Francisco Goya, vida y obra del gran pintor español de los siglos XVIII-XVIII


Francisco Goya fue uno de los más grandes pintores españoles, que vivió la transición entre el Rococó y el Romanticismo. Vida, obras, estilo.

Francisco José de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746 - Burdeos,1828) fue uno de los pintores y grabadores españoles más importantes. Al igual que su vida transcurrió a caballo entre dos siglos, su producción artística se desarrolló en un momento de la historia del arte en el que se produjo una transición gradual entre dos épocas diferentes, hacia un arte en el que se presentaban los puntos de vista personales y los temas introspectivos de los artistas. El propio Goya está considerado como uno de los primeros pintores de la época “contemporánea”, ya que sus obras no son estrictamente adscribibles a un género entre los que se encuentran a finales del siglo XVIII y principios del XIX, sino que pueden agruparse según temas recurrentes. Su producción pictórica temprana, de hecho, gira en torno al retrato, mientras que en su madurez se centró en temas muy próximos al Romanticismo, introduciendo escenas, situaciones y alegorías de tono onírico e irracional. Algunos grabados, como El sueño de la naturaleza genera monstruos, se han convertido en iconos que han perdurado a lo largo de los años inalterables en su impacto emocional y en su capacidad para provocar reflexiones existenciales en el espectador.

En su producción se aprecian giros estilísticos que no siguen un curso lineal, sino que aparecen casi de improviso. Estos giros están estrechamente ligados a las vivencias personales del artista, que fue testigo de muchos cambios históricos cruciales en España y tuvo que enfrentarse en la edad adulta a la aparición de una enfermedad discapacitante, a consecuencia de la cual perdió definitivamente la audición.

Vicente López y Portaña, Retrato de Francisco de Goya (1826; óleo sobre lienzo, 95,5 x 80,5 cm; Madrid, Museo del Prado)
Vicente López y Portaña, Retrato de Francisco de Goya (1826; óleo sobre lienzo, 95,5 x 80,5 cm; Madrid, Museo del Prado)

Vida y obra de Goya

Francisco José de Goya y Lucientes nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, una pequeña localidad cercana a Zaragoza. Su padre, José Benito de Goya Franque, era maestro dorador, lo que probablemente le hizo darse cuenta de las dotes de Francisco para el dibujo a una edad temprana y le hizo entrar en el taller de José Luzán y Martínez a los 14 años. Aquí, Goya entró en contacto con numerosas obras maestras del Renacimiento y el Barroco italianos (el propio maestro emulaba a Luca Giordano y Pietro da Cortona), estudiando y copiando las obras y mejorando cada vez más rápidamente su técnica. En el taller de Martínez, Goya conoció a otros muchos alumnos, entre ellos Francisco Bauyeu. Fue con él con quien un Goya de diecisiete años se trasladó en 1763 a Madrid, una ciudad ferviente en términos artísticos gracias a las actividades de mecenazgo del rey Carlos III. Goya albergaba un gran deseo de convertirse en el pintor del rey, y Madrid era el lugar idóneo para lograr su objetivo: pocos años antes, en 1752, se había inaugurado allí la Real Academia de San Fernando, encargada por Fernando VI siguiendo el modelo de la Academia francesa. La Academia contribuyó a la formación de jóvenes que difundieron un renovado gusto español impregnado de las influencias del arte italiano. No es casualidad que dos grandes maestros gravitaran en Madrid, llamados desde Italia por Carlos III para la construcción del Palacio Real: el neoclasicista Anton Raphael Mengs y el maestro del rococó Giovanni Battista Tiepolo, muy diferentes entre sí pero explícitamente queridos juntos por el soberano como dos de los artistas más célebres de la época. Goya quedó fascinado por la diversidad de estos dos estilos, prefiriendo el de Tiepolo.

Este fue, pues, el contexto en el que Goya pasó tres años de su juventud. Las crónicas nos presentan a un muchacho de temperamento emprendedor e impetuoso, que no se amilanaba ante nada, ya fuera una experiencia nueva o un rechazo. Como el que recibió cuando intentó dos veces ingresar en la Academia, entre otras cosas siendo derrotado en el segundo intento por el hermano de su amigo Bauyeu. La vida de Goya estuvo bastante entrelazada con la de los hermanos Bauyeu, ya que ambos alcanzaron los mismos objetivos que Goya perseguía -ingresar en la Academia y convertirse en pintor de la corte- y se convirtieron en cuñados. De hecho, Goya se casó con Josefa ’Pepa’ Bayeu, una unión que, sin embargo, tuvo poca importancia para el artista, que solía rodearse de amantes.

