Pietro Annigoni (Milán, 1910 - Florencia, 1988), uno de los más grandes artistas de la Italia de mediados del siglo XX, perteneciente al grupo de los "modernos pintores de la realidad", gran retratista, fue capaz de retratar a los hombres y mujeres de su tiempo retratando no sólo sus rostros sino también sus almas.
Artista que concedía gran importancia al dibujo y a la técnica, no se interesaba por la obra de muchos de sus contemporáneos que tenían tendencias más vanguardistas, y al mismo tiempo su arte era rechazado por los abstraccionistas: “Tampoco sé si es novedad seguir con decisión los propios instintos y, ante todo, dibujar y esbozar, anhelando llegar a la construcción de las partes y a la lógica armoniosa del conjunto con carácter claro. Con este objetivo, con la fe de recuperar algo de la antigua experiencia maravillosa, de ese oficio que, por desgracia, se ha perdido, he trabajado duro y sin transición hasta hoy, en una soledad que asusta a demasiados jóvenes”.
El historiador del arte Bernard Berenson dijo de él: "Pietro Annigoni no sólo es el más grande pintor de este siglo, sino que puede competir en igualdad de condiciones con los más grandes pintores de todos los tiempos. Permanecerá en la historia del arte como el contestatario de una época oscura’.
Pietro Annigoni nació en Milán el 7 de junio de 1910. Hijo de un matrimonio milanés, aunque su madre era una estadounidense de San Francisco, fue el segundo de tres hermanos y pasó su infancia en Milán. Su padre era un conocido ingeniero, y en 1925, debido a su trabajo, la familia se trasladó a Florencia.
En Florencia, Annigoni asistió al Collegio dei Padri Scolopi, donde obtuvo el bachillerato clásico. Una vez finalizado el trabajo de su padre, llegó el momento de regresar a Milán. Annigoni, que ya asistía a la Scuola Libera del Nudo y había demostrado un talento excepcional para el dibujo, decidió quedarse en Florencia para continuar sus estudios. Asistió a la Academia de Bellas Artes, donde se graduó en Pintura con Felice Carena, en Escultura con Giuseppe Graziosi y en Grabado con Celestino Celestini. Durante estos años entabló muchas amistades duraderas, como la que mantuvo con el escultor Mario Parri: fue en el taller de éste donde, en 1928, Annigoni conoció a Anna Maggini, alumna del Conservatorio Luigi Cherubini, y ambos se casaron en 1937. De este matrimonio nacieron dos hijos, Benedetto en 1939 y Maria Ricciarda en 1948, y Annigoni, a pesar de los problemas y las largas ausencias por motivos de trabajo, consiguió establecer una buena relación con ellos.
El matrimonio fue muy complejo: a Annigoni le resultaba difícil conciliar la vida privada con la laboral, lo que creaba dificultades y conflictos, por lo que, de mutuo acuerdo, ambos se separaron en 1954. Sin embargo, Anna siguió siendo una figura de referencia para él, y muestra de este vínculo fueron las páginas del diario de Annigoni que éste le dedicó tras su muerte. El artista participó en una exposición colectiva en 1930, lo que le ayudó a darse a conocer. Dos años más tarde, en Florencia, celebró su primera exposición personal en el Palazzo Forroni, en la galería Bellini, y fue un gran éxito: el periodista Ugo Ojetti le dedicó la tercera página del Corriere della Sera , elogiándole y diciendo que su habilidad derivaba de un estudio cuidadoso y meticuloso de su entorno. La exposición de 1936 en Milán fue otro éxito, y tanto el público como la crítica hablaron bien de ella.
A Annigoni le encantaba viajar y visitó muchos países europeos, entre ellos Alemania, donde quedó fascinado por la pintura renacentista nórdica. Siempre durante sus viajes, pintaba los lugares que visitaba, experimentando con técnicas pictóricas más sencillas y adecuadas para los viajeros, como la pintura al gouache. Su naturaleza inconformista llevó a Annigoni a distanciarse del mundo de la cultura oficial, y en 1947 firmó el Manifiesto de los Pintores de la Realidad Moderna. Con esta declaración, el grupo, formado por Pietro Annigoni, Gregorio Sciltian, Antonio Bueno y Xavier Bueno, entró en conflicto con la corriente informal (que producía obras no vinculadas visualmente a la realidad) surgida en aquellos años. El grupo se disolvió en 1949, pero Annigoni mantendría hasta el final sus reivindicaciones, una lucha solitaria en defensa de la realidad y lo figurativo.
