejos cómo se sumergían en sus nuevos proyectos y, por supuesto, lo lamentó. Poco a poco la empresa fue perdiendo terreno: durante el lento declive fue adquirida por otra empresa, y luego por otra más hasta que esta última quebró. Habíamos iniciado el proceso de recompra de lo que quedaba de FMR cuando, por desgracia, en 2020, Franco murió. Durante los últimos años de su vida, el sueño de Ricci fue revivir la revista; habíamos intentado, dada la imposibilidad en aquellos años de utilizar su nombre, encontrar otro pero nunca llegamos a uno que funcionara. Sólo unos meses después de la muerte de Ricci pude concretar la recuperación de la marca. ¡Ahora la revista podía tener el mismo nombre que aquel glorioso título que había tenido decenas de miles de lectores durante 20 años! De repente todo parecía más fácil y factible, también porque afortunadamente para mí puedo seguir contando con colaboraciones de larga data, muy importantes para mantener el sabor, la gracia y la elegancia de los años dorados. Las fuentes de ideas están por todas partes, exposiciones, lugares, colecciones, viajes; se busca, se indaga, otras navegan en el aire real o digital y sólo hay que atraparlas y llegar al fondo de ellas.
¿Cómo se seleccionan los temas?
Un poco como hicimos en la primera temporada. Entonces teníamos una plantilla de colaboradores mucho mayor que ahora, pero el mecanismo de búsqueda de ideas para temas y asuntos no cambia: lees un artículo, ves una exposición, alguien te informa desde América, alguien desde Londres, París, Madrid o América Latina. Le pondré un ejemplo: a raíz de una pequeña exposición celebrada recientemente en Londres sobre Freud y la botánica, nos apetecía abordar este curioso tema, lateral, si se quiere, a la gran y popular pintura de Freud. También llegaron tímidas sugerencias de los lectores; fluctuamos entre los descubrimientos y los enamoramientos: es lo bonito de esta profesión.
Durante la presentación de la nueva FMR, se dijo que ’la FMR no enseña historia del arte, sino que hace amar el arte formando el gusto, la capacidad de ver. Es una escuela para la mirada". Es un objetivo muy ambicioso. ¿Cómo puede lograrse?
Este era el proyecto de la primera FMR, el principal objetivo de Franco Maria Ricci. FMR apareció en una época en la que otras revistas de arte tendían a mostrar pequeñas imágenes, a menudo en blanco y negro, intercaladas con el texto, para privilegiar más bien el rostro del conservador, o de un propietario, o del anticuario. Franco quería tratar cada tema intentando abrir las puertas de par en par, mostrándolo en su conjunto y en sus partes, acercándose a él, revelando cada detalle. Hoy nos encontramos en un contexto en el que el arte también es diseccionado por los medios digitales, sin embargo, el papel impreso todavía puede ganar: llevando al lector de la mano para conducirlo allí donde hay emoción y belleza, y es a través de la elección de la presentación, de la elección de los detalles privilegiados, que se educa la mirada. Y luego, ofreciendo junto a la seducción de las imágenes la del texto, impreso en páginas de bello papel en nítida tipografía bodoniana.
Antes has dicho que gran parte del público es el que ya era aficionado a la RMF histórica. Pero si tuviera que indicar el público objetivo, el lector tipo, ¿quién es la persona que lee RMF? ¿Cuál es su público objetivo?
Muchos de los fans de RMF son adultos maduros, felices de que RMF haya vuelto, porque recuerdan cuando eran estudiantes de instituto o universidad y hacían sacrificios para comprarla. Así que, en parte, es un público al que le encantaba FMR cuando eran jóvenes. Los “nuevos” son gente a la que le gusta el arte, acomodada, que tiene tiempo y espacio en casa (las revistas para coleccionar como la nuestra exigen espacio en la biblioteca). Por eso el nuestro es un público con una media de edad mayor que la de muchas otras revistas. Son profesionales, empresarios; es un público muy transversal, es difícil catalogarlo. Saben apreciar el hilo soñador de las sugerencias y la pasión por el refinamiento; aquí, FMR es un conjunto de temas representados por bellas imágenes y textos refinados, que conviven en cada número en armonía unos con otros.
Se trata, sin embargo, de un público que sigue buscando la calidad.....
La busca y tiene las herramientas para apreciarla. No ocurre lo mismo con los grandes números...
¿Y qué diferencias hay con respecto a la revista histórica?
La nueva FMR se aventura en épocas histórico-artísticas cercanas a la actualidad, acogiendo fenómenos artísticos de nuestro tiempo, más que la primera, dirigida por Ricci, que no tenía gran pasión por lo contemporáneo. La suya era una revista muy personal: la imaginaba página a página, lo comprobaba todo, no se le escapaba nada. Franco Maria Ricci era un verdadero artesano, nunca ponía la mano en un teclado, aunque vivía en la era de los ordenadores, lo hacía todo a mano, indicaba los cortes de las fotos en la mesa de luz, de una en una, delegando luego en nosotros, los grafistas y la redacción, para que continuáramos el trabajo hasta la impresión. Un artesano sí, pero con grandes dotes empresariales. Era un hombre magnético capaz de suscitar la complicidad de muchos a su alrededor, cuando quería. Por ejemplo, la campaña que hizo para lanzar la FMR en América fue una locura. Por su cuenta, encontró patrocinios gigantescos, convocando a empresarios “made in Italy” con intereses en Estados Unidos. Una obra maestra, un golpe de genio del marketing.
Cuando trabajaban juntos, ¿cómo se repartían el trabajo?
La redacción solía estar formada por unas 20 personas divididas entre los que se ocupaban de los textos y los que se ocupaban de las imágenes. Mi tarea consistía en supervisar el coté de imágenes, por lo que trabajaba con los fotógrafos, los fotolitos y el impresor; realizaba la parte visual siguiendo las instrucciones de Ricci, pero no después de haberlas discutido con él, incluso acaloradamente. La parte escrita estaba en manos de otro grupo de personas que trabajaban con quienes aportaban las contribuciones textuales, historiadores del arte y escritores, y añadían esos breves textos que introducen cada artículo (y que son los que todo el mundo lee) y, por supuesto, inventaban los títulos. Para las ediciones en otros idiomas, llegamos a tener redacciones en París, Barcelona, Londres y Nueva York. Su trabajo se trasladaba a Milán para su maquetación e impresión.
Para terminar, volviendo a lo que se decía al principio sobre el hecho de que la web ha introducido efectivamente una revolución con respecto a cuando salió la revista histórica, en una sociedad en la que internet ha provocado las convulsiones que todos conocemos, pero sobre todo en la que la comunicación es ahora cada vez más rápida (lo vemos en las redes sociales), ¿cómo se habla de arte al público?
Buscando “golosinas”. Como ya he dicho, nada previsible ni exagerado, nunca artículos demasiado técnicos o frikis, y los cinco primeros números publicados dicen que lo estoy consiguiendo. Quiero que los artículos favorezcan siempre la narración para fascinar incluso a un público menos entendido, para informar sin aburrir, para formar parte del mundo del entretenimiento. Con temas seductores, con bellas firmas: ingredientes formidables, que hay que mezclar con gracia y sabiduría.
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