By Redazione | 30/03/2025 16:51
Para comprender el apego de Lucca a su independencia, se podría empezar por la historia de Francesco Burlamacchi, político lucca nacido en 1498, que se convirtió en Gonfaloniere de la República de Lucca en 1533. Su proyecto político consistía en unir todos los estados de Toscana bajo una única federación republicana, tras una rebelión que debía expulsar a los Médicis de Florencia. Un estado inspirado en la confederación suiza. El plan, sin embargo, fue descubierto y Lucca estuvo al borde de la guerra con Florencia: al final, intervino para zanjar la disputa el emperador Carlos V, partidario de que Lucca no fuera anexionada por Florencia (un desenlace plausible si los florentinos hubieran ganado la guerra). Carlos V pidió a Lucca que le entregara a Burlamacchi por ser culpable de perturbar la paz entre los estados italianos: Lucca, para evitar roces con el emperador, entregó al gonfalonier que, juzgado en Milán por un tribunal imperial, fue condenado a muerte y ejecutado en 1548.
Hoy, la estatua de Burlamacchi se alza en el centro histórico de Lucca: la ciudad, y su provincia, están en el centro de una tierra que habla de independencia en cada piedra, en cada pueblo, en cada tradición. Esta tierra variada y fascinante lleva consigo la herencia de siglos de autonomía cultural, histórica y económica, que se refleja en su gente y en su territorio. Se respira en el aire. Las murallas de Lucca, extraordinario ejemplo de fortificación renacentista, son quizá el símbolo más claro de la independencia que siempre ha caracterizado a esta tierra y del espíritu de sus gentes. Construidas durante el Renacimiento para defender la ciudad, estas murallas nunca han sido derribadas, un caso único en Italia. Pasear por sus pasarelas es como caminar por la historia: cada paso nos recuerda cómo Lucca ha sabido proteger su libertad y su carácter. No sólo protección física, sino también un recordatorio constante del deseo de autodeterminación que ha caracterizado la historia de la ciudad.
De hecho, Lucca fue una república independiente durante más de seiscientos años, desde el siglo XII hasta 1799. "Libertas", es decir, "libertad", fue el lema de la República durante cuatrocientos años: una sola palabra, inestimable para esta tierra. Esta autonomía permitió a Lucca desarrollar su propia identidad cultural y política, distinta de las de otras ciudades toscanas, como Florencia o la cercana Massa, a menudo dominadas por poderosas familias o señoríos. Durante el periodo de la República, Lucca floreció económicamente gracias a la producción y el comercio de la seda, convirtiéndose en un pequeño pero poderoso estado, capaz de tejer importantes relaciones diplomáticas con las potencias de la época.
Cada piedra de Lucca, cada portal tallado habla de una ciudad que ha defendido con orgullo su independencia a lo largo de los siglos. Para captar este espíritu, basta con entrar en algunos de los museos de la ciudad: cada uno es una ventana que se abre a un pasado de autonomía, belleza y libertad. En el Palacio Mansi, no se entra simplemente en un museo: se cruza el umbral de un mundo donde arte, lujo y poder se entremezclan. Este palacio del siglo XVII, antaño hogar de una acaudalada familia de mercaderes, conserva el legado de una época en la que la burguesía de Lucca dominaba las rutas comerciales, transformando sus fortunas en obras maestras artísticas y una sofisticada visión del mundo. Entre los relucientes tapices, que parecen mecerse con el aliento de la historia, y las pinturas de grandes maestros como Pontormo, Bronzino, Jacopo Vignali, Guido Reni, Gioacchino Assereto Salvator Rosa, Luca Giordano, Pietro Paolini, Denis Calvaert y Pompeo Batoni, se percibe el orgullo de una ciudad que también supo afirmar su autonomía económica. El Palacio Mansi no es sólo una celebración de la riqueza: es el símbolo de una Lucca que, aunque pequeña, supo mirar lejos, eligiendo siempre la libertad como guía.
