"El arte debe inquietar y dejarnos perplejos, de lo contrario no tiene sentido". Entrevista con Roberto Chiabrera


Entrevista con Roberto Chiabrera (Génova, 1970), uno de los artistas contemporáneos más interesantes del panorama artístico italiano, que propone un arte fuerte, visionario e inquietante.

Roberto Chiabrera (Génova, 1970) es, en nuestra opinión, uno de los artistas más interesantes del panorama italiano contemporáneo, y quizá demasiado infravalorado: el suyo es un arte fuera de lo común (al menos fuera de lo italiano, porque no tiene nada de italiano), que no deja indiferente a quien observa sus cuadros. Atormentado y fruto de una sensibilidad fuera de lo común, el arte de Roberto Chiabrera lo abarca todo y sus referencias van de la música a la literatura, de la pintura a la vida cotidiana. Nos habló directamente de algunas de sus obras e intentó profundizar en nuestra comprensión del arte en general. Entrevista realizada por Federico Giannini.

FG. Empecemos por su última exposición, “Hello there”, celebrada en la Galería Ricci de Carrara este verano.
RC. Fue una exposición en la que expuse cuadros figurativos, obras en las que intenté ser más libre, contar una parte de mí. Doy algunos ejemplos. En uno de estos cuadros, que titulé Química hawaiana, partí de la idea del miedo al tiburón, una fobia que siempre he tenido y que arrastro desde hace mucho tiempo. El protagonista de la obra es una persona que parece casi un extraterrestre, y que parece estar rezando, un poco a contraluz, y tiene, en el pecho y en el abdomen, órganos casi estilizados, que sin embargo son inventados, no corresponden a órganos reales. Las manos están en oración, separadas pero vueltas hacia el cielo, y la figura está sumergida en el agua hasta las caderas y rodeada de aletas de tiburón. Es como si de algún modo rezara para que estos animales sean inofensivos. Y detrás de él hay un paisaje insular catastrófico, con palmeras de una isla tropical, pero están distorsionadas, dobladas, negras, parecen casi quemadas, y en el cielo aparecen estos pájaros que se dispersan a contraluz, ya que son azules contra la base azul del cielo. No quise enmarcar el cuadro: aunque es lienzo, quise pintar un marco ovalado con adornos de flores hawaianas en los cuatro lados del lienzo. Y en la parte superior, hay una fecha que quise poner como fecha de inicio del cuadro, el 7 de julio de 2018: esto se debe a que quería dar una fecha precisa al acontecimiento, como si el protagonista fuera una especie de santo surgido del agua como un Cristo, capaz de vencer finalmente a los tiburones. Luego sigo trabajando en cuadros más pequeños, caricaturescos: en Hello There expuse uno en el que quería crear una escena un poco más enfermiza, inspirada en la música, que junto con el surf es una de mis dos grandes pasiones. Casi todas mis obras parten de la música: aunque estoy familiarizado con la escena del arte contemporáneo (e internet y las redes sociales me ayudan mucho en esto, con las que realmente se pueden visitar galerías de todo el mundo, y veo cientos, si no miles, de imágenes todo el tiempo), la música sigue siendo el principal punto de referencia para mí. En el cuadro, tenemos como protagonistas a unos campesinos que van a adorar a la figura pintada con spray que hay detrás. Se vuelven hacia esta especie de deidad: y me los imaginé maliciosos, malvados (tanto que van todos armados) simplemente porque también me los imaginé ignorantes. Hay ignorancia en la raíz de la maldad de esta gente. Otro cuadro importante para mí es Metal Boy, una vuelta más a mi pasión por el rock y la música metal. Aquí vemos a una persona que intenta arrojar al agua de la piscina una criatura que parece malvada, pero que en realidad quizá no lo sea, porque al final no tenemos claro dónde está el mal y dónde el bien: una sensación reforzada también por el hecho de que los personajes del fondo son casi indiferentes a la escena, son indiferentes a la violencia. Me gusta crear cosas que permanezcan en suspense, también porque al final... ¡tampoco están muy claras para mí!

