Cómo el error guió a Cartier-Bresson en Italia. Entrevista con Clément Chéroux


La luz de lo inesperado: así es como el error guió a Cartier-Bresson en su viaje a Italia. Hablamos de ello en esta entrevista con el historiador de la fotografía Clément Chéroux, comisario de la exposición Henri Cartier-Bresson e Italia, en Rovigo, Palazzo Roverella.

La obra del célebre fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson está hecha de miradas, de instantes captados a destiempo o de errores cometidos en el momento oportuno. Sin duda, deriva de una conexión profunda y duradera con Italia, de una mirada atenta a las plazas, las calles y de una capacidad única para captar la esencia invisible de la vida cotidiana. Así es como Clément Chéroux, historiador de la fotografía y comisario de la exposición Henri Cartier-Bresson e Italia en el Palazzo Roverella de Rovigo, describe las fotografías que tiene ante sí con una pasión poco común. Las instantáneas italianas se convirtieron, durante nuestra conversación, en una oportunidad inestimable para explorar el significado simbólico y cultural de la obra de Cartier-Bresson, su conexión con los círculos surrealistas de París, la evolución de su estilo y la capacidad de sus imágenes para narrar no sólo Italia, sino la condición humana en su esquiva totalidad. He aquí lo que Clément Chéroux nos confió al margen de la inauguración de la exposición. La entrevista es de Francesca Gigli.

Ihei Kimura, Retrato de Henri Cartier-Bresson, 1954
Ihei Kimura, Retrato de Henri Cartier-Bresson, 1954

FG. Cartier-Bresson, que empezó pintando bajo la dirección de André Lhote, abrazó más tarde la fotografía, un cambio crucial influido por sus viajes y las culturas mediterránea y latina, en particular la italiana. ¿Cómo transformaron sus experiencias visuales y culturales, adquiridas durante estos viajes, su enfoque de la composición fotográfica? ¿Y cómo contribuyeron sus colaboraciones con revistas internacionales como Holiday o Vogue a dar forma y difundir su visión de Italia por todo el mundo a través de su mirada única ?



CC. En los años veinte, Cartier-Bresson recibió dos influencias fundamentales: la primera fue la de André Lhote y su Academia, donde aprendió las técnicas cubistas, desarrollando un profundo placer por las formas geométricas; la segunda, igualmente crucial, fue la influencia del Surrealismo, gracias a su cercanía a André Breton y otros exponentes de este movimiento. De ellos adquirió la importancia del azar y de la sorpresa, y fueron precisamente estas dos vertientes las que se mezclaron con sereno equilibrio en sus fotografías de los años treinta: por un lado, hay una rigurosa organización geométrica; por otro, siempre surge un elemento que perturba la imagen, creando tensión visual. Es esencial, por tanto, comprender cómo no puede haber un único “estilo” de Cartier-Bresson, sino que su forma de fotografiar evoluciona constantemente a lo largo de los cuarenta años que se dedicó a la fotografía, sus imágenes se transforman con el tiempo, conforman su propio mundo y podemos distinguir distintas fases en su producción, como ocurre con todo gran artista. En las fotografías tomadas durante su primer viaje a Italia en los años 30, por ejemplo, se percibe con más fuerza la influencia surrealista, por el contrario, en las imágenes de posguerra, tras la fundación de la agencia Magnum en 1947, vemos un mayor dominio y control de la composición, dejando menos protagonismo al azar. En cuanto a sus colaboraciones con revistas como Holiday y Vogue, por otra parte, Cartier-Bresson contribuyó sin duda a configurar la imagen de Italia en el mundo, ya que su mirada única, unida a su capacidad para captar la esencia de lugares y personas, permitió difundir una visión de un país en el que belleza, fealdad, misterio e imprevisibilidad coexisten armoniosamente como las dos almas del fotógrafo.

Sobre los círculos surrealistas que Cartier-Bresson frecuentaba en París, en particular las figuras de André Breton y René Crevel. ¿Cómo contribuyó esta influencia surrealista a modelar su estilo fotográfico y el concepto de “momento decisivo”?

