By Anna de Fazio Siciliano | 20/03/2025 15:36
En Calban, Romaña, hay un luthier que recoge resina de los árboles. La recoge personalmente en Trentino para construir sus instrumentos más preciados, guitarras y violas italianas, a la antigua usanza. Él, Elvis Moro, no sólo utiliza resina, sino también colas animales, y una a una va colocando las cuerdas más delicadas para armar pieza a pieza sus instrumentos, mientras inmerso en un silencio irreal, necesario para su oficio, cultiva el don inusual de la lentitud.
Su única compañía es un gato que a veces se asoma a espiar a los raros transeúntes desde el balconcito que hay sobre la entrada de su casa-taller, situada en una estrecha callejuela del pequeño pueblo medieval de Calban. Es en casos como éste cuando podemos hablar de oficios que sobreviven, que resisten a las modas, a pesar de la velocidad de los tiempos modernos, hasta el punto de que incluso en una tierra como Romaña, que erróneamente sólo conocemos por su ruidosa y animada Riviera, hay quien se atreve a pasar la vida combinando la belleza con la música. En casos como éste, casi como por arte de magia, fragmentos dispersos de un universo cósmico se han vuelto a reunir para sumergirse en el taller de un luthier que, para construir sus instrumentos, balbucea extrañas fórmulas matemáticas y bizarros códigos cuánticos. Todo se mantiene en el secreto de la armonía universal.
En cuanto a las guitarras que compone, están hechas a medida: "el luthier mágico" toma literalmente las medidas de las manos de los músicos que le encargan la guitarra, los mismos que luego la harán vibrar en un concierto bajo el hechizo de sus cuerdas de seda. El tiempo que tarda en fabricar una guitarra es de unos seis meses, ya que requiere capacidad de anticipación para poder verla y luego tocarla y hacerla vibrar. Pero esa misma espera se ve pronto recompensada, porque la música que sale de esas cuerdas no tiene parangón.
En el taller de Calban, oí a Elvis Moro dar un giro de 180 grados e interpretar una canción reinterpretada por De André: parecía provenir de un coro de ángeles que bajaban a tocar, aunque sólo fuera por unos instantes, psychè, nuestra alma. En esa misma ocasión, para saber más, hablé con él al respecto. Por curiosidad de saber cómo surgió esta pasión que no heredó de su familia, cuánto tiempo lleva cultivándola, cómo ha conseguido vivir de ella, qué ha supuesto esta elección y, sobre todo, cómo construye, día a día, sus instrumentos, quiénes son los músicos que compran sus guitarras y violas.
"La música, un poco por diversión, un poco por casualidad, siempre ha formado parte de mi vida", dice Elvis Moro. "Debo admitir que la predisposición a dedicarme a la fabricación de violines no fue más que una consecuencia, el efecto prodigioso que el poder de la música desencadenó en mí. Entretanto, hay que decir que en realidad muchos fabricantes de violines, y yo por ejemplo, contrariamente a la creencia popular, no recibimos esta pasión como herencia, es algo que suele surgir espontáneamente, algo que no puede explicarse únicamente por un interés por la madera. Para encender una chispa de esta magnitud, para convertirla en una razón para vivir, no basta con una simple atracción. En cambio, lo que despierta, y lo que también ha producido en mí semejante transposición, es un amor desapasionado por la música, sea cual sea, desde la música clásica hasta los romances o danzas antiguas, o por piezas como Geordie, que Fabrizio De André reinterpretó maravillosamente y que yo toqué tímidamente el día que su redacción visitó mi taller. Así pues, es siempre el amor lo que me ha impulsado a elegir un camino de investigación alejado de la construcción contemporánea de violines, en favor de criterios de construcción musical más lejanos en el tiempo, de la segunda mitad del siglo XVIII en particular. Esta elección implicaba otras, el estudio sistemático, por ejemplo, de prácticas y disciplinas que difieren de las normas actuales. Es lo que he intentado documentar con el libro que he escrito y que se publicará próximamente, " Codice Universale, la Liuteria Ermetica tra XVI e XIX secolo" (Código universal, la lutería hermética entre los siglos XVI y XIX).
No basta con conocer elelemento madera, dice el luthier de Calban. Por el contrario, es necesario aprender y dominar al máximo materias como la alquimia, la metafísica, la geometría sagrada, la numerología y las diversas disciplinas matemáticas, materias que Elvis Moro cultiva a diario en su taller desde hace más de veinte años. Huelga decir que hoy en día todos estos conocimientos no se contemplan en absoluto y lo poco popular que es dedicarse a un oficio como el de luthier de instrumentos antiguos. Además, las guitarras que construye Elvis Moro, calibradas para una tensión ligera y por tanto equipadas con cuerdas de tripa, todas rigurosamente de la escuela italiana, forman parte de otras épocas, están diseñadas para el repertorio culto de otros tiempos, se fabrican, dice, "con procedimientos 'anticuados', con largos tiempos de construcción que repercuten inevitablemente en el coste final del instrumento, y esto hace que los únicos que puedan comprarlas sean concertistas o coleccionistas". Por poner algunos ejemplos, el mero procedimiento de preparación de las colas, recogido en textos antiguos desde el siglo XIV, requiere varios días de "cocción tenue". Lo mismo puede decirse de la cocción de las pinturas, que sólo pueden declararse listas tras semanas de organización y meses de curado. Todo ello conduce a una verdadera celebración de las prácticas antiguas, que son en definitiva las mismas que han hecho de nuestros luthiers italianos maestros indiscutibles de este arte milenario en todo el mundo".
La del luthier de Calban es una historia de belleza, habilidad, conocimiento y pasión que a veces, por pura casualidad, acaba encontrando el favor de aficionados y expertos, siempre en nombre de la benevolencia de las Musas.