Roberto Chiabrera, Química hawaiana (2018; óleo sobre lienzo, 195 x 230 cm)
Roberto Chiabrera, Química hawaiana (2018; óleo sobre lienzo, 195 x 230 cm)


Roberto Chiabrera trabaja en la química hawaiana
Roberto Chiabrera trabajando en Química hawaiana


Roberto Chiabrera, Sé agresivo cosechador (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 165 x 215 cm)
Roberto Chiabrera, Be aggressive harvester (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 165 x 215 cm)


Roberto Chiabrera, Metal Boy (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 167 x 230 cm)
Roberto Chiabrera, Metal Boy (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 167 x 230 cm)


Roberto Chiabrera trabajando en Metal Boy
Roberto Chiabrera trabajando en Metal Boy

Estas investigaciones, sin embargo, llegan después de una carrera que ha pasado por diferentes fases: su arte sufre transformaciones todo el tiempo....
Trabajo sobre todo... por periodos. En los dos últimos años, he estado trabajando en obras muy instintivas: debo decir que soy una persona bastante confusa, y las últimas obras no están muy pensadas. Antes, en cambio, trabajaba mucho en obras especialmente elaboradas, en “conceptos”, en el sentido de que un cuadro se componía de varios cuadros, que podían ser cinco o seis, casi siempre de pequeño formato. Eran historias cortas en las que siempre intentaba infundir esa espiritualidad que de alguna manera me acompaña, en las que intentaba hablar del mal y del bien. Por ejemplo, para tratar estos temas hace unos diez años creé una serie (en aquella época trabajaba en serie, y todos los cuadros se titulaban con el nombre de la serie, nunca daba títulos: ahora me centro más en obras individuales), titulada Projema, donde los protagonistas eran personas que intentaban rendir culto a algo o simplemente conocerse, y sus acciones iban acompañadas de historietas. Y siempre había una persona encargada de salvar al mundo de las ilusiones. Sin embargo, yo no sabía muy bien de quién había recibido el encargo: siempre era muy confuso, y me había imaginado la historia como la historia de un nuevo Jesús, como la historia de una nueva resurrección. Y, sin embargo, al mismo tiempo este personaje tenía un tiempo señalado para su misión de salvación, pero sin embargo fracasaba en su tarea. Pasé mucho tiempo buscando imágenes de curanderos, de ermitaños, de predicadores que pudieran guiarme en la representación de esta especie de sociedad cuyos miembros, al final, siempre iban en contra de esta persona que se suponía que debía salvarlos, y que al final era en cierto modo castigada. Eran cuadros muy elaborados, les dedicaba mucho tiempo, utilizaba una técnica al óleo muy meticulosa, cuidadosa con los colores, las sombras. Utilizaba lienzos de lino, colores muy caros. Más tarde experimenté casi una especie de rechazo de la técnica, porque ya no podía pintar obras muy detalladas. Así que busqué la aniquilación, busqué una especie de abstraccionismo con cuadros en los que me deshacía de toda esta pintura laboriosa y precisa. Y para mí fue una liberación: lo borré todo, empecé a utilizar los colores tal y como me venían, sin preocuparme por el resultado. Durante un tiempo, seguí con esta forma particular de abstraccionismo y luego busqué una forma más híbrida, como en la serie Visión, en la que partí del pensamiento de una persona que pierde el conocimiento, se levanta una mañana y empieza a vivir una vida diferente, una vida paralela. Una persona cogida por una forma de demencia, una especie de Alzheimer, y que empieza un día totalmente distinto al que era antes. Con las últimas obras, he vuelto de nuevo a un arte más figurativo, el que persigo ahora, pero que me parece más libre, más ejecutado en el momento, sin complicarme con medidas y detalles.

Roberto Chiabrera, serie Projema (2006; óleo sobre lienzo, 30 x 31 cm)
Roberto Chiabrera, serie Projema (2006; óleo sobre lienzo, 30 x 31 cm)


Roberto Chiabrera, serie Projema (2006; óleo sobre lienzo, 27 x 35 cm)
Roberto Chiabrera, serie Projema (2006; óleo sobre lienzo, 27 x 35 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 80 x 80 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 80 x 80 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 80 x 80 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 80 x 80 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 120 x 100 cm)


Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 100 x 80 cm)
Roberto Chiabrera, Visión (2016; óleo sobre lienzo, 100 x 80 cm)

Qué efectos ha tenido este curso en tu técnica? ¿Cómo trabajas ahora?
He vuelto a utilizar mucho color, algo que había dejado de lado durante un tiempo. También estoy utilizando acrílico y bases en spray, mientras que antes, como he dicho, utilizaba principalmente óleo. Me gustan los colores vivos: algunas motas naranjas, rosas y azules, que con el óleo no podía conseguir como con el spray. La información que recibo cuando trabajo en un cuadro me llega en cuanto empiezo a garabatear una imagen, pero luego todo cambia siempre en el proceso, los detalles entran y luego desaparecen, y mi técnica es bastante rápida también porque una vez que fijo una idea para mí es realmente esencial acabarla, terminarla lo antes posible. No puedo quedarme mucho tiempo en el trabajo, de hecho quiero darme prisa, tengo que trabajar rápido... Me considero perfeccionista, pero todo tiene que hacerse rápido: el mío es un proceso muy neurótico, y por eso tengo que actuar con rapidez. Y sobre todo me gustaría decir que el arte para mí es una necesidad. Siento la necesidad de tener que pintar y realizar... y quizá también por eso nunca he estado apegado a mis obras: hay algo que prefiero, pero nada me impide desprenderme de ello. Repito que el arte para mí es una necesidad, pero al mismo tiempo tengo que desprenderme de él: lo que hago tiene que desaparecer. Parece una exageración, pero para mí es así.

