El término Pop Art deriva de la contracción de la palabra popular y hace referencia a un lenguaje visual que los artistas europeos y estadounidenses persiguieron en la década de 1960. Al igual que el fenómeno de la música pop, el Pop Art se dirigió a la nueva sociedad de consumo, extendiéndose en un momento de la historia posterior a las guerras mundiales, cuando los países occidentales se encontraron gravitando en la órbita de Estados Unidos, abrumados por el empuje de la recuperación económica, todo ello encaminado al abandono del proteccionismo, y dirigido a la construcción de un sistema basado en el libre comercio. Era la era del desarrollo de los transportes, la época del cine, la televisión y los cómics.
El mundo de la comunicación experimentó un crecimiento exponencial, y fue éste el que creó las condiciones para el nacimiento del Pop Art: los patrones y registros utilizados para la difusión rápida y comercial fueron revisitados en clave estética por los artistas, que los propusieron a un público nuevo y en constante expansión. En respuesta a una demanda cada vez mayor, el lenguaje de los medios de comunicación y también el lenguaje del arte se expresaron con nuevas herramientas, entre ellas la repetición y la serialidad. De ahí la serialización del icono, desde los Cornflakes de Kellogg’s hasta Marilyn Monroe. En general, el Pop Art retomó la operación de mediación lingüística y mental que ya era característica del Nuevo Dadá, pero no nació con las connotaciones típicas de la vanguardia, con un manifiesto y una agregación de artistas. Fue más bien un entorno, un clima en el que se encontraron diferentes vías de investigación: los británicos Eduardo Paolozzi (Leith, 1924 - Londres, 2005) y Richard Hamilton (Londres, 1924 -2011); en América Roy Lichtenstein (Nueva York, 1923 - 1997), Andy Warhol (Andrew Warhola Jr.Pittsburgh, 1928 - Nueva York, 1987), Claes Oldenburg (Estocolmo, 1929 - Nueva York, 2022), Robert Rauschenberg (Port Arthur, 1925 - Captiva, 2008), en parte Jasper Johns (Augsburgo, 1930), que fue uno de los fundadores del Nuevo Dadá. La escena italiana no fue menos impresionante: desde Michelangelo Pistoletto (Biella, 1933) hasta Mario Schifano ( Homs, 1934 - Roma, 1998), Franco Angeli (Roma, 1935 - 1988) y Tano Festa (Roma, 1938 - 1988), los artistas romanos revisitaron su propia tradición artística filtrándola a través de la lente de la imaginación popular.
La década de 1950 se caracterizó por una prosperidad general, una ligereza que se extendió tras las tragedias de la guerra. La tasa de natalidad aumentó, la población creció; la nueva disponibilidad de mano de obra permitió a las industrias experimentar un auge, ya que tenían que responder a una demanda con un carácter cada vez más masivo. Para ello, recurrieron a la producción en serie y al estudio de la publicidad, con vistas a facilitar una venta comercial: se vendía un producto, pero ante todo su imagen.
Para ello, era de gran importancia la comunicación de masas, instantánea y rápida, capaz de seguir el ritmo de aquel nuevo mundo en pleno auge. Disponibilidad, inmediatez y rapidez eran las condiciones que imperaban en muchos campos, desde el comercio hasta el transporte. Este mundo cargado de adrenalina era una respuesta a los acontecimientos más trágicos vividos en la primera mitad del siglo: la mirada constante hacia el progreso y el futuro era una forma de desterrar el recuerdo de las obscenidades de las guerras que acababan de pasar.
En este escenario de posguerra, aunque el “sueño” americano parecía cada vez más al alcance de la mano, fue en Gran Bretaña donde se manifestaron las primeras experiencias pop. La llegada de nuevos productos estadounidenses durante la guerra había estimulado una gran curiosidad. La imagen de las nuevas ofertas y de los productos en serie fue repropuesta estéticamente a mediados de los años cincuenta por artistas británicos como Richard Hamilton, Eduardo Paolozzi y Peter Blake (Dartford, 1932). Hubo varias exposiciones: en 1955 se inauguró Man, Machine & Motion en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres, donde fotografías, montajes e instalaciones analizaban los últimos avances tecnológicos. Al año siguiente, en agosto de 1956, se inauguró This is Tomorrow en la Whitechapel Art Gallery de Londres. En ella se presentaron doce salas creadas en colaboración con artistas y arquitectos. La exposición marcó la consagración del arte Pop británico y estableció un punto sobre la situación del hombre contemporáneo en la sociedad de los mass-media.