Cartier-Bresson se introdujo en los círculos surrealistas a través de su amistad con el poeta René Crevel, y éste resultó ser un encuentro fundamental para su crecimiento artístico. Al frecuentar a los surrealistas, el fotógrafo absorbió un concepto clave que marcaría profundamente su obra: la importancia del azar, de lo inesperado, de lo imprevisto que surge en la realidad. Si en el taller de André Lhote había aprendido la disciplina del control formal y la precisión compositiva, en el movimiento surrealista aprendió a valorar los elementos aleatorios, los que escapan a la planificación de la mente. Creo que la grandeza de su fotografía reside precisamente en esta fusión de dos enfoques aparentemente opuestos en los que, por un lado, habita el dominio de la técnica y la composición y, por otro, la apertura al azar y al caos. En cada toma, Cartier-Bresson combinaba ese rigor geométrico con la irrupción del azar, dando lugar a una sutil tensión entre el orden y el caos en sus imágenes. De esta dinámica nació el concepto de “momento decisivo”, ese instante irrepetible en el que todos los elementos se alinean a la perfección, y en el que el fotógrafo debe estar preparado para captar la esencia de una escena y nada más. La influencia surrealista le enseñó a ver más allá de la realidad visible, a captar esos detalles inesperados que confieren a la fotografía un poder poético y narrativo único, y ese equilibrio constante entre control e improvisación se convirtió en la seña de identidad de su estilo, haciendo su obra inmortal y reconocible.

El primer viaje de Cartier-Bresson a Italia tuvo lugar durante un periodo de transición en su vida: ¿es posible que la sensación de sentirse “perdido” o “en busca de una dirección” enriqueciera su viaje creativo? ¿Hasta qué punto cree que es importante aceptar la incertidumbre en el proceso de redefinición del propio camino?

Sin duda, el primer viaje de Cartier-Bresson a Italia formó parte de un momento crucial de su vida marcado por una búsqueda personal y artística. Inicialmente quería ser pintor, pero descubrió la fotografía justo antes de este viaje, en el que se dedicó a hacer algunas fotos, casi como un turista más. Uno de los momentos culminantes fue la compra de su primera Leica en 1932, una cámara ligera y manejable que revolucionó su enfoque de la fotografía. Con esta herramienta, Cartier-Bresson desarrolló el concepto del “momento decisivo”, la convicción de que una fotografía debe captarse en un instante preciso, ni antes ni después. Tras experimentar con la nueva Leica en el sur de Francia, un viaje a Italia representó una oportunidad para aplicar concretamente su visión artística y la luz mediterránea, junto con las evocadoras atmósferas del país, se convirtieron en el contexto ideal para explorar su nuevo medio y perfeccionar sus tomas. La compacidad y practicidad de la Leica también le permitieron estar siempre listo para capturar el momento perfecto. Este instrumento discreto y ligero se convirtió en una extensión de su ojo, permitiéndole moverse con agilidad entre personas y lugares, sin perder de vista esos momentos únicos e irrepetibles que caracterizan muchas de sus obras. Hoy podría resultar muy fascinante reflexionar sobre cómo, durante ese periodo de transición y quizá de incertidumbre, su interacción con la Leica y su experiencia en Italia contribuyeron a dar forma a su poética fotográfica, basada en la inmediatez y la intuición visual.

Henri Cartier-Bresson, El águila, 1951 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Henri Cartier-Bresson, El águila, 1951 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Henri Cartier-Bresson, El águila, 1951 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Henri Cartier-Bresson, El águila, 1951 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos

Italia parece haber ejercido una profunda influencia en la carrera de Cartier-Bresson. ¿Cómo cree que la efervescencia de la vida italiana, en particular la que tiene lugar en las calles, modeló su desarrollo como fotógrafo y su amor por la fotografía callejera?