Volvamos a hablar de obras recientes. En Pietrasanta, este mismo año, expusiste una de tus últimas obras, Jimmy, en el Banco BPM. ¿Quién es Jimmy y cómo representa tu arte?
Aquí también hay una referencia a mi pasión por el surf. Aquí también encontramos un paisaje devastado, con los resultados de una explosión atómica, hay un componente grotesco (me viene a la mente la película Dr. Strangelove, pero también Apocalypse Now), y llamé al cuadro Jimmy porque así se llama el personaje que está surfeando, aunque no hay una razón precisa detrás de la elección del nombre, simplemente se me ocurrió llamarlo así. Detrás de él hay una catástrofe, el fin del mundo, pero lo supera simplemente haciendo surf con su amigo, un gatito. El significado de la obra y la forma en que es representativa de mi arte se resume en lo que está escrito debajo de los dos protagonistas, que dice “A Jimmy y a su amigo no les importa el final”. Lo que realmente pensé es que una pasión fuerte puede ganar a la tragedia: Jimmy no piensa realmente ’a quién le importa el fin del mundo’, no es indiferente a lo que ocurre detrás de él, sino que quiere aprovechar ese último momento para coger su ola".

Roberto Chiabrera, Jimmy (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 167 x 235 cm)
Roberto Chiabrera, Jimmy (2018; acrílico y óleo sobre lienzo, 167 x 235 cm)


Jimmy expone en el Banco BPM de Pietrasanta
Jimmy se expone en el Banco BPM de Pietrasanta

Retrocediendo un poco más en el tiempo, se ha dicho de tu proyecto 12 Horas que “nació de una experiencia dramática, de la agonía y la muerte”, y que fue un proyecto “en el que la pintura se convierte en una protesta contra el dolor y en un medio para reelaborarlo”. ¿Puede hablarnos con más detalle de ese proyecto y de lo que le dio origen?
No me resulta muy fácil hablar de esta exposición, porque en aquel momento había borrado todo lo que para mí era la figura: quería extirparme, aunque siempre estaba la figura en el proceso de pintar, en mi cabeza. 12 Horas era inherente a un suceso trágico de mi vida, que ahora he procesado. Las figuras que aparecían en los cuadros de la serie eran figuras casi anémicas, blancas, desechadas, algunas angulosas, geométricas, tendentes a lo construido, a la arquitectura, a la maquinaria, y otras redondas. Las formas angulosas representaban la maquinaria, la arquitectura. Las más suaves, redondeadas, en cambio, daban la idea de la suavidad y la fragilidad del cuerpo, pero también de la fragilidad de la humanidad y de nuestro pensamiento, además de representar la decadencia psicofísica. Y en ciertos pasajes estos rasgos se difuminaban. Todos eran lienzos monocromos, en tonos blancos, grises y negros, con el fondo del lienzo en blanco. Eran lienzos hechos casi de improviso, más razonados a nivel de boceto y luego fijados en el lienzo muy rápidamente. En esta serie quise hacer un esfuerzo por aceptar una realidad, intenté sentirme cómodo con todo lo que representaba, no hacerme problemas con la reacción que recibiría del público: con todo lo que hacía, tenía que sentirme cómodo. Y fue después de esta exposición cuando volví al arte figurativo.

Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 40 x 60 cm)
Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 40 x 60 cm)


Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 50 x 70 cm)
Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 50 x 70 cm)


Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 50 x 70 cm)
Roberto Chiabrera, 12 horas (2014; 50 x 70 cm)

Efectivamente, el suyo es un arte difícil, provocador y algo perturbador. ¿Hay alguna relación que su obra busque con el espectador?
Creo que no. Esta naturaleza trágica que intento exteriorizar no es fácil de aceptar para el público, también porque es algo muy íntimo, y a la vez inquietante. Creo que en Italia tenemos un poco de miedo, no nos atrevemos, no hay una investigación que nos empuje a probar algo diferente de lo que estamos acostumbrados a ver. Estamos un poco atascados en Italia: quizá tenemos demasiada historia, quizá nos hemos detenido en nuestro pasado, nos hemos dormido en el pasado, olvidando dar pasos importantes hacia delante, hacia una dirección que podría ser... cualquiera. Yo mismo no creo que haga un arte tan poderoso, pero al mismo tiempo comprendo que no es fácil, también porque a veces me resulta difícil presentar mis cuadros. Y siempre he sentido esta respuesta del público, también porque mi arte es algo que me implica. Pero me doy cuenta de que a veces también hay una tendencia a querer callar ciertos temas: a uno siempre le gustaría un arte que apacigüe.