Goya empezó a plantearse abandonar Madrid cuando murió Tiepolo en 1770, lo que puso fin a la “rivalidad” entre él y Mengs que tanto cautivó al joven artista. Esta parece ser la motivación que impulsó a Goya a emprender un viaje a Roma, a sus expensas. Gracias al descubrimiento de un escrito autógrafo titulado Cuaderno Italiano, hoy es posible rastrear mucha información sobre este viaje, como las fechas precisas de su estancia, desde marzo-abril de 1770 hasta junio de 1771. Además, nos acompaña en su prolífica inmersión en el ambiente artístico romano, entre encuentros con Giovani Battista Piranesi, cuyo estilo quedó firmemente impreso en el imaginario de Goya y rastreable en futuros grabados, contactos con las obras de Füssli, en pleno Romanticismo inminente, y el estudio en directo de obras maestras de siglos anteriores. Entre ellas, Goya quedó fascinado por las Stanze de Rafael, la bóveda del Palacio Farnesio de Annibale Carracci y el retablo de la iglesia de la Santísima Trinidad de los Españoles de Corrado Giaquinto, pintor al que Goya ya había conocido personalmente en España. El viaje a Italia también fue decisivo para Goya en su regreso a su país natal, ya que esta experiencia le abrió muchas puertas: recibió el encargo de pintar los frescos de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, y otros prestigiosos encargos que ayudaron a consolidar su fama.

Fue también gracias a Francisco Bauyeu que en 1774 Goya recibió un encargo muy importante de Mengs, Superintendente de Bellas Artes en aquel momento, concretamente la realización de una serie de cartones para los tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara. La intención de Mengs era incorporar jóvenes pintores españoles capaces de plasmar el gusto local, ya que hasta entonces los tapices se habían realizado siempre al estilo flamenco, lo que desde que Flandes dejó de ser dominio español tras la Paz de Utrecht en 1713 ya no era el caso. Los cartones producidos por Goya, en los que aparecen figuras con temas populares (los llamados majos y majas españoles, véase El quitasol, 1777), fiestas y diversiones, se consideraban de un excelente nivel, de hecho de tal complejidad pictórica que suscitaron las críticas de los tejedores por la dificultad objetiva de reproducir los detalles. Los cartones aumentaron aún más la fama de Goya hasta el punto de que finalmente fue llamado a la Academia en 1780 por méritos reconocidos.

Tras ingresar en la Academia, Goya comenzó a dedicarse al retrato, produciendo obras de gran interpretación psicológica. Gracias a esta capacidad se vio envuelto en una delicada misión, la de retratar al hermano del rey, don Luis, que había sido expulsado de la corte por querer tomar a toda costa como esposa a una muchacha no noble. La mujer, mucho más joven que su marido, sufría un aislamiento forzoso, por lo que Goya se encontró en un clima familiar turbulento. Varios artistas habían intentado y abandonado el encargo antes que él, pero Goya, con su sensibilidad única, consiguió terminar los retratos y plasmar en el lienzo la complejidad de los sentimientos de los protagonistas. Véase La familia del infante don Luis de Borbón (1783). Gracias a este encargo, Goya empezó a hacerse un cierto nombre entre la nobleza y recibió numerosos encargos como retratista, véase por ejemplo Los Duques de Osuna con sus hijos (1788) y entretanto se convirtió finalmente en Pintor del Rey en 1786. Se dice que Goya quiso alardear de sus logros comprándose un carruaje, lo que refleja un carácter bastante descarado.

Goya permaneció en la corte incluso tras la muerte de Carlos III y la posterior proclamación de Carlos IV, quien le pidió que interrumpiera el trabajo que estaba llevando a cabo y se dedicara a realizar nuevos tapices para su estudio con alegres temas campestres. En cartas enviadas a su fraternal amigo Zapater, Goya expresó su decepción por el episodio, y no es casualidad que los cartones que realizó posteriormente escondieran una crítica a ciertas dinámicas que se observaban en la corte, como las hipocresías, las uniones de conveniencia y el clima de incertidumbre generalizado tras la Revolución Francesa. Los tiempos de algarabía y pompa aristocrática estaban ya demasiado alejados de la realidad. Además, Goya no veía en la figura de Carlos IV un soberano con el que pudiera contar y empezó a temer por su trabajo. Una vez terminados los cartones encargados por el rey en 1792, decide abandonar la corte y marcharse a Andalucía. Sin embargo, al llegar a Sevilla, cae enfermo de una dolencia que aún hoy se desconoce (se considera alternativamente sífilis o envenenamiento por el plomo que contienen los colores) que le obliga a guardar cama paralizado. Goya supera la enfermedad, pero permanece sordo.