Un aspecto fundamental de la conexión de Cartier-Bresson con Italia es la vitalidad que impregnaba la vida callejera, un elemento que tuvo un impacto decisivo en su fotografía. Italia, al igual que otros países mediterráneos y latinos como España y México, es un lugar donde la vida cotidiana se desarrolla principalmente al aire libre, en plazas, callejones y calles. Sus fotografías de los años treinta, tomadas durante sus viajes por estos países, dan fe de su capacidad para captar la imprevisibilidad del flujo humano, donde la gente va y viene, creando un movimiento continuo que enriquece y transforma la escena fotográfica. A diferencia de otros fotógrafos de la época, que utilizaban engorrosas cámaras sobre trípodes y obligaban a sus sujetos a posar estáticamente, Cartier-Bresson, con su Leica, se movía ágilmente entre la gente, captando el espíritu de la vida en constante agitación. Su pequeña y manejable cámara le permitía ser discreto, casi invisible, a la vez que captaba escenas espontáneas y naturales. Y fue su nuevo enfoque fotográfico, caracterizado por la frenética actividad de las calles y la efervescencia de la vida urbana, lo que representó una ruptura con el pasado e inauguró una nueva era en la historia de la fotografía. Italia, con su riqueza de situaciones inesperadas y el pulso constante de la vida al aire libre, fue para Cartier-Bresson un lugar privilegiado para poner en práctica esta visión. El caos constante de las calles italianas, con la continua alternancia de personas y momentos, dio forma a un estilo fotográfico único, capaz de mezclar composición y espontaneidad, donde lo inesperado se convierte en parte integrante de la obra. Es precisamente esta efervescencia, este flujo continuo de vida, lo que ha contribuido a hacer de Cartier-Bresson uno de los maestros indiscutibles de la fotografía de calle.

Cartier-Bresson volvió a Italia con frecuencia hasta los años 70, no sólo por motivos profesionales, sino también para visitar museos y dedicarse al dibujo, inspirado por las obras de los grandes maestros del Renacimiento. ¿Cree que su interés por el arte renacentista influyó en su forma de componer imágenes fotográficas?

Un rasgo distintivo de Cartier-Bresson es su extraordinaria inteligencia situacional, la capacidad de llegar a un lugar y comprender inmediatamente cómo están organizadas las cosas, tanto visual como socialmente. Este talento se traduce en su capacidad para encontrar formas fotográficas que reflejen la esencia de su entorno.

Su interés por los grandes maestros del Renacimiento italiano ha influido sin duda en su manera de componer imágenes: la atención a la geometría, la armonía de las formas y la proporción, que son elementos fundamentales del arte renacentista, se encuentran también en sus fotografías, en las que la estructura de la imagen sigue un estricto equilibrio formal. Su afinidad con el arte renacentista le ha permitido trasladar a sus fotografías una visión compositiva en la que el orden y la estética clásica se funden con la inmediatez de la vida cotidiana. Italia, con su rico patrimonio artístico y la vitalidad de sus plazas, ofreció a Cartier-Bresson la oportunidad de ejercitar su ojo crítico y perfeccionar su técnica, haciendo de su fotografía un medio a través del cual explorar e inmortalizar la complejidad social y urbana de los lugares que amaba profundamente.

Cartier-Bresson realizó un reportaje para “Life” centrado en la importancia de las plazas italianas en la cultura urbana. ¿Cuál es el significado simbólico de las plazas en su obra y cómo reflejan la vida italiana de aquellos años?

Cartier-Bresson, con su reportaje para Life dedicado a las plazas italianas, captó un aspecto profundamente simbólico de la cultura urbana del país: las plazas como punto de apoyo de la vida social y comunitaria. Para Cartier-Bresson, la plaza italiana representaba no sólo un lugar físico, sino también un espacio de encuentro, interacción y narración colectiva, donde el dinamismo de la vida cotidiana se despliega en toda su riqueza. En su visión, la plaza era un escenario natural donde la gente se movía en un espectáculo espontáneo y continuo, encarnando el concepto de “momento decisivo” que definía su fotografía, en la que cada instante captado en las calles y plazas italianas era único e irrepetible, gracias a la vitalidad constante que caracterizaba a estos lugares: transeúntes que llegaban y partían, niños que jugaban, vendedores ambulantes, turistas y lugareños que se cruzaban en un flujo ininterrumpido. Para Cartier-Bresson, las plazas no eran meros decorados, sino verdaderos microcosmos de la sociedad, espejos de una cultura que celebraba la socialidad y la vida colectiva. Precisamente por eso, las suyas no son sólo imágenes que documentan, sino que exaltan la esencia de la vida italiana, hecha de encuentros, diálogos y momentos de calma. Es interesante, por ejemplo, observar cómo Cartier-Bresson supo captar perfectamente las diferencias entre la organización urbana y social europea y la estadounidense: en Europa, y en particular en Italia, todo gira en torno a la plaza, un lugar donde la gente se detiene, vive y se relaciona; por el contrario, en Estados Unidos, la movilidad es el centro de la organización urbana, todo se desarrolla a lo largo de Main Street, donde la gente no se detiene, sino que pasa de largo. Y Cartier-Bresson, con su aguda sensibilidad, supo representar estas diferencias a través de su fotografía, reflexionando profundamente sobre la importancia de la plaza como lugar de encuentro, de parada y de socialización, especialmente en Italia.

