Paul Gauguin, vida y obra del artista entre Francia y Tahití


Paul Gauguin fue uno de los principales postimpresionistas, dedicado al exotismo y al primitivismo. Vida, obras, estilo.

Paul Gauguin (París, 1848 - Hiva Oa, 1903) fue un pintor y escultor francés, famoso por la presencia constante en sus obras tanto de colores puros utilizados con gran audacia como de escenas que representan una naturaleza virgen y exótica, en las que a menudo aparecen figuras femeninas bretonas y polinesias. Además, las obras de Gauguin se distinguen por los contornos muy marcados de las figuras y un aura de misterio y solemnidad que impregna muchas de las escenas representadas.

Gauguin dedicó muchos años de su vida a la búsqueda de un verdadero y auténtico primitivismo, lo que le llevó en un primer momento a desvincularse del estilo de vida urbano típico de París, prefiriendo trasladarse a entornos primero rurales (la campiña bretona) y más tarde exóticos (Polinesia, Haití), mientras que en el plano artístico le llevó a rechazar cualquier dictado académico y a experimentar con entusiasmo técnicas innovadoras. Al principio, Gauguin estuvo muy próximo al grupo impresionista, pero pronto sintió la necesidad de encontrar modos más expresivos en su arte. Por esta razón, se le define como “postimpresionista”, más concretamente como “sintetista”, término utilizado para describir a los artistas que en sus obras combinan las formas naturales, los sentimientos que sus temas despiertan en el artista y la pureza de líneas, formas y colores.Por último, su nombre está estrechamente vinculado a las figuras de Vincent van Gogh y de su hermano Theo, con quienes experimentó una profunda e impetuosa cercanía artística y personal. La aventura, los viajes, la naturaleza, la investigación, las penurias existenciales y la alternancia de la fortuna económica son los goznes sobre los que gira toda la biografía de Gauguin, que sólo fue celebrada póstumamente.



Paul Gauguin, Retrato del artista con el Cristo amarillo (1891; óleo sobre lienzo, 38 x 46 cm; París, Museo de Orsay)
Paul Gauguin, Retrato del artista con el Cristo amarillo (1891; óleo sobre lienzo, 38 x 46 cm; París, Museo de Orsay)

Vida de Paul Gauguin

Eugène-Henri-Paul G auguin nació el 7 de junio de 1848 de la unión entre Aline Marie Chazal, hija de la célebre escritora sudamericana Flora Tristan, y Clovis Gauguin, periodista.En el primer año de vida de Gauguin, Francia vivía momentos de gran tensión política debido al golpe de Estado que Napoleón III preparaba para restaurar el imperio, tensión que tocó de cerca a la familia de Gauguin: su padre fue exiliado por las ideas pro-republicanas de sus escritos. Toda la familia partió hacia Lima(Perú), esperada por los parientes por parte de madre. Su padre, por desgracia, murió durante el viaje, pero a pesar del trágico suceso, Gauguin pasó los primeros años de su infancia en Perú, hasta que su madre quiso regresar a Francia en 1855. La estancia en Sudamérica, arraigada en los primeros recuerdos de Gauguin, influyó enormemente en el futuro artista y en su sincero interés por los paisajes vírgenes y las culturas animistas.