En esta ocasión, se expuso con gran éxito un collage fotográfico de Richard Hamilton que contenía todos los elementos para definir el lenguaje Pop. Una habitación llena de electrodomésticos, el cartel de un cómic. En la ventana del fondo hay una referencia al cine y guiños a carteles luminosos. Incluso se puede leer la palabra pop. El nombre del collage es ¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos? Siempre en el ámbito inglés, esta corriente artística se nutrió más tarde de la imaginería de Peter Blake, que realizó la portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles; pero también del escultor Allen Jones (Southampton, 1937) y de Eduardo Paolozzi con sus materiales industriales.
El Pop Art británico, sin embargo, siempre se mantuvo un tanto nostálgico, anclado en la tradición histórica de la buena pintura europea, con un resultado formal sobrio y sofisticado: baste pensar en el pintor y escenógrafo David Hockney (Bradford, 1937), con sus paisajes, donde la pintura es comedida en comparación con el frenesí propio del Pop Art. Al Pop Art británico le faltaba el efecto escandaloso que lo haría definitivamente apto para la recepción de masas, esa misma intencionalidad comunicativa que se encontraba en las revistas.
Esa voluntad artística, que más tarde consagraría a sus artistas como personajes casi hollywoodienses, estalló con el Pop Art americano: en Estados Unidos el arte popular encontró un terreno fértil, donde ya circulaban productos listos para el consumo a gran escala. Los medios de comunicación de masas y la publicidad habían acostumbrado al público a una idea de prontitud, de disponibilidad inmediata. La idea era seductora y, de paso, una operación persuasiva para una clase media en expansión. Esta dimensión creada y preparada atrajo a amplias capas de la población, propiciando, tras años de arte abstracto e informal, de vanguardia, una vuelta al objeto práctico, funcional y concreto que poseer, vendiendo no sólo el objeto sino la idea de estabilidad y seguridad material.
En los años sesenta, el arte estadounidense respondió a la nueva cultura de masas creando bienes, imágenes y signos tranquilizadores, capaces de satisfacer las demandas de un gran número de espectadores y consumidores. Quería satisfacer a todos los que formaban parte del gran público, prometiendo una idea de enriquecimiento personal y de éxito: pensemos en el artista Andy Warhol, en la famosa frase que se le atribuye: “En el futuro todo el mundo será famoso en el mundo durante quince minutos” (1968). 1962 fue un año crucial para el Pop Art estadounidense: tuvieron lugar varias exposiciones individuales de lo que más tarde serían los grandes artistas representantes del Pop Art. La exposición The New Realists, organizada por Sidney Janis, y el Pop Art Symposium, organizado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Estos acontecimientos indicaban un cambio de rumbo en las actitudes artísticas estadounidenses, que dejaban atrás el expresionismo abstracto de Jackson Pollock y se volcaban ahora en la masificación y monumentalización de la iconografía publicitaria. De ahí los recortes de la vida doméstica de Tom Wesselmann (Cincinnati, 1931 - Nueva York, 2004) y el universo cómico de Roy Lichtenstein, que despertaron gran interés en el marchante italoamericano Leo Castelli.
Italia también desempeñó su papel en la constitución de este movimiento artístico, representando un caso específico por varias razones. En el momento de la difusión del Pop Art, la Península experimentaba un auge económico, asistiendo a un crecimiento vertiginoso de la demanda y el consumo, entre el nacimiento de los electrodomésticos y la construcción de autopistas. El panorama artístico italiano se abrió para acoger a los principales protagonistas del Pop Art y del Nuevo Dadá en la Bienal de Venecia de 1964: ese año, Robert Rauschenberg ganó el Gran Premio Internacional de Pintura, confirmando el papel del Pop Art americano en Europa y llevando también a Italia ese tipo de investigación artística, ya que también exponían otros artistas italianos como Mario Schifano, Franco Angeli y Tano Festa.