En vida del fotógrafo, nunca se publicó un volumen sobre sus viajes a Italia, a diferencia de lo que ocurrió en otros países, como Estados Unidos o la India. ¿Por qué cree que Italia pasó a un segundo plano en las publicaciones durante su carrera, a pesar de su importancia para el fotógrafo?

Es cierto que Cartier-Bresson fotografió mucho en Italia, a lo largo de un periodo que va de los años treinta a los setenta, e Italia es probablemente uno de los países en los que más imágenes tomó a lo largo de su carrera. Sin embargo, sigue siendo un enigma que nunca se haya publicado un volumen dedicado específicamente a este país, aunque sí ha habido libros sobre otros países como México, Estados Unidos o la India. Me resulta difícil comprender plenamente las razones de esta ausencia, pero podría ser que Cartier-Bresson acumulara fotografías de Italia de forma tan profunda que se sintiera abrumado por la inmensidad del material que había reunido. Tal vez, precisamente porque fotografió tanto de este país, fue incapaz de seleccionar y organizar las imágenes para una publicación, temiendo que la obra fuera demasiado extensa y compleja. O es posible que su conexión emocional con el país le llevara a posponer este proyecto, precisamente por su significado personal. En cualquier caso, es motivo de gran satisfacción que, con esta exposición, llenemos por fin lo que ha sido una importante laguna. Esta exposición representa, de hecho, la primera ocasión en que se celebra Italia como uno de los lugares centrales de la producción artística de Cartier-Bresson, devolviendo al público la inmensa riqueza e intensidad de su mirada sobre este país que tanto amó.

Henri Cartier-Bresson, Siena, 1953 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Henri Cartier-Bresson, Siena, 1953 © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Henri Cartier-Bresson, Italia (Pieyre de Mandiargues y Leonor Fini), 1933
Henri Cartier-Bresson, Italia (Pieyre de Mandiargues y Leonor Fini), 1933

A lo largo de su carrera, Cartier-Bresson realizó muy pocos autorretratos y rara vez se aventuró en la fotografía de desnudos. Sin embargo, estos temas parecen surgir casi exclusivamente durante su periodo italiano. ¿A qué cree que se debe esto y por qué trató tan raramente estos temas?

A lo largo de su carrera, Cartier-Bresson realizó muy pocos autorretratos y raras fotografías de desnudos, pero su primer viaje a Italia constituyó también una importante excepción. Fue durante este periodo, de hecho, cuando creó no sólo un autorretrato poco común, sino también varias fotografías de desnudos, como las tomadas en Trieste en 1933, en las que aparecen André Pieyre de Mandiargues y Leonor Fini sumergidos en el agua. Estas imágenes encarnan una extraordinaria sensación de libertad, símbolo de lo que Cartier-Bresson sintió durante su estancia. Este viaje fue para él un descubrimiento, no sólo de un nuevo país, sino también del pequeño instrumento que revolucionaría su enfoque fotográfico y le permitiría experimentar con gran espontaneidad. Libre de ataduras, se dedicó por completo a capturar imágenes sin ningún tipo de restricciones, disfrutando plenamente de esos meses italianos para explorar nuevas ideas, formas y perspectivas. La libertad creativa que experimentó durante este periodo le llevó a experimentar con temas y asuntos que luego trató con mucha menos frecuencia en el resto de su carrera.

