By Redazione | 25/11/2024 12:35
Un viaje por una tierra donde la historia ha moldeado cada piedra, cada torre, cada pueblo, en el corazón de Romaña y, en particular, de la Romaña toscana. Elinterior de Romaña está marcado por la presencia de varias fortalezas de los Medici: en la época del Renacimiento, de hecho, parte de Romaña estaba bajo el dominio de los Medici, y en general toda la región fue objeto de batallas y disputas, ya que su posición era decididamente importante desde el punto de vista estratégico. Por ello, se puede seguir un itinerario entre obras maestras de la ingeniería militar y paisajes que parecen salidos directamente de una pintura renacentista. Esta región cuenta historias de fronteras disputadas y de una Florencia en expansión, gobernada por los Médicis. Desde el siglo XV hasta 1923, Romaña fue una encrucijada de culturas, estrategias e innovaciones arquitectónicas. Más concretamente, la Romaña toscana, en la vertiente adriática de los Apeninos tosco-romañoles, es una zona salpicada de fortalezas y torres que antaño controlaban rutas de comunicación cruciales que conectaban Florencia con el norte de Italia.
En 1403, cuando los territorios florentinos de Romaña habían adquirido fisonomía propia, Florencia designó Castrocaro como capital y denominó a los territorios Provinciae Florentinae in partibus Romandiolae. También hay una ciudad fundacional: se trata de Terra del Sole, fundada en 1564 cerca de Castrocaro, a sólo 6 km de Forlì. Esta obra maestra de la ingeniería renacentista fue creada para garantizar un estricto control de la región, concentrando los poderes jurisdiccionales en manos de un funcionario de la confianza de Cosme I de Médicis. El itinerario entre las fortalezas de Romaña incluye también las Fortalezas de Forlì y Forlimpopoli, vinculadas a la figura de Caterina Sforza, que se casó en terceras nupcias con Giovanni de' Medici, sobrino de Lorenzo el Magnífico. Para la Rocca di Ravaldino, Caterina Sforza encargó importantes ampliaciones, confiándolas al arquitecto florentino Mastro Giorgio Fiorentino, conocido por su experiencia en el diseño de fortalezas.
Las fortalezas de los Médicis no son sólo obras de ingeniería: son testigos del dominio florentino, de su deseo de control y de su capacidad para construir estructuras que resistieran al tiempo y a las invasiones. Cada etapa de este itinerario nos recuerda el papel crucial de las fortificaciones en la historia de la Romaña toscana. No sólo instrumentos de defensa, estas obras representan el poder y la cultura de una época que hizo de la ingeniería y la arquitectura un lenguaje universal. Un itinerario fascinante, un viaje a través de la historia, una experiencia que combina la belleza del paisaje de los Apeninos con el descubrimiento de un patrimonio cultural único. Cada pueblo, cada fortaleza, cada piedra cuenta una historia de conquista, defensa e ingenio. He aquí las diez etapas del viaje.
Premilcuore, situado cerca de la frontera con Toscana, es un pueblo cuyos orígenes son poco conocidos, envueltos en leyendas y perdidos a lo largo de milenios: vestigios del Eneolítico, hallazgos umbro-etruscos y restos de época tardorromana atestiguan su antigüedad. Su historia documentada comienza con la dominación florentina en 1375, un periodo marcado por acontecimientos tumultuosos, como la ocupación por Filippo Maria Visconti y el breve reinado de Catalina Sforza, que se refugió en Premilcuore en 1494-1496 para defenderse del ataque de César Borgia. El punto de inflexión llegó en 1504, cuando una traición del castellano entregó la villa a los florentinos, consolidando su pertenencia a Florencia. Tras siglos de vicisitudes políticas, Premilcuore pasó oficialmente de la provincia de Florencia a la de Forlì a principios del siglo XX. Este turbulento pasado está grabado en las piedras de su pueblo amurallado, al que antaño sólo se podía acceder a través de dos puertas: la Porta di Sotto, hoy demolida, y la Porta Fiorentina, que ha resistido el paso del tiempo a pesar de algunas obras de restauración. En el interior, la antigua Rocca domina el panorama, evocando las luchas y los poderes que se disputaron estas tierras.