A su regreso a Francia, Gauguin, su madre y sus hermanas fueron alojados inicialmente en Orleans por un tío paterno, y fue aquí donde Gauguin asistió a la escuela, que terminó con resultados poco brillantes. Indeciso y confuso acerca de su carrera profesional, Gauguin se reunió con su madre en París a la edad de 17 años, donde había aceptado un trabajo como costurera e iniciado una nueva relación con el empresario y amante del arte Gustave Arosa. La situación, sin embargo, hizo que Gauguin se sintiera muy inquieto y abatido, por lo que decidió embarcarse en un buque mercante: gracias a esta experiencia, Gauguin regresó a Perú y visitó Río de Janeiro y la India, encontrando nuevos estímulos. Sin embargo, el viaje se vio bruscamente interrumpido por la noticia de que su querida madre había muerto poco antes. De vuelta a casa, desconsolado y encontrándose en medio de la guerra franco-prusiana, Paul Gauguin acabó alistándose y marchándose a los 23 años. Al regresar de esta experiencia, Gauguin encontró esperándole a Gustave Arosa, nombrado su tutor por su madre, quien resultó decisivo para el futuro de Paul Gauguin, tanto profesional como artísticamente. Además de encontrarle trabajo como corredor de bolsa (el propio Arosa era un nombre importante en las finanzas francesas), le dio a conocer su propia colección de arte contemporáneo, repleta de cuadros de Delacroix, Corot, Courbet y Pissarro. Durante este floreciente periodo de su vida, Gauguin trabajaba bien, había encontrado esposa (una danesa llamada Mette Gad, con la que tuvo cinco hijos) y se había instalado en un estilo de vida burgués. Incluso llegó a acumular una buena cantidad de dinero con la que, siguiendo los pasos de su mentor, quiso comprar una pequeña colección de pintura contemporánea, con preferencia por los impresionistas.

Cuanto más pasaba el tiempo, más encontraba Gauguin en la pintura una pasión creciente con la que sentirse realizado, hasta el punto de querer intentar realizar él mismo algunas obras. La estrecha amistad con Emile Schuffenecker y Camile Pissarro también contribuyó a este cambio; este último, en particular, alimentó la vena más inconformista de Gauguin con su libertad respecto a todos los cánones. Pissarro puso a Gauguin en contacto directo con los impresionistas, hasta el punto de que entabló amistad con Cézanne y Degas. Ambos le propusieron participar en sus exposiciones de 1879 y él aceptó. Durante este periodo, el arte de Gauguin aún no se había desprendido totalmente de la objetividad, véase por ejemplo La familia del pintor en el jardín (1881), y recibió tímidos elogios de la crítica. Gauguin se sintió fuerte ante esta buena respuesta y empezó a hacer realidad la idea de dejar su empleo para dedicar su vida al arte. Unos años más tarde, en 1883, la casualidad quiso que la empresa donde trabajaba Gauguin tuviera que despedirle debido a la quiebra financiera de Union Generale. Gauguin estaba convencido de que podría obtener unos buenos ingresos vendiendo sus cuadros, pero desgraciadamente no consiguió ninguno y pronto se hundió en la penuria económica. Atormentado por los problemas financieros, pero aún convencido de que quería seguir pintando, Gauguin probó suerte de nuevo trasladándose a Dinamarca para vivir con su mujer, que le había abandonado a causa de su pobre nivel de vida. Sin embargo, tampoco aquí encontró satisfacción, ni económica ni familiar, y regresó de nuevo a Francia y a los impresionistas, participando en la última exposición del grupo en 1886, año en el que el propio impresionismo se vería superado por nuevas interpretaciones dentro del movimiento(Georges Seurat acababa de pintar Una tarde de domingo en la isla de La Grande-Jatte) que decretaron su paulatino declive.

Tras un periodo en el que Gauguin se dedicó a laartesanía, produciendo con entusiasmo (“Digamos que nací para ser artesano y no pude hacerlo”, le dijo a Daniel de Monfreid en 1892) varias obras de cerámica que, por otra parte, reflejan de forma interesante reminiscencias de las manufacturas precolombinas que había visto en Perú, el artista decidió dar un gran paso que llevaba tiempo haciéndole cosquillas. Quería trasladarse a Pont-Aven, en Bretaña, un lugar completamente ajeno a la modernidad parisina. En esta decisión también influyó mucho la posibilidad de alojarse en la pensión de Madame Marie-Jeanne Gloanec, que ofrecía precios favorables a los artistas. Al frecuentar la pensión, se creó una gran reputación entre los jóvenes alumnos, que le consideraban una referencia (entre ellos, un joven Emile Bernard y Charles Laval). Pero fue durante un breve regreso a París cuando tuvo lugar el encuentro más crucial en la vida de Gauguin, el que mantuvo con Theo Van Gogh. El hermano del célebre Vincent era marchante de arte, y quedó impresionado por los cuadros de Gauguin (en general, Theo Van Gogh era sensible a aquellos artistas que no eran apreciados por el gran público pero que eran decididamente vanguardistas) y compró un par de ellos. Siguió en contacto con Gauguin incluso cuando éste, todavía atormentado por la disonancia entre sus medios económicos y la costosa vida en París, decidió finalmente poner rumbo a lugares exóticos. Eligió Panamá, donde vivía uno de sus cuñados. Aquí Gauguin se encontró inmerso en una especie de “paraíso terrenal”, largamente anhelado. Fue un periodo de gran inspiración: las obras se volvieron intensas, vibrantes, ricas en colores que recordaban a la vegetación tropical. Véase Paisaje en Martinica (1887). Theo Van Gogh también estaba entusiasmado y compró dos lienzos más cuando Gauguin se vio obligado a regresar a Francia debido a algunos problemas de salud.