Tras este suceso, Goya cambia el estilo y los temas de su pintura e introduce por primera vez los temas con los que se haría famoso hasta hoy, los más oníricos, alegóricos y misteriosos. La máxima expresión de este cambio son los Capricci, una serie de grabados publicados en 1799, que fueron retirados por la Inquisición sólo dos días después de su publicación. Mientras tanto, en 1795 Goya se había convertido en director de pintura de la Academia, su cuñado Bayeu había fallecido y conoció a la duquesa María Teresa Cayetana de Silva, de la que pintó un famoso retrato. Mientras tanto, primero el protector de Goya , Melchor de Jovellanos, que nombró a Goya Primero Pintor de Cámera, y después Manuel Godoy, amante de la esposa de Carlos IV, le sustituyeron como ministro. Entre los cuadros de Godoy surgieron dos lienzos gemelos que pasaron a la historia: la Maja vestida (1800-1808) y la Maja desnuda (1790-1800).

Mientras tanto, el primer ministro había sido detenido y destituido en 1808, tras la entrada de los ejércitos franceses en España y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII, sustituido más tarde por Napoleón por su hermano José Bonaparte. La aristocracia española no aceptó la llegada de Bonaparte y alentó una revuelta del pueblo español. Tras los enfrentamientos, en 1812 se proclamó la Constitución y Bonaparte fue derrocado al año siguiente. Fernando VII volvió al trono español, pero se mostró intransigente y anuló la Constitución. Las convulsiones históricas descritas están muy presentes en Goya a través de los grabados del ciclo Los Desastres de la Guerra (c. 1810-1820).) y una serie de pinturas realizadas entre 1812 y 1814 para la Academia, en las que se abandonan las visiones oníricas en favor de escenas de la sublevación española narradas desde un punto de vista documental, entre ellas dos lienzos que en 1814 Goya pidió financiar al Consejo de Regencias, órgano gubernamental activo entre el derrocamiento de Bonaparte y el regreso de Fernando VII, en los que representaría el valor del pueblo español durante la rebelión.

Abandonada definitivamente la corte, en 1819 Goya se instala en una casa de las afueras de Madrid, conocida por todos como “la Quinta del sordo”, junto a Leocadia Zorrilla, una jovencísima muchacha a la que había conocido años antes en la boda de su hijo y con la que se reencuentra tras varios años separados. Estos años son atormentados por rencillas con Leocadia y nuevos problemas de salud. La situación supuso un nuevo cambio en la obra de Goya, visible en las llamadas Pinturas Negras, óleos realizados sobre las paredes de la Quinta en los que vuelven a aparecer escenas oscuras y crípticas en las que el artista reflexiona sobre el mal como ente omnipresente en el Mundo. El más conocido es Saturno devorando a uno de sus hijos (1821-1823). En 1823, sin embargo, Goya abandonó la Quinta para huir de la represión, cediéndosela a su sobrino. A finales del siglo XIX, la casa pasó a manos del barón d’Erlanger, quien ordenó trasladar las pinturas a lienzos y las donó al Museo del Prado. Finalmente fue demolida en 1910. En 1824, aprovechando la amnistía general convocada por Fernando VII, Goya pidió y obtuvo licencia para ir a curarse a Plomieres. En realidad, fue a Burdeos para reunirse con otros amigos opositores al régimen. Aquí vivió unos años de tranquilidad, como se aprecia en sus últimas obras, mucho más serenas que las Pinturas negras. Murió en Burdeos en 1828 a causa de otra enfermedad, a la edad de 82 años. Sus restos se conservan hoy en la ermita de San Antonio de Florida, bajo unos frescos pintados por él.

Francisco Goya, El quitasol (1777; óleo sobre lienzo, 104 x 152 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, La sombrilla (1777; óleo sobre lienzo, 104 x 152 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Retrato de la duquesa de Alba (1795; óleo sobre lienzo, 194 x 130 cm; Madrid, Colección de Alba)
Francisco Goya, Retrato de la duquesa de Alba (1795; óleo sobre lienzo, 194 x 130 cm; Madrid, Colección de Alba)
Francisco Goya, Retrato de los duques de Osuna con sus hijos (1788; óleo sobre lienzo, 225 x 174 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Retrato de los duques de Osuna con sus hijos (1788; óleo sobre lienzo, 225 x 174 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, La familia del Infante Don Luis de Borbón (1783; óleo sobre lienzo, 248 x 330 cm; Traversetolo, Fondazione Magnani Rocca)
Francisco Goya, La familia del infante don Luis de Borbón (1783; óleo sobre lienzo, 248 x 330 cm; Traversetolo, Fondazione Magnani Rocca)
Francisco Goya, El sueño de la razón genera monstruos (c. 1797; pluma y tinta sobre papel, 23 x 15,5 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, El sueño de la razón genera monstruos (c. 1797; pluma y tinta sobre papel, 23 x 15,5 cm; Madrid, Museo del Prado)

