Los medios de comunicación franceses se hicieron eco de un descubrimiento anunciado ayer: en una casa de Compiègne, ciudad de unos 40.000 habitantes situada en Picardía, al norte de Francia, se encontró una pintura sobre tabla que el anticuario Eric Turquin atribuyó a Cimabue (Florencia, hacia 1240 - Pisa, 1302). La obra, que representa a un Cristo burlado, mide 25,8 por 20,3 centímetros, está Turquin sostiene la hipótesis de que se trata de un elemento de un díptico de 1280, desmembrado posteriormente, en el que se pintaron historias de Cristo y del que actualmente sólo se conocen dos escenas, la Flagelación de la Frick Collection de Nueva York y la Virgen con el Niño entronizado de la National Gallery de Londres, ambas de dimensiones muy similares a la tabla hallada en Compiègne. Según las reconstrucciones, el díptico constaba de dos compartimentos, divididos en cuatro escenas: Turquin cree que una de las ocho escenas era precisamente el Cristo burlado de Compiègne.
El descubrimiento se produjo por pura casualidad, según lo que se sabe: en efecto, la propietaria, una anciana, lo había denunciado a la casa de subastas Actéon de Compiègne, alegando que siempre había estado colgado “entre el salón y la cocina”, y que la familia lo había considerado una obra sin valor particular (también porque la señora no puede precisar su procedencia). Tras el informe, la obra (cuando los expertos acudieron a la casa de Compiègne, dicen, la tabla estaba colgada en una pared cerca de los fogones de la cocina) fue sometida a exámenes reflectográficos que revelaron un excelente estado de conservación. Según Turquin, “la atribución no suscitará discusiones porque, comparando la obra con otras pinturas conocidas de Cimabue, es evidente que la mano es la misma”. Según Turquin, la atribución al maestro florentino se apoya en el punzonado, el estilo y el tipo de decoración del fondo dorado.
La obra será puesta a la venta por Actéon el 27 de octubre en Senlis, y está estimada entre 4 y 6 millones de euros. Será la primera venta en subasta de una obra de Cimabue en décadas.
“Nuestra tabla”, explica Dominique Le Coënt-de Beaulieu, de Actéon, “encaja perfectamente en la reconstrucción del díptico. Las huellas del marco antiguo, los pequeños puntos redondos ejecutados con el punzón de la misma manera que los otros paneles conocidos, el estilo, la ornamentación del fondo dorado, la correspondencia de los paneles y su estado de conservación confirman que nuestro panel, así como los conservados en la National Gallery y en la Frick Collection, formaban parte del compartimento izquierdo del mismo díptico”.
“El Cristo”, explica Stéphane Pinta, especialista en arte antiguo del gabinete Turquin, “ocupa la parte central de la obra, y a su alrededor se apiñan los dos grupos humanos compactos, como si fueran platos de escamas. Su disposición, apretados unos contra otros, da lugar a una sensación de fuerte asfixia, reforzada por el juego de brazos y piernas entrelazados, que expresan con fuerza la idea de Cristo rodeado: los rostros, o más bien estas máscaras caracterizadas por muecas burlonas y expresiones ceñudas, las miradas cargadas de animosidad definidas por un dibujo lineal y suave que plasma formas naturales mediante el juego de acentos luminosos. En contraste con este tumulto, Cristo supera a este grupo humano con su estatura, que no es sólo física, sino también moral. A las invectivas y los golpes, opone una serenidad que se traduce en su actitud de abandono, de abnegación que se desprende de sus brazos colgantes y de su expresión serena. Los rasgos faciales se describen mediante un dibujo suave: la nariz, la boca, la barba y el cabello son poco convencionales. Estamos ante un ser humano real, que se abandona a sí mismo, y ya no ante una deidad poderosa, casi abstracta. En este sentido, nuestra mesa es uno de los primeros testimonios del arte occidental”.
Ahora sólo queda esperar la opinión de los estudiosos que se ocupan de Cimabue, ya que el debate aún no se ha abierto. Eric Turquin ha saltado a los titulares recientemente por su papel en el ’resurgimiento’ de la llamada Judith de Tolosa, una obra que los anticuarios asignaban a Caravaggio (la atribución es, sin embargo, muy discutida), que fue expuesta en medio de una gran polémica entre 2016 y 2017 en la Pinacoteca de Brera y que finalmente fue adquirida este verano por un particular que probablemente la prestará a un gran museo. Los especialistas están convencidos de que todavía hay muchas obras valiosas escondidas en casas de provincias.
¿Es la tabla descubierta en la cocina de una casa particular de las provincias francesas por Cimabue? |
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