Si el Palacio Mansi representa el rostro de la Lucca opulenta y segura de sí misma, Villa Guinigi, hoy sede del Museo Nacional del mismo nombre, cuenta una historia más compleja, vinculada a los acontecimientos políticos que barrieron la ciudad a lo largo de los siglos. Esta villa, residencia del poderoso Paolo Guinigi, señor de Lucca a principios del siglo XV, se encuentra justo fuera del primer círculo de las murallas de la ciudad, aquellas que más tarde fueron superadas por las murallas renacentistas que aún hoy rodean la ciudad. Al entrar en Villa Guinigi, uno es recibido por una colección de arte que abarca siglos, desde objetos romanos hasta obras renacentistas y más allá: piezas de Berlinghiero Berlinghieri, Tino di Camaino, Spinello Aretino, Jacopo della Quercia, Fra' Bartolomeo, Amico Aspertini, Giorgio Vasari hasta los maestros de los siglos XVII y XVIII de Lucca como el ya mencionado Pietro Paolini y Pompeo Batoni (aquí se conservan algunas de las principales obras maestras de Batoni). Además, las obras de Matteo Civitali y las esculturas medievales hablan de una espiritualidad que se expresaba a través del arte. Luego está el Museo del Risorgimento, un lugar donde la idea de independencia se extiende a toda la nación. Este pequeño pero precioso museo, situado en las salas del Palacio Ducal que dan al Cortile degli Svizzeri, es un homenaje a quienes, desde las calles y casas de Lucca, contribuyeron al sueño de launificación de Italia. Sus colecciones de documentos, armas, uniformes y cartas transportan al visitante al corazón de una época en la que la libertad aún no era un derecho adquirido, sino una conquista que había que obtener con valor y sacrificio: testimonios de vidas rotas y esperanzas ardientes, que nos recuerdan lo preciosa que es la libertad.
La cultura de Lucca es otro bastión de su independencia. La música, por ejemplo, tiene profundas raíces en esta tierra, que vio nacer a un compositor de fama mundial como Giacomo Puccini. Su obra, aunque reconocida y amada internacionalmente, está profundamente arraigada en las tradiciones y paisajes de Lucca. El propio Puccini encontró inspiración en los lugares de su infancia, como Torre del Lago, donde hoy se celebra un festival dedicado a sus óperas.
A continuación, dejaremos la ciudad para adentrarnos en la provincia, desde las imponentes cumbres de los Alpes Apuanos hasta las tranquilas playas de Versilia, pasando por los pueblos encaramados de Garfagnana y la fértil campiña de la Piana di Lucca. En Garfagnana, el aislamiento geográfico ha contribuido a preservar tradiciones y dialectos que se han perdido en otros lugares. Aquí, el espíritu de independencia de los habitantes se manifiesta en la resistencia de las comunidades a dejarse avasallar por la modernidad, manteniendo una relación auténtica con la tierra y el pasado. Las tradiciones culinarias de las montañas lucchese también forman parte de esta historia: plato tras plato, se descubre una cocina que pone el acento en los productos locales, como el aceite de oliva virgen extra de las colinas de Lucca, la espelta de la Garfagnana, las castañas, verdadero recurso de las montañas que sustenta a los habitantes de esta tierra desde hace siglos, y el buccellato, un pastel sencillo pero de rico sabor. Estos elementos no sólo expresan un vínculo con la tierra, sino también la capacidad de adaptarse y prosperar con lo que la tierra ofrece.
En Garfagnana, en Castelnuovo, la Rocca Ariostesca se alza como un centinela del tiempo, quizá el símbolo más claro del carácter de esta tierra. Este castillo, que en su día albergó a Ludovico Ariosto, que fue gobernador de Garfagnana, alberga un museo que cuenta la historia del lugar, de Garfagnana, el alto valle del Serchio, que siempre ha defendido con fuerza su cultura. En el Media Valle, en Barga, un pueblo que parece suspendido entre el cielo y la tierra, se camina en medio de un pasado que nos ha llegado de una época en la que esta tierra era una encrucijada de culturas, mientras que las obras de arte y los documentos históricos (merece la pena visitar la casa de Giovanni Pascoli en la aldea de Castelvecchio, hoy convertida en museo) hablan de un pueblo que ha sabido prosperar gracias a su capacidad de adaptación sin perder nunca el amor por sus raíces. La catedral de San Cristoforo, que domina el pueblo, es el símbolo de este orgullo. Con su sobria fachada y su espectacular vista sobre el valle del Serchio, representa no sólo un lugar de culto, sino también un baluarte de la comunidad.