Y por eso las referencias de su arte, tan fuerte y tan visionario, probablemente habría que buscarlas fuera de Italia. Personalmente, por ejemplo, te elegiría si tuviera que ilustrar una obra de William Burroughs, y entre tus figuras me parece ver a artistas como Bacon, Basquiat, Condo, Anna Boghiguian, pero también la cultura underground, una buena dosis de pop art... pero quiero preguntarte: ¿cuáles son tus referentes artísticos y culturales?
Me fijo en todo, almaceno y reelaboro todo. Hablando de Bacon, aquí delante tengo dos libros gigantes sobre su obra. Pero al final, cuando transfiero la aportación al lienzo, pienso que Bacon está lejos, aunque permanezca en mi mente. Esto también quiere decir que mis referencias son muy variadas y van más allá del arte. Por ejemplo, podría citar los libros de Bukowski, Kurt Vonnegut, que es una referencia importante para mí (su ironía tan amarga es un rasgo que me ha inspirado mucho), podría citar la música, desde el hardcore al punk pasando por el rock. La forma de arte que quizás mencionaría menos es la pintura, pero incluso aquí hay obras que aprecio. Un artista que me gusta mucho es Raymond Pettibon (por cierto, también dibuja surfistas). Luego me gusta mucho Michael Borremans aunque esté muy lejos de lo que yo hago, y del mismo modo aprecio a los que hacen una pintura muy instintiva, por ejemplo Tala Madani con sus contraluces hechos con spray y óleo, o Sanya Kantarovsky, autora de obras rápidas e incluso un poco enfermas, porque a menudo encontramos personajes al límite, como el hombre que puede estar en la cama observando a la niña de forma ambigua, o que coge la mano de un niño para llevarlo quién sabe dónde. Ciertamente, me considero alejado del arte conceptual: seamos claros, aprecio mucho el arte conceptual, pero no me encuentro en él. Y esto sobre todo en lo que se refiere a los nombres más conocidos, con la posible excepción de Urs Fischer, que está un poco más cerca de un arte un poco más punk. Pero los grandes nombres del arte contemporáneo, como Ai Weiwei, Damien Hirst, Jeff Koons, me dicen poco. Prefiero los cuadros de Alex Katz, me parecen maravillosos. Y más en general, me inspiro en la vida y en la música, siempre me siento cerca del universo más joven, me gusta el mundo del monopatín y del surf, por ejemplo. Aunque nunca dejo de echar un vistazo a todo. Uso mucho Instagram: me parece una forma útil de enterarme de todo lo que pasa en el mundo del arte y de las galerías.

¿Qué opina, en cambio, de la pintura italiana contemporánea? ¿Hay colegas cuyo trabajo admire o cuya obra le fascine?
En mi opinión, siempre estamos empantanados y no veo nada que me despierte sentimientos particulares. Podría mencionar a Alessandro Pessoli, pero tiene un enfoque muy americano del arte, o a un artista excelente como Thomas Braida. En Italia seguimos prestando demasiada atención a la figura, no hay más que ver los ganadores de todos los grandes concursos. Puede que sea cierto, pero no veo nada especialmente innovador. Quizá había más fermento hace unos años, ahora en cambio nos cuesta mucho soltarnos, no lo intentamos. En resumen, en mi opinión no hay nada que pueda agitar las cosas. Hay una tendencia a pintar la realidad que se vive, a pintar lo que se conoce. Hay una necesidad de salir, de hacer algo que uno no ha visto, que no existe. Entonces se puede caer a menudo en obras que pueden ser percibidas como feas, con la consecuencia de que el público, cuando las ve, piensa que está ante un arte “perturbador”... término que detesto, por cierto: pero en mi opinión es bueno que el arte sea perturbador, porque, según la etimología del término, significa que perturba la paz. Un campo de flores o un bodegón apenas estropean la quietud (o mejor dicho, me la estropean a mí, pero muchos otros que observan obras similares experimentan sensaciones agradables). El arte debe dejarnos perplejos, de lo contrario carece de sentido. Así es para mí.


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