Guido Strazza (Santa Fiora, 1922) regresa a su ciudad natal, Santa Fiora, con motivo de su 101 cumpleaños. De hecho, el artista es el protagonista de la exposición È annuncio la cometa di luce nella notte, comisariada por Gianluca Murasecchi y Simona Ciofetta, que tendrá lugar del 23 de diciembre de 2023 al 6 de enero de 2024 en el Palazzo Sforza Cesarini. La inauguración tendrá lugar el sábado 23 de diciembre a las 11.30 horas.
La exposición se abre con una serie de obras de los años 50 hasta la actualidad, que recorren los principales temas del recorrido creativo del artista y sus investigaciones sobre el signo, la relación del signo con la luz y el color. Un momento central de reflexión sagrada evoca la concepción de un nacimiento resplandeciente en esta exposición antológica de obras sobre papel de Guido Strazza, un tema que también acompaña el regreso al lugar de nacimiento del autor y, nada menos, un tema que prepara la próxima apertura de una sede museística en Santa Fiora, que albergará de forma permanente unas sesenta obras donadas por el artista a su lugar de origen.
En noviembre de 2023, Guido Strazza donó a su municipio natal de Santa Fiora pinturas, dibujos y grabados, obras representativas de su producción artística desde los años 40 hasta las dos primeras décadas de la década de 2000. La donación del artista se albergará en el nuevo Museo Municipal, en una sección que se dedicará a esta importante exposición permanente, destinada a convertirse en el museo de referencia de su obra. La colección, que recorre los temas y ciclos desarrollados por el artista, constituye un corpus único que resume toda su trayectoria creativa.
En cuanto a la exposición, la selección de obras pretende representar un resumen caleidoscópico de los ciclos que han determinado los pasajes interconectados de toda su producción, con una selección decidida, para la ocasión, a destacar creaciones en las que la naturaleza sobrenatural y la terrenal se ponen en alegre diálogo. La muestra pretende ser exhaustivamente representativa de un pensamiento que, partiendo siempre del fulcro central del signo, se ha ramificado en temas sólo aparentemente transversales entre sí, pero que siempre ha anudado un hilo persistente y discernible. Ya desde sus primeros estudios de Aeropittura, su signo entrelazado en continuos remolinos y movimientos arraigó en un concepto motor que a partir de entonces floreció sin cesar, desde su viaje a América Latina, receptáculo de obras en las que la suspensión indeterminada de las dimensiones del tiempo y el espacio, percibidas como completamente invertidas en elhemisferio sur, hasta un diálogo que conectaba con los graffiti primitivos encontrados en Liguria, en el yacimiento de los llamados Balzi Rossi, en 1958, en ejemplares que vinculaban gestualmente la inmovilidad rocosa con la eterna movilidad de transparencias y fluidos. Gesto que se seca en la contemplación del paisaje holandés, contemplación y pretexto para una línea de horizonte que resume un aquí y un allá extensible a todos los sentidos de la concepción y la visión. Un signo que se dinamiza durante su estancia en Venecia y vuelve a ser reflexivo en su regreso a Roma en los años sesenta, concretamente en el ciclo pictórico El jardín de las Hespérides, tema en el que la existencia terrenal es anhelo y expresión de una intensa felicidad precisamente en esas delineaciones de los frutos paradisíacos recogidos, contenidos en una mirada soleada no turbada por la decadencia.
También en el ciclo Ricercare, el signo, la aparición de la conjunción de dos o más campos cromáticos, se convierte entonces en estructura, como lo hace más tarde en el Trame o Trame quadrangolari. La naturaleza, observada por él, en su curso de progresión y adaptación, desde los paisajes latinoamericanos hasta el ciclo Insectos o Árboles, pronuncia siempre un orden constructivo secuencial en el que las variantes ilimitadas siguen siendo una transición racional de un estado a otro con una conexión de huellas, de cristalizaciones o tormentas de gestos, de significación de una huella llevada a determinarse en una dirección específica o en su opuesta.
Pero también la naturaleza de la urbanidad sedimentada de Roma, de sus Murallas y Columnas o la feliz geometrización de elaboraciones metafísicas como las de las piedras semipreciosas policromadas de los maestros Cosmati están en concierto con la instintividad, la inmediatez y la estratificación objetiva y espontánea de la historia. El paso al tema delArco, que ya había surgido a principios de los años ochenta y se desarrolló plenamente a finales de los noventa, es una síntesis de la forma del puente, signo de conjunción aérea entre dos términos absolutos en las antípodas, en un gesto amplio y fluido o neurótico e interrumpido, demostración de una ligazón filosófica ininterrumpida de energías mínimas o cósmicas, periféricas o centrales que se reconectan a su vez, como ocurre por ejemplo con la circularidad central de las divisiones cosmatescas con las propulsiones de luz, interiorizadas o exteriorizadas, presentes en las Auras, en las que el signo, sólo aparentemente, desaparece para reformarse en las retinas observadoras y encantadas, un sistema que ya había sido introducido en las regularidades exactas del ciclo Ricercare pero que aquí encuentra un axioma original y universal. Cartas, todas ellas, que abarcan casi la totalidad de un siglo extraordinario vivido por el artista, nacido por destino y ahora renacido por elección en el de Santa Fiora.