Fue entonces cuando Gauguin regresó a su querido Pont-Aven, donde encontró a sus discípulos y amigos Bernard y Laval. Éstos le inician en una técnica pictórica innovadora, el cloisonnisme, inspirada en las vidrieras góticas y medievales, que se caracteriza por el uso de colores sólidos dentro de contornos muy definidos con audaces líneas negras. La primera obra de Gauguin marcadamente cloisonnisme es la famosa Visión después del sermón (1888). Ese mismo año, Gauguin entra en el estudio de Vincent Van Gogh en Arles a petición expresa de Theo. Van Gogh estaba maníacamente unido a este proyecto, al que llamó “La Casa Amarilla”, donde quería reunir a artistas de ideas afines para compartir la vida cotidiana de forma rigurosa y casta (como en una especie de convento) y producir así un arte “mejor”. Gauguin, inicialmente escéptico, cambió de opinión a cambio de un pacto económico (un cuadro al mes a cambio de una contribución financiera fija) con la esperanza de reunir el dinero suficiente para marcharse al trópico. La experiencia de Arles fue fuente de grandes enfrentamientos entre los dos artistas debido a las divergencias de opinión sobre la pintura y a una fuerte incompatibilidad, a pesar de que Van Gogh tenía en gran estima a Gauguin y apreciaba su amistad. Finalmente, Gauguin decidió que la aportación económica de Theo no compensaba en absoluto el gran malestar y las dificultades que sentía, por lo que se dispuso a abandonar la casa amarilla. En este contexto se produjo el episodio en el que Vincent Van Gogh se cortó el lóbulo de la oreja, desesperado por la inminente marcha del que creía su amigo. Gauguin abandonó Arles sin demora para regresar a Bretaña, pero su relación con Van Gogh nunca se rompió, ya que, a pesar de todo, se profesaban una sincera estima y afecto.

En 1889, Gauguin aprovechó la célebre Exposición Universal, en la que se presentó la Torre Eiffel, para intentar exponer y vender sus obras y las de sus amigos y alumnos que habían permanecido cerca de él (los ya conocidos Bernard, Laval, Schuffenecker). Pero incluso este intento fracasó, y hasta se atrajo las iras de Pissarro y de los demás impresionistas por llamar a esta exposición “Impresionista y Sintética”, cuando las obras presentes estaban objetivamente muy alejadas del estilo impresionista. Sólo un año después de estas enésimas decepciones, se desarrollaba una cierta sensibilidad idealista en los círculos culturales franceses, y en este fervor Gauguin comenzó a gozar de mayor popularidad, en parte debido a sus contactos con los simbolistas (Redom, Mallarmé...). En esta época, Gauguin siente que ha alcanzado por fin la madurez artística, cuya principal expresión es El Cristo amarillo (1889). Pero Francia seguía siendo demasiado estrecha para que siguiera buscando la plena expresividad de su estilo, y esta vez puso sus miras en Tahití. Se sentía cómodo económicamente, después de que una subasta de sus cuadros en 1891 le hubiera reportado nueve mil francos (con los que podría haberse creado una vida muy cómoda en la Polinesia) y de haber recibido una subvención económica del gobierno francés. Consiguió obtenerla porque el gobierno vio en la petición de Gauguin una oportunidad para tantear el terreno desde una perspectiva colonialista, clasificándola oficialmente como “misión artística” de uno de sus pintores. Al llegar a la Polinesia, Gauguin recorrió varios pueblos antes de encontrar la esencia de la “incivilizada” cultura maorí que buscaba, logrando integrar y asimilar las costumbres y tradiciones del pueblo. Se sintió de nuevo inspirado, inaugurando un floreciente periodo de producción que incluyó obras maestras tan célebres como La Orana Maria y Manao tupapau (1892).