No lejos del pueblo se alza la Pieve di San Martino in Alpe, obra maestra medieval remodelada en 1526. Esta iglesia, con su típica elegancia renacentista toscana, conserva una cruz del siglo XV, obra que encarna el vínculo entre Premilcuore y la tradición artística florentina.
Pórtico y San Benedetto son dos caras de una misma historia, unidas en un entretejido de cultura, arquitectura y tradición. Pórtico de Romaña, cuyo nombre deriva del latín porticum (mercado cubierto), se convirtió en 1386 en la capital de la Romaña toscana bajo el dominio de Florencia. Su estructura medieval, única y bien conservada, está dividida en tres niveles distintos pero conectados por pasadizos que narran la vida cotidiana de antaño: el castillo en la parte superior, con la torre Portinari y el Palacio del Podestà; los pórticos y palacios nobiliarios como el Palacio Portinari en la planta intermedia; las casas de la gente común a lo largo del río, que cerraban el pueblo en la parte inferior. En las cuatro esquinas del pueblo, torres de vigilancia transformadas con el tiempo en almacenes o casas golondrina dan testimonio de las necesidades defensivas de la época.
San Benedetto in Alpe, por su parte, se desarrolló en torno a la famosa abadía del mismo nombre, fundada por los monjes de Cluny hacia el año 1000. Este centro, fundado cerca de la confluencia de los torrentes Acquacheta, Rio Destro y Troncalosso, tomó el nombre de Biforco y pronto se enriqueció con molinos, un hospicio para viandantes y estructuras agrícolas como el aprisco y el redil de cabras. Sin embargo, su abadía experimentó un declive en el siglo XIV, con la pérdida de la orden benedictina y el paso a los vallombrosanos, hasta un segundo declive en 1529. Las restauraciones posteriores alteraron profundamente la arquitectura del edificio, desplazando el ábside y destruyendo parte del claustro original. El vínculo de ambos pueblos con Florencia hunde sus raíces en los siglos: a partir de 1440, Pórtico y San Benedetto pasaron a depender de la Signoria que fue primero de los Médicis y luego de los Lorena, manteniendo viva una artesanía que prosperó junto a las tradiciones agrícolas y religiosas.
Rocca San Casciano, cuya primera referencia escrita data de 1197, ha vivido una tumultuosa historia marcada por invasiones, conquistas y desastres naturales. El castillo original, atestiguado en el siglo XIII, era una de las fortalezas bajo la jurisdicción del obispo de Forlimpopoli, más tarde confiada a Faenza. En 1382 pasó a Florencia, pero no sin altibajos: los Visconti lo conquistaron en 1424, para cederlo al año siguiente a los Ordelaffi. Los florentinos reconquistaron la fortaleza en 1436, consolidando su control.
Los acontecimientos de 1504, con la ocupación del castillo por Dionigi Naldi en nombre de Venecia, marcaron un punto de inflexión: los venecianos desmantelaron la fortaleza, debilitando así su función estratégica. En 1661, un devastador terremoto sacudió Rocca San Casciano, provocando el derrumbe parcial de la estructura. Lo que antaño fue un símbolo de poder y defensa se fue adaptando poco a poco a usos más humildes, convirtiéndose en viviendas rurales.
El pueblo de Rocca San Casciano, aun con sus heridas históricas, sigue siendo un testigo vivo de los grandes poderes que se sucedieron en la zona: desde la Signoria de Florencia, que lo incluyó en sus dominios durante siglos, hasta las dinastías locales y las influencias venecianas.
La fortaleza de Dovadola, del siglo XII, aún domina el espolón rocoso sobre el que fue construida para controlar la carretera entre Romaña y Toscana. Inicialmente propiedad de los arzobispos de Rávena, pasó a los monjes de San Benedetto in Alpe y finalmente a los Conti Guidi, que la convirtieron en baluarte de su poder. La fortaleza estaba orientada al noreste, preparada para afrontar posibles ataques desde Romaña, mientras que sus terrazas daban a la Toscana, simbolizando una doble filiación cultural y geográfica.