La exposición, con entrada gratuita, está abierta todos los días de 11.00 a 13.00 y de 14.30 a 18.00. Cierra el 25 de diciembre.
Nacido en Santa Fiora el 21 de diciembre de 1922, Guido Strazza comenzó su actividad artística muy joven, tras conocer a Filippo Tommaso Marinetti, quien en 1942 le invitó a participar en las exposiciones Aeropittura del Palazzo Braschi de Roma y en la Bienal de Venecia. Tras licenciarse en ingeniería en Roma en 1946, abandonó su profesión al cabo de dos años para dedicarse a la pintura. Viajó a Chile, Brasil y Perú, donde desarrolló un amplio interés por el arte preincaico. En Río de Janeiro comenzó a practicar el grabado en el taller de Fayga Ostrower; en 1951 y 1953 expuso en la Bienal de Arte de São Paulo. Regresó a Italia en 1954 y abrió un estudio en Venecia. En Milán, de 1957 a 1963, realizó los Racconti segnici, los cuadros largos en rollo y los estudios Metamorfosis de las formas, sobre temas desarrollados en una serie de ciclos pictóricos, como el Paesaggio de 1956, el Balzi Rossi de 1958 y el Paesaggio Olandese de 1961. De regreso a Roma, entre 1964 y 1967 trabajó en el ciclo Il Giardino delle Esperidi (El Jardín de las Hespérides ) y asistió al taller de la Calcografia Nazionale, donde profundizó en el lenguaje del grabado; presentó los resultados de sus investigaciones en una sala personal en la Bienal de Venecia de 1968. En 1979 Scheiwiller publicó su libro Il gesto e il segno; expuso su serie Trama quadrangolare en el Palazzo Reale de Milán. Siguieron otros ciclos de pintura y grabado, como Ricercare, Orizzonti olandesi, Insetti, Segni di Roma, Cosmati, Giardino di Euclide, Aure, Orizzonti, Archi.
En 1984 volvió a exponer en solitario en la Bienal de Venecia. Entre las exposiciones de los años siguientes destacan la antológica en la Calcografia Nazionale en 1990, las del Palazzo Sarcinelli de Conegliano en 1999, en la Basílica Palladiana de Vicenza en 2005 y la gran exposición antológica en la Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma en 2017. Se dedica con pasión a la docencia y enseña también en la Calcografía Nacional, en la Universidad Wesleyana, en la Universidad de Siena, en la Academia de Bellas Artes de Roma, de la que fue director en 1985-88, en la Escuela Libre de Gráfica de Matera. Sus obras se conservan, entre otros, en el British Museum de Londres, el Ludwig de Colonia, el Stedelijk de Amsterdam, los Museos Vaticanos, los Uffizi, el Mart de Rovereto, la Ca’ d’Oro de Venecia y la Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma, que adquirió su archivo. Ha recibido diversos galardones, entre ellos: el Premio Feltrinelli de la Accademia dei Lincei en 1988 por obra gráfica y en 2003 por grabado, el Premio Cultori di Roma en 2002 y el Premio Vittorio De Sica de artes visuales en 2014. Es miembro de la Koninklijke Vlaamse Academie van België, del Instituto Nacional de Estudios Romanos y de la Accademia Nazionale di San Luca, que presidió en 2011-12. En 2020, el ICCD le dedicó en Roma la exposición “Il segno e la luce. Guido Strazza a través de imágenes de su archivo’. En 2022, fue invitado por la Accademia Nazionale dei Lincei por la donación de 500 de sus grabados calcográficos, incluidos en el prestigioso Fondo Corsini; ese mismo año, la Accademia di Belle Arti de Roma celebró su centenario con una exposición antológica, a la que siguieron la retrospectiva en el Istituto Nazionale per la Grafica, la exposición ’Ricercare’ en la Galleria Nazionale d’Arte Moderna de Roma y la muestra ’Trame e Segni. Guido Strazza” en la Accademia di San Luca de Roma en 2023. Ese mismo año, en el marco de las celebraciones del 50 aniversario de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo de los Museos Vaticanos, se expuso en la Pinacoteca Vaticana su cuadro de 1992 “Grande Aura”, parte de una importante donación del artista incluida en la Colección.
Guido Strazza regresa a su ciudad natal, Santa Fiora, con una exposición y una donación |
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