Al contemplar su autorretrato italiano de 1932, me encontré reflexionando sobre mi creencia de que Cartier-Bresson no había llegado a Italia hasta 1933. ¿Podría confirmar, por tanto, la existencia de un error de datación sobre su estancia en este país? ¿Cómo lo descubrió?

Exactamente, al preparar esta exposición descubrimos un error de datación que nos llevó a revisar el periodo en el que Cartier-Bresson tomó algunas de sus primeras fotografías. Inicialmente, se pensaba que estas imágenes, incluido el autorretrato de los pies, habían sido tomadas en 1933. Sin embargo, al releer la correspondencia entre Cartier-Bresson y su amigo escritor André-Pierre de Mandiargues, así como las cartas intercambiadas con artistas italianos, nos dimos cuenta de que el viaje tuvo lugar en el verano de 1932. Este autorretrato de los pies es también una elección rara y significativa. Por un lado, representa el deseo de Cartier-Bresson de permanecer invisible, casi como si quisiera sacar su rostro del contexto fotográfico y dejar que la imagen hable por sí misma, mientras que, por otro, nos muestra al fotógrafo en un momento de profunda reflexión sobre su viaje: el foco no está puesto en sí mismo, sino en el gesto, el movimiento y el camino recorrido. Cartier-Bresson no quería ser el protagonista de sus obras, sino captar el mundo a través de su mirada, dejando que la imagen y el momento fueran el centro de atención.

En su ensayo “El error fotográfico”, describe el error como una oportunidad para el vagabundeo creativo. ¿Hasta qué punto este “vagabundeo” favorece una fotografía más auténtica y sorprendente que una producción codificada y estandarizada?

Como he mencionado antes, la influencia del surrealismo, que Cartier-Bresson absorbió frecuentando los círculos parisinos en torno a André Breton, desempeñó un papel crucial en su enfoque de la fotografía. Y así también el concepto de “error”, típico del surrealismo, se refleja en la práctica del vagabundeo urbano, de caminar sin un destino preciso, dejándose sorprender por lo inesperado. En este sentido, el error o lo inesperado no se ve como un obstáculo, sino que se convierte en una oportunidad creativa. Cartier-Bresson, en línea con esta filosofía, no intentaba planificar cada detalle de sus tomas, al contrario, se dejaba llevar por el azar de la vida, por encuentros fortuitos con personas o situaciones que no había previsto. Este “andar errante” le permitía captar imágenes auténticas, llenas de espontaneidad y originalidad, que nunca podrían haber surgido de una producción rígidamente codificada o estandarizada.

En su libro, también menciona que una imagen errante puede actuar como llave del conocimiento. ¿Podría explicar con más detalle cómo el error fotográfico puede facilitar nuestracomprensión del mundo o nuestra percepción? ¿Cometió alguna vez Cartier-Bresson uno de estos “errores”?

Creo que la cuestión del azar es crucial para comprender el enfoque fotográfico de Cartier-Bresson. El azar, como aprendió del movimiento surrealista, puede tener resultados tanto positivos como negativos: puede conducir a una fotografía exitosa o menos exitosa. Este elemento imprevisible está en el centro de su práctica fotográfica. Un ejemplo emblemático lo encontramos en una de las salas de la exposición Henri Cartier-Bresson e Italia, donde vemos una imagen que Cartier-Bresson tomó de un sacerdote cuando pasa por delante de una columna; en la imagen, sin embargo, aparece en primer plano una figura imprevista, desenfocada, que atraviesa la escena. Según los cánones tradicionales de la fotografía, esto se consideraría un error, una perturbación de la composición; sin embargo, Cartier-Bresson decidió conservar la imagen precisamente por este elemento inesperado. Reconoció que, a pesar de lo aleatorio de esa intervención, de la triangulación entre el sacerdote, la columna y la figura borrosa surgía algo visualmente interesante. Este episodio muestra cómo el error, para Cartier-Bresson, no era un simple defecto técnico, sino una oportunidad para descubrir nuevas posibilidades visuales.


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