El punto de inflexión para Annigoni llegó en 1949, cuando pintó el Retrato de Salvatore Ferragamo, el mundialmente famoso diseñador de moda y zapatero. Gracias a los ánimos de su amigo pintor Dimitri Kratschkoff, Annigoni decidió marcharse a Inglaterra, participó en el proceso de selección para entrar en la Royal Academy y, gracias a las cartas de recomendación de Ferragamo, pudo entrar y exponer, también en 1949. Tras esa experiencia como retratista y después de la exposición, en cinco años Annigoni se convirtió en el pintor oficial de la familia real británica. El encargo del retrato de la reina Isabel II(lea más sobre él aquí) hizo despegar la carrera de Annigoni: el retrato se utilizó también para la portada de la revista Picture Post el 30 de abril de 1955, así como para sellos, estampas y grabados.
En 1961, fue elegido por la revista Time para retratar al Presidente John F. Kennedy, y fue una gran oportunidad para Annigoni aunque no fue un éxito, ya que a Kennedy no le gustó el retrato: el presidente estaba muy ocupado y no estaba dispuesto a permanecer tanto tiempo en la pose. En el retrato, Kennedy parece cansado y ligeramente bizco: al final, Annigoni se había mantenido fiel a su visión de la realidad. Al año siguiente recibió el encargo, de nuevo de Time, de retratar al Papa Juan XXIII, y de este encargo nos queda un dibujo que capta plenamente el carácter y el alma del pontífice. Entre los años sesenta y setenta, siguió retratando a personalidades famosas de todo el mundo, pero Annigoni no dejó de producir cuadros que indagaban en su mundo interior: su obra figurativa exploró lo metafísico-abstracto con su serie Soledades(La lezione, ¿diría usted que esto es un hombre?, 1953).
Annigoni se sentía como un pintor de otra época: como para muchos pintores del pasado, el verdadero reto era la técnica del fresco, los colores se vuelven difíciles de mezclar y fundir a medida que el pigmento es absorbido por el yeso. Con sus frescos, Annigoni meditaba sobre Dios y lo sagrado: en sus diarios, el artista escribía: “Tengo nostalgia de Dios [...] Necesito saber que en esas iglesias hay hombres rezando”. Los frescos que Annigoni pintaba en las iglesias eran siempre gratuitos, no quería cobrar por este tipo de trabajo. Su último ciclo de frescos se encuentra en Padua, en la Basílica de San Antonio (1978-1988), donde Annigoni buscó un verdadero diálogo con Dios.
En sus últimos años rechazó grandes encargos y se retiró a la meditación. Su último retrato fue el de su segunda esposa , Rossella Segreto: se había casado con ella en 1974, tras la dolorosa pérdida de su primera mujer en 1969. Para responder a la demanda del mercado, se dedicó a la pintura a la sanguina (técnica rápida, sanguina sobre papel preparado con tiza), pintando numerosos rostros femeninos y masculinos extraídos de sus numerosos dibujos preparatorios o de fantasía. También se dedicó a pintar paisajes, experimentando la naturaleza y jugando con los colores al óleo. Tras una larga enfermedad, Annigoni falleció en Florencia el 28 de octubre de 1988.
Pietro Annigoni dedicó toda su vida al dibujo y a la técnica: puede decirse que quería pintar como los grandes del pasado (formó parte de la corriente realista). Su primera obra data de 1927, un año antes de que su familia se trasladara a Florencia: es su Autoritratto a matita, una demostración de su técnica y de su talento precoz.
Durante sus años de academia, Annigoni mejoró su técnica de retrato y aprendió y experimentó con nuevos métodos pictóricos. Muchos de sus primeros cuadros representan a gente corriente, como mendigos: La muerte del mendigo (1931) muestra a un Annigoni en busca de su propio estilo, con personajes cuyos rostros, aunque no estén bien retratados, transmiten el dolor y la tristeza de ese momento. Son muchos los cuadros en los que Annigoni nos muestra a los marginados de la sociedad, con una mirada casi antropológica, estudiando rostros y ropas: uno de ellos es Cinciarda (1945), un mendigo del mismo nombre que vagaba por Florencia después de la guerra (Annigoni lo utilizó a menudo como modelo).