El estilo de Francisco Goya

La peculiaridad de Goya como pintor radica en laimposibilidad de encasillarlo en una corriente o estilo concreto, dada su exploración absolutamente personal de temas que variaban según los acontecimientos particulares de su vida. Probó también diversas técnicas: cartones preparatorios para tapices, frescos, pinturas sobre lienzo, grabados e incluso obras realizadas al óleo en las paredes de su casa de campo. En cualquier caso, su sensibilidad puede considerarse la de un artista que se anticipó en muchos aspectos al Romanticismo, situándose como una figura de transición hacia esta época por sus experiencias artísticas y por la cercanía de los temas que trató.

Vemos cómo la primera parte de su actividad como pintor se caracteriza por el predominio de tonos claros y luminosos y temas ligeros y frívolos. Son los años de su formación y frecuentación de los círculos aristocráticos y sus “caprichos”. Goya, sin embargo, se distingue claramente de los pintores más académicos, demostrando una soltura muy personal en el uso de colores y pinceladas que confieren a los cuadros vibraciones muy vitales y expresivas. También en el retrato se distinguió por su capacidad para ir más allá de la reproducción fiel del sujeto y plasmar su caracterización psicológica. Por otra parte, la primera parte de la carrera del artista, ejemplificada por un cuadro de juventud como La sombrilla, ejecutado cuando el artista contaba sólo veintinueve años y ejemplo llamativo de los temas frívolos que abundan en su producción de la época, se caracteriza por los modelos de Tiépolo, a los que la obra del Prado remite abiertamente: aéreo y luminoso, permite también una gran libertad en la redacción pictórica, tan espontánea que casi se asemeja a un boceto. Durante esta fase de su carrera, el artista se dedicó sobre todo a observar la sociedad española y sus costumbres.

La enfermedad contraída en 1792 marca el primer cambio radical en su producción pictórica. Los temas se vuelven oscuros e introspectivos, indagando en cuestiones existenciales. Los primeros experimentos se encuentran en una serie de pequeños cuadros de escenas dramáticas y trágicas, como naufragios, incendios, interiores de manicomios. La culminación llegó con los Capriccios de 1799, una serie de ochenta grabados en los que Goya presenta vicios, supersticiones, abusos, brujería y oscuros rituales mágicos, explicados detalladamente mediante leyendas que acompañan a las imágenes(léase también el estudio en profundidad sobre el Cuaderno C). En un principio, la portada de Capricci iba a incluir el famoso “El sueño de la razón genera monstruos”, que simboliza precisamente el final de la Ilustración posterior a la Revolución Francesa e imagina una nueva realidad en la que ya no existen límites morales y el caos prolifera imperturbable.

Uno de los cuadros de “transición” entre el periodo juvenil y el maduro es la célebre Maja desnuda, obra que lleva al extremo el interés de Francisco Goya por sus contemporáneos. Se desconocen las circunstancias del encargo, pero se dice que la retratada era la duquesa Cayetana o, lo que es mucho más verosímil, la amante de Manuel Godoy. Es probable que Godoy solicitara los dos cuadros para su gabinete privado, ya que fueron realizados de tal manera que al levantar el cuadro con la “vestida”, la “desnuda” aparecería debajo, y como los rasgos de las dos mujeres son diferentes, manteniendo en cierto secreto la identidad de su amante. La ’ Maja desn uda’ representa el primer ejemplo en el arte europeo en el que una mujer sin velo no es representante de un personaje mitológico, sino un verdadero objeto de placer. El atrevimiento de estas pinturas llevó a Goya ante el tribunal de la Inquisición en 1811, cuando fueron encontradas entre las posesiones de Godoy a su muerte. Se trata de una pintura, en efecto, desconcertante por elerotismo exhibido de una mujer que, como se ha dicho, ni siquiera se salvó de la justificación mitológica.