Las estructuras fortificadas de Dovadola, con la torre del homenaje dominando el paisaje circundante, evocan una época en la que todos los caminos estaban vigilados y todos los valles escondían trampas. Hoy, el pueblo es un ejemplo de cómo la historia puede conformar la identidad de un lugar, donde siglos de disputas entre señoríos se reflejan en sus murallas y su arquitectura.
La historia de Modigliana se remonta al siglo IX, cuando la condesa Ingelrada la donó a su hijo Pietro, diácono de Rávena. En los siglos siguientes, el castillo y la fortaleza fueron el corazón del poder de los condes Guidi, que obtuvieron el título de condes palatinos y lo convirtieron en una de sus principales plazas fuertes.
En 1166, el castillo acogió al emperador Federico Barbarroja, cuya esposa dio a luz a un hijo entre sus muros. Este acontecimiento marcó uno de los momentos más ilustres de la historia de Modigliana, que se convirtió en objeto de disputa entre Florencia y los aliados del imperio. En 1440, Florencia reconquistó la ciudad y, para asegurar su defensa, construyó una tercera muralla con doce torres. La Rocca, con su torre del homenaje cilíndrica y sus imponentes muros de guijarros fluviales, era el centro de la vida medieval. En su interior había cisternas, viviendas y una capilla dedicada a Santa Bárbara. Pero con el declive de las funciones militares (a partir de finales del siglo XVI, cuando Modigliana dejó de ser estratégica para Florencia), la construcción de nuevas fortalezas y las catástrofes naturales -como los terremotos de 1661, 1725 y 1918-, el complejo quedó abandonado.
Hoy, a pesar de los siglos de abandono y de los daños infligidos por el tiempo, Modigliana conserva el encanto de la época medieval y renacentista, el periodo más brillante de la historia de la ciudad, cuando en torno a la fortaleza se celebraban cacerías, cabalgatas, torneos de caballeros, fiestas y mercados.
Encaramado en la cima de una montaña que domina el valle del río Marzeno, el yacimiento de Ceparano es uno de los lugares históricos más fascinantes de los Apeninos romañeses. Aquí, a unos 10 kilómetros de Faenza, en dirección a Modigliana, se alzaba una fortaleza medieval conocida como la Torre de Ceparano. Sus restos, que aún se alzan majestuosos en medio de lo abrupto del paisaje, recuerdan el trazado del castillo de Rontana, otra guarnición de importancia estratégica para el control del territorio. Los orígenes de Ceparano se remontan al siglo X, cuando el lugar albergaba una iglesia parroquial dedicada a Santa María in Castro Cepariano, mencionada ya en 970 y rodeada por un pequeño castillo. La historia de Ceparano está estrechamente ligada a la familia Conti Guidi, una poderosa dinastía que dominó la región durante cuatro siglos. Sin embargo, la posición estratégica de Ceparano la convirtió en blanco de constantes disputas. Los faentinos, partidarios de la facción güelfa, demolieron la fortaleza en 1167 y reconstruyeron la iglesia en una posición menos vulnerable.
En el siglo XIII, los Manfredi de Faenza recuperaron el control de la fortaleza, que fue destruida de nuevo en 1356 por el cardenal Albornoz durante su campaña contra los bastiones gibelinos. Astorgio I dei Manfredi la hizo reconstruir en 1378, como atestiguan dos losas de piedra halladas cerca de la torre: una de ellas representa el escudo manfrediano, mientras que la otra celebra la reconstrucción con una inscripción en latín. Ambos hallazgos se conservan hoy en la Pinacoteca Municipal de Faenza.
Posteriormente, la torre siguió las vicisitudes de los dominios de Romaña: pasó brevemente a manos de César Borgia (el Valentín) en 1500, luego a los venecianos en 1503 y finalmente al Estado Pontificio, que en 1577 decretó la demolición de la estructura debido a las incursiones de los bandoleros. La iglesia parroquial original de Santa María, ahora llamada San Giorgio, fue finalmente trasladada a una elevación inferior, donde conserva una impresionante pila bautismal del siglo XV y obras de arte de origen toscano que dan testimonio de siglos de historia religiosa.