La estética de estos artistas puede rastrearse perfectamente en el registro del Pop Art: al mismo tiempo, ese registro estaba impregnado de un gusto local que nunca abandonó la tradición artística italiana. Las referencias al Futurismo, la Metafísica y el reflejo de obras pasadas están siempre presentes en La lupa di Roma (1961), de Franco Angeli, o en Futurismo rivisitato (1965), de Mario Schifano, o Michelangelo secondo Tano Festa (1966). La mirada a las obras maestras italianas era inevitable, como señalaba el propio Tano Festa: "Lo siento por los americanos que tienen tan poca historia a sus espaldas, pero para un artista romano, y además que vivió a tiro de piedra de los muros del Vaticano, popular es la Capilla Sixtina, la verdadera marca del Made in Italy". En general, los artistas pop trabajaron para construir un sistema de imágenes y signos codificados dentro de un imaginario popular. En sus obras, no adoptaban un sentido polémico con respecto a la sociedad de consumo: más bien, el Pop Art se basaba en esa sociedad, invitando así a tomar conciencia de los cambios radicales que se estaban produciendo en la cultura y la comunicación, e invitando a reflexionar sobre cómo influían esos avances en la vida del hombre contemporáneo.
Como ya se ha mencionado, el Pop Art no fue un movimiento organizado, sino más bien un clima artístico en el que se encontraban trabajando incluso artistas diferentes. En la primavera de 1952, en Gran Bretaña, Eduardo Paolozzi proyectó suscollages en una conferencia del Instituto de Arte Contemporáneo. Realizados a partir de 1947, Paolozzi reunió recortes de periódicos publicitarios, revistas y tiras cómicas, configurándolos como un repertorio de mensajes a analizar, en su mayoría material procedente de Estados Unidos. Por ejemplo, en I Was a Rich Man’s Plaything aparecen palabras, logotipos famosos e imágenes de transportes, iconos que componían el imaginario de aquellos años de evolución. En estas obras, la seducción publicitaria de las nuevas imágenes icónicas convive con la influencia de las vanguardias: el collage es dadaísta-surrealista, como también es dadaísta la inserción de palabras.
A pesar de su éxito, la primera obra pop reconocida como tal fue la del artista británico Richard Hamilton (1922-2011): Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing? (“¿Qué es lo que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos?”), de 1956, se expuso en la muestra This is Tomorrow. En este collage de papel, las citas de la cultura popular van desde Marilyn Monroe hasta la gramola. También aparece una enorme piruleta con la palabra " pop " bien visible. Con esta obra, destinada a definir el pop británico, Hamilton creó un inventario de la cultura popular británica, una invitación a reflexionar sobre cómo salió de las calles y pasó a formar parte de los hogares más corrientes, influyendo en el estilo de vida del hombre contemporáneo.
En el campo de la pintura, David Hockney (1937) demuestra una resistencia por parte del arte británico a la explosividad que caracterizaría más tarde al arte pop estadounidense. La pintura británica se contiene en la expresión de un apego a la tradición pictórica del pasado. Con A bigger splash, 1967, David Hockney relata la vida rica y despreocupada que vivió con su traslado a California con el uso de colores acrílicos en fondos planos y precisos, conteniendo las atmósferas en un entorno geométrico y aséptico. Entre otros, Peter Blake (Dartford, 1932) contribuyó a la formación de la imaginería pop británica, recordado como el autor de la portada deSergent Pepper, de The Beatles, que se convirtió en un icono del Londres pop en 1967. El arte pop británico también registró los nuevos deseos expresados por la cultura de masas: Allen Jones exploró el tema del erotismo con una serie de esculturas con el tema mujer-objeto, como Chair, de 1969, ahora en Aquisgrán.
En Estados Unidos, Roy Lichtenstein se inspiró en el mundo del cómic, tomando una luz fría y el filtro de la pantalla tipográfica. En Hopeless (1963), Lichtenstein reproduce un cómic aislándolo de su contexto narrativo. La letra que acompaña al protagonista pierde un significado y al mismo tiempo adquiere uno universal, al alcance de la interpretación de cada cual. Lichtenstein trabaja con el filtro de la forma típica del cómic, en particular el efecto “granulado”, también para reproducir obras maestras de los grandes maestros del pasado, como hizo en 1969 con Catedral de Rouen (Vista a tres horas distintas del día).