La estancia en Tahití, que había aportado a Gauguin inspiración y serenidad, no duró mucho. Los recursos financieros empezaron a escasear de nuevo y el alejamiento de sus afectos no tardó en hacerse sentir. En su enésimo regreso a su patria, Gauguin se llevó consigo gran parte de su experiencia polinesia, tanto en forma de cuadros como a través de la exhibición de un gusto exótico en su vestimenta y mobiliario, a fin de hacerse notar más fácilmente ante sus compatriotas por este extravagante estilo de vida. Esta fue la última vez que Gauguin pasó un tiempo en su país natal: Cuando una nostálgica visita a Bretaña dio un giro totalmente desafortunado (sus alumnos ya no querían seguirle para seguir caminos individualistas, los lugareños no habían acogido bien a su acompañante javanés y ambos sufrieron una agresión que obligó a Gauguin a ingresar en el hospital, finalmente el mismo acompañante huyó con el dinero del artista, haciéndole perder el rastro), Gauguin decidió el traslado definitivo a la Polinesia en 1895.La última parte de su vida se caracterizó por una inquietud inicial que siguió experimentando como en su tierra natal, a pesar de encontrarse en su entorno favorito, debido a problemas de salud cada vez más persistentes y a la desaparición de su hija Aline. Estos acontecimientos y el alejamiento definitivo de cualquier noticia de la familia llevaron a Gauguin en 1898 al límite extremo de un intento de suicidio, poco después de terminar ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? (1897-1898), un gran lienzo en el que dominan los tonos oscuros. Recuperado del episodio y algo restablecido, Gauguin se trasladó a Hiva Oa, en las islas Marquesas. Aquí encontró una paz interior que afortunadamente le acompañó en los últimos años de su vida, dotándole también de un temperamento luchador y de la capacidad de relatar sus desgracias con ironía. Trasladó este nuevo vigor a pinturas equilibradas y escritos de diversa índole. Gauguin llegó a ser denunciado por calumnias por un gendarme, acusado por el artista de contribuir al tráfico de esclavos, y condenado en 1903 a varios meses de prisión. Sin embargo, nunca llegó a cumplir la condena, ya que unos meses más tarde, el 8 de mayo de 1903, fue encontrado sin vida en su cama, debido a los efectos de la sífilis de la que estaba enfermo.

Paul Gauguin, La familia del pintor en el jardín (1881; óleo sobre lienzo, 87 x 114 cm; Copenhague, Ny Carlsberg Glyptotek)
Paul Gauguin, La familia del pintor en el jardín (1881; óleo sobre lienzo, 87 x 114 cm; Copenhague, Ny Carlsberg Glyptotek)
Paul Gauguin, El Cristo amarillo (1889; óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm; Buffalo, Albright-Knox Art Gallery)
Paul Gauguin, El Cristo amarillo (1889; óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm; Buffalo, Albright-Knox Art Gallery)
Paul Gauguin, Paisaje en Martinica (1887; óleo sobre lienzo, 140,5 x 114 cm; Edimburgo, Scottish National Gallery)
Paul Gauguin, Paisaje en Martinica (1887; óleo sobre lienzo, 140,5 x 114 cm; Edimburgo, Scottish National Gallery)
Paul Gauguin, La Belle Angèle (1889; óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm; París, Museo de Orsay)
Paul Gauguin, La Belle Angèle (1889; óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm; París, Museo de Orsay)
Paul Gauguin, La visión después del sermón (1888; óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm; Edimburgo, Scottish National Gallery)
Paul Gauguin, La visión después del sermón (1888; óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm; Edimburgo, Scottish National Gallery)
Paul Gauguin, Vincent van Gogh pintando Girasoles (1888; óleo sobre yute, 73 x 91 cm; Amsterdam, Van Gogh Museum)
Paul Gauguin, Vincent van Gogh pintando Girasoles (1888; óleo sobre yute, 73 x 91 cm; Amsterdam, Van Gogh Museum)