Castrocaro Terme, uno de los pueblos más pintorescos de Romaña, encierra una historia milenaria que se entrelaza con la política y la cultura de la región. Los primeros registros de "Castrum Carium" datan de 1035, pero se cree que el lugar ya estaba habitado en la época longobarda con el nombre de Sussubium. Su posición estratégica, en el valle del río Montone, lo convirtió en una plaza fuerte disputada por diversos poderes, desde la Iglesia a los municipios medievales, hasta la República de Florencia.
Durante la Edad Media, el castillo de Castrocaro se convirtió en una de las fortificaciones más importantes de Romaña. En 1371, el legado papal Anglico de Grimoard lo describió en la famosa Descriptio provinciae Romandiolae como una compleja estructura con imponentes murallas, torres y puertas fortificadas. La fortaleza estaba dividida en tres núcleos principales: la torre "Girone", la Rocca y los arsenales de los Médicis. Esta disposición, optimizada para la defensa y el ataque, reflejaba las avanzadas técnicas arquitectónicas de la época. Bajo el dominio florentino, a partir de 1403, Castrocaro fue incluido entre los 21 castillos más importantes de la Toscana, y los Médicis realizaron importantes mejoras en la estructura para adaptarla a las nuevas exigencias bélicas.
Hoy en día, la fortaleza de Castrocaro está considerada una obra maestra de la arquitectura medieval. La visita comienza en el Palacio del Castellano, que alberga un museo (el Museo Histórico del Castillo y de la Ciudad) con colecciones de armas, cerámicas y obras de arte renacentistas. Descendiendo hacia los Arsenales Mediceos, se pueden admirar las "casas de los cañones", estancias únicas destinadas a la artillería moderna, caracterizadas por grandes bóvedas y chimeneas diseñadas para dispersar el humo. El recorrido culmina en el patio interior, donde se celebran recreaciones históricas y espectáculos.
Fundada en 1564 a instancias de Cosme I de Médicis, Terra del Sole representa uno de los ejemplos más extraordinarios de ciudad ideal del Renacimiento, junto con ciudades como Sabbioneta y Palmanova. Su construcción respondía a una estrategia precisa del Gran Ducado de Toscana: fortificar la frontera noreste y crear un centro administrativo para la gestión de la Romaña toscana. El proyecto, encomendado al ingeniero militar Giovanni Camerini y perfeccionado posteriormente por Bernardo Buontalenti, integraba fortificaciones de última generación con un plan urbanístico perfectamente simétrico.
La ciudad se desarrolló en torno a una plaza central, dominada por el Palacio del Comisario, sede del gobierno local, y la iglesia de Santa Reparata, utilizada para oficios religiosos. Las murallas que rodean Terra del Sole, dotadas de bastiones angulares y puertas fortificadas (florentinas y romanas), son una obra maestra de la arquitectura militar: protegían no sólo a la población local, sino también las actividades comerciales y administrativas de la ciudad, que incluían un mercado de grano y sal.
La posición de Terra del Sole en la frontera con el Estado eclesiástico la convertía en un punto estratégico para la administración de justicia. Hasta el siglo XVIII, la villa fue escenario de juicios y sentencias, convirtiéndose en un símbolo del control de los Médicis sobre la región. Hoy en día, la villa conserva intacta su estructura original y ofrece a los visitantes la oportunidad de sumergirse en una atmósfera de otros tiempos. Las murallas perfectamente conservadas y el panorama del valle circundante hacen de Terra del Sole un destino ineludible para los amantes de la historia y la arquitectura renacentista.
Forlì, durante el Renacimiento, se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la historia italiana, gracias a la presencia de Caterina Sforza, una figura muy importante. En 1497, Caterina, viuda de Girolamo Riario y sobrina del Papa Sixto IV, se casó con Giovanni de' Medici, conocido como "il Popolano": del matrimonio nació Ludovico (más tarde Giovanni) delle Bande Nere, famoso capitán mercenario, padre de Cosimo I de' Medici, primer Gran Duque de Toscana. La historia de Catalina Sforza está indisolublemente ligada a la ciudad de Forlí, escenario de una de sus batallas más famosas.