Sin embargo, no se puede pasar por alto Coreglia Antelminelli, el "pueblo de las estatuillas": fue aquí donde se desarrolló el arte de los figurinistas, hábiles artesanos que crearon una tradición secular de producción de estatuillas de yeso, exportadas a todo el mundo. Este pequeño pueblo de montaña representa el ingenio de una comunidad que, aunque aislada, supo transformar su arte en un pasaporte al mundo: los artesanos de Coreglia salieron del valle del Serchio para exportar sus creaciones a todo el mundo, especialmente a América. El Museo della Figurina di Gesso (Museo de la Figurilla de Tiza) es una visita obligada, donde se puede comprender cómo el trabajo y la creatividad permitieron a Coreglia escribir su propio capítulo de la historia.
Versilia, por su parte, ha sabido transformar su vocación marítima en una oportunidad económica, construyendo su propia autonomía en el sector turístico y cultural. No se puede hablar de la provincia de Lucca sin mencionar Pietrasanta, una ciudad que siempre ha dado gran importancia al arte. El Museo dei Bozzetti, con su extraordinaria colección de maquetas de esculturas, celebra la tradición de una tierra que ha sabido transformar sus montañas en obras inmortales. Pietrasanta no es sólo un pueblo: es un taller al aire libre, un lugar donde la creatividad se renueva cada día. Además, el Carnaval de Viareggio no sólo es uno de los acontecimientos más famosos de la ciudad situada a orillas del mar Tirreno, sino también una de sus más poderosas expresiones de independencia. A través de la sátira (no hay que olvidar que muy cerca, en Forte dei Marmi, se concede el premio italiano más importante de sátira) y de las creaciones de alta artesanía de los carristi, el Carnaval da voz a un pueblo que nunca ha dejado de reír, ni siquiera en los momentos más difíciles. Las carrozas, con su complejidad técnica y su mensaje crítico, son la prueba de que la independencia intelectual y creativa es una fuerza disruptiva. En el contexto del Carnaval, la independencia se manifiesta como libertad de pensamiento, como capacidad de mirar el mundo con ojos críticos y de convertir los problemas en arte. Se trata de un mensaje universal arraigado en una tradición local, que muestra cómo Viareggio siempre ha sido un lugar capaz de pensar con originalidad.
Pero toda la provincia ha sabido siempre convertir cada oportunidad en una oportunidad, y hoy es una de las más pujantes económicamente del centro de Italia: las pequeñas y medianas empresas locales, muchas de ellas familiares, son el corazón palpitante de la economía de Lucca. Desde la industria papelera, que ha convertido a Lucca en uno de los principales polos industriales de Europa, hasta la artesanía, todas las actividades reflejan la capacidad de la zona para innovar sin traicionar sus raíces. El turismo es también un ejemplo de cómo Lucca ha sabido combinar la valorización de su patrimonio histórico y cultural con la modernidad. La ciudad atrae a miles de visitantes cada año, gracias a eventos como Lucca Comics & Games, que ha transformado un festival local en un acontecimiento internacional, manteniendo al mismo tiempo fuertes lazos con la comunidad.
Sin embargo, lo que hace única a Lucca y su provincia es su capacidad para mantenerse fiel a sí misma a pesar de los cambios históricos y las presiones externas. Esta capacidad es visible no sólo en la conservación de sus monumentos, sino también en el espíritu de sus gentes. La comunidad lucchese es conocida por su orgullo y determinación para mantener vivos sus valores y tradiciones. La idea de libertad e independencia no es sólo un rasgo histórico o cultural, sino una filosofía de vida que se manifiesta en el modo en que la gente vive su día a día. Desde su compromiso con la sostenibilidad medioambiental hasta la valoración de su patrimonio artístico, los habitantes de Lucca, Versilia, Garfagnana y las colinas han hecho de su amor por la independencia una fuerza motriz.