La obra y el estilo de Gauguin

Impregnado en los primeros años de su producción artística por su contacto con los impresionistas, Gauguin asimiló sin duda su necesidad de reproducir la naturaleza después de haberla experimentado plenamente en plein air, pero en el plano técnico se distanció pronto del grupo. De hecho, no pudo encontrar en el impresionismo una alineación con la necesidad intrínseca de llevar el paisaje al lienzo en una interpretación más personal y emocional. La pincelada del propio Gauguin era mucho más “rígida” e inmóvil que la pincelada rápida e iridiscente de sus colegas. Un ejemplo de esta poética es La visión después del sermón, un cuadro en el que destacan algunas de las características típicas de Gauguin, empezando por los amplios campos de color y los contornos nítidos, el aspecto bidimensional de la superficie, los elementos tomados del arte japonés y la copresencia de lo real y lo irreal (en este caso, los dos mundos están claramente separados por el tronco entre las mujeres y la visión). “Para mí, en este cuadro”, había escrito Gauguin sobre el cuadro a Van Gogh, “el paisaje y la lucha sólo existen en la imaginación de la gente: por eso hay un contraste entre la gente, que es real, y la lucha en el paisaje, que es antinatural y desproporcionada”. El primitivismo de Gauguin también recurre al arte antiguo: el Cristo amarillo, por ejemplo, se inspira en el crucifijo medieval de la iglesia de Trémalo, cerca de Pont-Aven.

Quienes realmente influyeron en el estilo intenso y marcado que caracterizó las obras de Gauguin fueron más bien Delacroix y, como ya se había anticipado, los autores de las estampas japonesas. Del primero por las tonalidades vivas y el tono dramático de las escenas reproducidas, mientras que de las estampas tomó los aspectos que desembocaron en la técnica del cloisonnisme, como la caligrafía japonesa muy marcada y el encuadre atrevido que se detiene en los personajes más que en el entorno.

El feliz encuentro en la campiña bretona con los primeros exponentes del cloisonnisme determinó la orientación definitiva de la pintura de Gauguin: gracias a esta técnica supo encontrar la manera de sublimar al máximo los colores nítidos encerrándolos en fondos muy delineados. Gauguin nunca pintaba inmediatamente lo que veía, sino que guardaba el recuerdo para retomarlo más tarde, escuchando sus emociones y exaltándolas. Muy a menudo se han comparado sus obras con poemas musicales, ricos en ritmo y capaces de suscitar emociones incluso muy contrastadas entre sí y cada vez diferentes, pero siempre fuertes y auténticas.

Durante los años que pasó en la Polinesia, inmerso en paisajes incontaminados y alejados de la modernidad, Gauguin encontró una fuente inagotable de inspiración y, con el paso del tiempo, logró un equilibrio progresivo entre formas y colores, sencillez y misterio, quietud y suavidad. Inicialmente, sin embargo, la inspiración sigue siendo primitivista, como ocurre también en Ia orana Maria, donde las dos figuras de las dos jóvenes están modeladas a partir del relieve de un templo indonesio, en Java (Gauguin poseía una fotografía del relieve y la utilizaría como fuente de inspiración para otros cuadros). En este cuadro, Gauguin logra fusionar elementos de la tradición cristiana con sugerencias de culturas lejanas, con el deseo de aspirar a una pintura consagrada a la sencillez. Los cuadros protagonizados por mujeres locales abundan en la producción tahitiana de Gauguin: se trata de obras consagradas a la esencialidad, tanto compositiva como cromática, a menudo en poses clásicas, y donde el exotismo no es ni decorativo ni descriptivo. Más bien, el exotismo de Gauguin impregna la atmósfera de sus obras para devolver al observador la esencia del encuentro entre dos culturas diferentes, situación que permite al artista no dejarse influir tanto por su propia cultura e imaginar así otra.