Entre las décadas de 1930 y 1940, Annigoni experimentó con muchas técnicas y temas: fueron los años de sus primeros viajes, en los que pintó sus paisajes en plomo blanco(Il viaggio, 1934). Durante sus vagabundeos pintaba lo que veía, su pintura era en plein air (al aire libre), al óleo o al temple sobre pequeños lienzos o tablas de lienzo (cartón preparado con una capa de lienzo y tiza): quería captar los lugares y momentos de Europa en busca de los lugares de los grandes artistas. La Quiete (1938) y Veduta di Salisburgo (1931) muestran cómo Annigoni estaba atento tanto a los detalles como a lo atmosférico y espiritual. También practicó temas más clásicos como el Desnudo tumbado (1943), un interesante experimento entre dibujo y color que nos adentra en una realidad de sugerencias metafísicas.
Para Annigoni, el tema del autorretrato iba a ser un punto de inflexión en su carrera, un excelente ejercicio de técnica en la representación del rostro pero también una búsqueda psicológica introspectiva. Citando algunos de ellos en distintos años, podemos ver cómo cambia la forma de autorrepresentarse: elAutorretrato de 1946, elAutorretrato de 1954, elAutorretrato de 1971. En el rostro y la mirada del artista se perciben diferentes momentos de la vida. Sus retratos captan plenamente el espíritu del sujeto. Una de las obras más famosas de Annigoni es sin duda la de la reinaIsabel II (Retrato de Su Majestad la reina Isabel II, 1954-55), y este retrato le valió el apodo de “pintor de la reina”, apodo utilizado por la prensa. Annigoni también pintó políticos: véase, por ejemplo, el Retrato de John Fitzgerald Kennedy (1962), el Retrato de Gerardo Kraft (1951), el Retrato de Margaret Rawlings (1951), el Doble retrato del sha de Persia Reza Pahlavi y la emperatriz Farah Dida (1968).
Los cuadros que mejor captan su soledad y su búsqueda son las series Soledades, en las que el artista reflexiona sobre el sufrimiento humano y la condición del hombre contemporáneo, con un realismo combinado con lo metafísico como en Soledad III (1973). Desde la década de 1960 hasta poco antes de su muerte, Annigoni se dedicó a la creación de grandes ciclos de frescos, no limitándose a representar el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino acercando lo más posible el carácter religioso espiritual al hombre contemporáneo: en el santuario de la Madonna del Buon Consiglio en Ponte Buggianese (Pistoia) puede verse, por ejemplo, la Deposición y resurrección de Cristo (1967).
Annigoni nos ha legado un gran número de dibujos, pero también muchas pinturas. La mayoría de sus obras están reunidas en Florencia, en la Fondazione CR Firenze, en la Villa Bardini, donde se ha creado el Museo Annigoni: hay una rica colección que recorre toda la carrera del artista. También en Florencia, algunos de sus autorretratos se encuentran en la Galería de los Uffizi. El retrato de Salvatore Ferragamo se conserva en la fundación del mismo nombre en Florencia.
En Milán podemos encontrar su Autorretrato con amigos (1936) en el Museo del Novecento. Algunas de sus obras se encuentran en el Museo Civico Pier Alessandro Garda de Ivrea. La Resurrección de Lázaro (1946) se encuentra en los Museos Vaticanos.
Se pueden ver frescos en Florencia, en el Convento de San Marcos, en Ponte Buggianese, en el Santuario de la Madonna del Buon Consiglio, y en Padua, en la Basílica de San Antonio.
Fuera de Italia lo encontramos en Londres, en el Fishmongers’ Hall, donde se conserva su retrato de Isabel II, y una de sus obras se encuentra también en China: se trata de las Anacoretas del desierto (1957), en la colección del Quan Shanshi Art Center de Hangzhou.
Pietro Annigoni, pintor moderno de la realidad. Vida, obras, estilo |
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