El punto central de la defensa de Forlì era la Rocca di Ravaldino, que tomó su nombre de Caterina Sforza. La Rocca era una de las principales fortificaciones medievales y, en 1471, el arquitecto Giorgio Marchesi Fiorentino amplió sus fortificaciones. En 1481, Girolamo Riario, marido de Caterina, encargó la construcción de la Cittadella, una serie de fortificaciones y revellines destinados a reforzar aún más la defensa de la ciudad. La Rocca di Ravaldino estaba rodeada de fosos y puentes levadizos que la hacían prácticamente inexpugnable. En 1496, Catalina Sforza hizo construir otro revellín y un pequeño palacio, llamado Il Paradiso, sobre las ruinas de una antigua fortaleza del siglo XIV. A pesar de su heroica resistencia, Catalina Sforza no pudo evitar la caída de la fortaleza en enero de 1500, cuando César Borgia sitió la ciudad, conquistó el castillo y la llevó prisionera a Roma. La heroica defensa de Catalina marcó un momento crucial en la historia de la ciudad, haciéndola famosa en toda Italia.
La Rocca di Ravaldino ha sufrido varios cambios a lo largo de los siglos, especialmente con la llegada de la artillería, que redujo su importancia como estructura defensiva y la convirtió en prisión. Hoy en día, la Rocca ha sido restaurada y algunos de sus elementos más característicos, como la torre del homenaje central y sus torres, han recuperado su esplendor original. La torre del homenaje de la Rocca, en particular, es famosa por su escalera de caracol de piedra, un extraordinario ejemplo de arquitectura militar medieval. A pesar de las transformaciones sufridas a lo largo del tiempo, la Rocca di Ravaldino sigue siendo un importante símbolo de la historia de Forlì y del Renacimiento italiano.
Forlimpopoli es una ciudad rica en historia y tradición, cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XIV, cuando el cardenal legado Egidio Carrillo de Albornoz decidió erigir una fortaleza sobre las ruinas de la catedral románica de Santa Maria Popiliense. Esta fortaleza, construida entre 1361 y 1363, tenía una función defensiva, principalmente para proteger a la pequeña comunidad que quedó tras la destrucción de la ciudad por las tropas papales en 1360. En aquella época, la fortaleza era conocida como Salvaterra, nombre que recordaba su función de guarnición y protección. En 1379, Forlimpopoli pasó a manos de Sinibaldo Ordelaffi, que se convirtió en señor de la ciudad por concesión del papa Urbano VI. Fue él quien transformó la fortaleza en una auténtica fortaleza, iniciando las obras de fortificación que darían forma a la estructura. Más tarde, entre 1471 y 1480, Pino III Ordelaffi continuó las obras, dando a la fortaleza el aspecto que hoy podemos admirar. La fortaleza se reforzó con murallas reforzadas con muros de escarpa y con cuatro torres angulares de sección cuadrada, transformadas posteriormente en mampostería circular para adaptarse a las nuevas técnicas de guerra.
La Fortaleza de Forlimpopoli se convirtió en un ejemplo de arquitectura militar renacentista, típica de la Romaña de la época. Con la intervención de Catalina Sforza, la fortaleza adquirió su forma definitiva, similar a las fortalezas contemporáneas de Imola, Forlì y Dozza. Tras la muerte de Catalina, la fortaleza pasó a manos de César Borgia y, más tarde, a la familia Rangoni. Entre 1535 y 1578, el dominio pasó a los Zampeschi, pero la estructura mantuvo su función defensiva y fue un punto de referencia para la ciudad y su comunidad.
Hoy en día, la Fortaleza de Forlimpopoli es testigo de la historia medieval y renacentista de la ciudad. La estructura, aunque remodelada a lo largo del tiempo, aún conserva muchos de sus elementos originales, como los fosos y algunas secciones de las murallas defensivas. La Rocca representa no sólo un importante testimonio del pasado, sino también un símbolo de la continua transformación de la ciudad, que ha sabido mantener su vínculo con la historia al tiempo que se proyecta hacia el futuro.