Aproximadamente quince años y numerosas vicisitudes históricas después, la narrativa pictórica de Goya se desplaza hacia episodios bélicos que el artista reproduce con un sesgo documental, como quien ha vivido en primera persona lo que relata y nos lleva al meollo de las cosas. Entre estas obras destaca El 3 de mayo de 1808: Fusilamiento en la Montaña del Príncipe Pío, una obra maestra cruda e impactante. Se trata de una escena de gran impacto que representa la ejecución de unos patriotas, sobre un fondo lúgubre que evoca el lado más oscuro de Goya, aquel fascinado por los temas de lo oculto y la brujería (de hecho, son numerosas las obras de Goya dedicadas al tema de la brujería, incluyendo sabbats, monstruos y apariciones de fantasmas que a menudo se convierten en alegorías de la España de la época). Un cuadro envuelto en tragedia, un drama acentuado también por el gesto del personaje vestido con camisa blanca que extiende los brazos casi como pidiendo clemencia, que no le será concedida. Haber vivido en primera persona algunos de los peores episodios de la humanidad a lo largo de su vida está sin duda en la base de las Pinturas negras del sordo quinto, creadas cuando el artista se encontraba en sus últimos años. Es evidente aquí una nueva representación del mal, protagonista absoluto de representaciones en las que el hombre está prácticamente ausente. Esta abundancia de obras dramáticas en esta etapa de su carrera se ha leído como una reacción a la derrota de la Ilustración y al predominio de esos “monstruos” generados por el sueño de la razón que Goya había denunciado con su arte.

Su última obra conocida es la Lechera de Burdeos (1827-28), donde los colores y los tonos se relajan, correspondiendo a la serenidad encontrada en los últimos años de su vida transcurridos en Francia, lejos de guerras y regímenes.

Francisco Goya, Maja vestida (1800-1808; óleo sobre lienzo, 95 x 190 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Maja vestida (1800-1808; óleo sobre lienzo, 95 x 190 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Maja desnuda (1790-1800; óleo sobre lienzo, 95 x 190 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Maja desnuda (1790-1800; óleo sobre lienzo, 95 x 190 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, 3 de mayo de 1808 (1814; óleo sobre lienzo, 266 x 345 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, El 3 de mayo de 1808 (1814; óleo sobre lienzo, 266 x 345 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Saturno devorando a sus hijos (1821-1823; óleo sobre pared transferido a lienzo, 146 x 83 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, Saturno devorando a sus hijos (1821-1823; óleo sobre pared transferido a lienzo, 146 x 83 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, La lechera de Burdeos (1827-1828; óleo sobre lienzo, 74 x 68 cm; Madrid, Museo del Prado)
Francisco Goya, La lechera de Burdeos (1827-1828; óleo sobre lienzo, 74 x 68 cm; Madrid, Museo del Prado)

Dónde ver las obras de Goya

El núcleo más importante de la obra de Francisco Goya se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, donde es posible admirar pinturas y dibujos que abarcan toda la carrera del pintor español (de la Parasole a la Maja desnuda y la Maja vestida, de la Vendemmia a las Fucilazioni del 3 maggio 1808, de Il sabba delle streghe a Saturno che divora i suoi figli). Además, el museo madrileño ha adquirido recientemente la primera obra conocida de Francisco Goya, el cuadro Aníbal vencedor, que por primera vez mira Italia desde los Alpes, de 1771.

Otras obras importantes se encuentran en varios museos españoles (en particular en la Real Academia de San Fernando de Madrid, y algunas obras están también en el Museo de Zaragoza), la National Gallery de Londres, el Nationalmuseum de Estocolmo, el Metropolitan Museum de Nueva York y varias otras instituciones. Una curiosidad: en la localidad francesa de Castres hay un museo que lleva el nombre de Goya, el Musée Goya, donde se reúnen en una sola sala algunas de sus obras, incluido un autorretrato suyo. Se trata de un museo dedicado íntegramente al arte español y debe su nombre a que el núcleo que realmente permitió la apertura del museo, el Legado Briguiboul, había sido reunido por un coleccionista apasionado por la pintura española que había reunido tres obras de Goya, quien, por tanto, ocupa un lugar especial en el museo.

También hay obras de Goya en Italia: La Familia del Infante Don Luis de Borbón en la Fundación Magnani-Rocca de Traversetolo, el Retrato de María Luisa de Parma en el Museo Nacional de Capodimonte de Nápoles, el Retrato de María Luisa de Borbón y Vallabriga en los Uffizi de Florencia.

Francisco Goya, vida y obra del gran pintor español de los siglos XVIII-XVIII
Francisco Goya, vida y obra del gran pintor español de los siglos XVIII-XVIII


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