Andy Warhol es un artista y una figura consagrada del propio arte Pop estadounidense. Figura emblemática en el contexto estadounidense de los años sesenta, cambió la idea misma del artista al introducir la posibilidad del artista comoempresario de sí mismo, comunicador y parte del sistema comercial y artístico. Warhol elaboró un lenguaje distanciado, impasible en su registro de la realidad: por eso fundó la Factory, es decir, una empresa para la producción de obras, utilizando la serigrafía para una producción industrial sobre lienzo, con un equipo de artistas que trabajaban bajo la supervisión del propio Warhol. De aquí surge la reiteración de iconos como la lata de sopa Campbell’s, la botella de Coca-Cola y la caja de detergente Brillo, o incluso los Cornflakes de Kellog’s. Warhol ilustra la serialidad de estos objetos, pero también de personajes famosos.
Basándose en una famosa fotografía publicada después de la película Niágara (1953), Warhol reprodujo en serie a Marilyn Monroe: Shot Orange Marilyn, 1964, es una serigrafía sobre lienzo, ahora en la Andy Warhol Foundation de Nueva York. El objeto (o incluso la celebridad, la noticia) se sustrae a la narración mediante la reiteración. El Pop Art amplía sus posibilidades comunicativas y finalmente lo vende a los mecanismos de consumo.
Claes Oldenburg creó obras que reproducían objetos cotidianos y comunes a gran escala con el uso de materiales nuevos, sintéticos y coloridos, como Giant Fagends (“Colillas gigantes”) es de 1967. También estadounidense es el artista George Segal (Great Neck, 1924 - Santa Rosa, 2000): se distingue de los artistas anteriores por una forma diferente de revisar la sociedad contemporánea. El artista recrea ambientes en sentido tridimensional. En ellos coloca moldes de escayola que reproducen a personas atrapadas en la sencillez de un gesto cotidiano. Algunos trabajando, otros descansando, otros en el bar. En The Moviehouse, realizada en 1966-67, una mujer realiza su trabajo de taquillera detrás de la cabina del cine. Lo que Segal hizo fue hablar de figuras anónimas que retrotraen la mente a la poética existencial típica del artista estadounidense Edward Hopper, desandando así el arte del pasado, una zambullida en el realismo estadounidense.
Pensar en el arte de la propia tradición era algo que hacían los artistas pop italianos de los años sesenta: Mario Schifano se inspiró inicialmente en los artistas estadounidenses Johns y Warhol, con los que expuso en el colectivo The New Realists. Schifano utilizó ampliamente elementos del urbanismo: carteles publicitarios, imágenes tomadas de los medios de comunicación. Con Futurism Revisited, realizada entre 1965 y 1967, el artista recuperó una fotografía histórica de artistas futuristas tomada en París en 1912, en la que aparecían Luigi Russolo, Carlo Carrà, Umberto Boccioni y Gino Severini. El artista repropuso la foto con siluetas de colores colocadas en un tablero de ajedrez.
Franco Angeli, al igual que Schifano, también se fijó en la imaginería de masas, pero recurriendo a la repetición en serie de iconos. Esta vez no se trata de productos comerciales; prefirió fijarse en una imaginería efectivamente popular, pero más historizada. Sus temas son la loba capitolina y la hoz y el martillo. Angeli los volvió a proponer enérgicamente, “porque a fuerza de verlos, ya nadie les prestaba atención”. De principios de los años sesenta data también la experiencia de Tano Festa, que recuperó fragmentos de obras famosas de maestros como Miguel Ángel, a partir de los cuales produjo un ciclo, Michelangelo secondo Tano Festa (1966), realizado con la técnica del calco a partir de una imagen proyectada. La bidimensionalidad resultante sirvió de base para una compacta redacción de colores vivos y fuertes que recuerdan el lenguaje de la comunicación de masas, con una ligera suspensión de sabor metafísico.
Pop Art: historia, estilos, artistas |
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