La estancia de Gauguin en los exóticos paraísos polinesios se traduce también en una pregunta existencial que aflora con fuerza en una de sus últimas obras maestras, ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? Una reflexión del artista sobre el sentido de la vida plasmada en un cuadro que, según sus propias palabras, debía parecer un “fresco arruinado por las esquinas y aplicado sobre una pared dorada”. El cuadro representa, según un topos típico del arte occidental, las tres fases de la vida (infancia, madurez, vejez), representadas por la niña, la mujer que recoge una fruta y la que tiene la cabeza entre las manos, y que aparecen junto a otros personajes diversos, como las mujeres que pasean al fondo o el grupo de la derecha, leídos como figuras que reflexionan sobre su propia existencia, que terminará con la muerte, seguida quizá de un más allá, simbolizado por la estatua de la diosa polinesia Hina. La interpretación de la obra se ve facilitada por un texto del propio Gauguin, que guía al observador en la lectura de cada uno de los personajes. Un cuadro misterioso y enigmático en el que el exotismo del arte de Gauguin acentúa la dimensión filosófica de la composición y la reflexión que subyace en la obra.

Paul Gauguin, Ia Orana Maria (1891; óleo sobre lienzo, 113,7 x 87,7 cm; Nueva York, Metropolitan Museum of Art)
Paul Gauguin, Ia Orana Maria (1891; óleo sobre lienzo, 113,7 x 87,7 cm; Nueva York, Metropolitan Museum of Art)
Paul Gauguin, Manao tupapau (1892; óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm; Buffalo, Albright-Knox Art Gallery)
Paul Gauguin, Manao tupapau (1892; óleo sobre lienzo, 73 x 92 cm; Buffalo, Albright-Knox Art Gallery)
Paul Gauguin, ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? (1897-1898; óleo sobre lienzo, 139 x 374,5 cm; Boston, Museo de Bellas Artes)
Paul Gauguin, ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? (1897-1898; óleo sobre lienzo, 139 x 374,5 cm; Boston, Museum of Fine Arts)

Dónde ver las obras de Gauguin

Los cuadros de Gauguin se conservan en salas de museos de todo el mundo. En Europa, es posible admirar algunas obras en Francia (el núcleo principal se conserva en el Museo de Orsay de París, donde se encuentran obras maestras como Vista de los Alyscamps, La familia Schuffenecker, La belle Angèle, Dos tahitianas sentadas y elAutorretrato, mientras que otras obras están en el Louvre), en Suiza (el Kunstmuseum de Basilea, donde se conservan Ta matete y Nafea faa hypoipo), en el Museo Van Gogh de Ámsterdam. También se conservan otros cuadros en Rusia (en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, donde se conserva Aha oe feii?), en Escocia (en la National Gallery de Edimburgo están La visión después del sermón y Paisaje en Martinica) en Inglaterra (Courtauld Institute Galleries de Londres).

También se puede encontrar un gran número de cuadros de Gauguin en los Estados Unidos de América, en varias ciudades (Nueva York, Buffalo, Washington, Chicago, Cleveland). Sus obras maestras pueden admirarse en la Albright Art Gallery de Búfalo(El Cristo amarillo y Manao Tupapau), en el Metropolitan de Nueva York(Ia Orana Maria), en el Chryslter Art Museum de Provincetown(La pérdida de la virginidad), en el Chicago Art Institute(Marana no atua) y en el Museum of Fine Arts de Boston(¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?). No hay obras expuestas de forma permanente en museos italianos, que de vez en cuando acogen exposiciones dedicadas a él, como la muestra Gauguin, cuentos del paraíso que se montó en el Mudec de Milán en 2016.

Paul Gauguin, vida y obra del artista entre Francia y Tahití
Paul Gauguin, vida y obra del artista entre Francia y Tahití


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