Un viaje a través del tiempo, la materia y el mito: el Laberinto de Arnaldo Pomodoro reabre sus puertas al público el 20 de marzo, ofreciendo de nuevo a los visitantes la oportunidad de sumergirse en una de las obras más fascinantes del artista. Situado en el sótano de la sede milanesa de la Maison FENDI, el Laberinto se presenta con acceso renovado y está abierto a todos, previa reserva. Lejos de la iconografía tradicional del laberinto, formado por setos o pasadizos serpenteantes a la luz del sol, el laberinto de Arnaldo Pomodoro (Morciano di Romagna, 1926) se despliega en las profundidades de la ciudad, envuelto en una atmósfera suspendida entre lo antiguo y lo contemporáneo. La inspiración procede de la Epopeya de Gilgamesh, el poema alegórico más antiguo de la historia de la humanidad, que data del año 2000 a.C., un relato de aventuras y búsqueda existencial que aquí se traduce en material escultórico. A través de pasadizos y muros esculpidos, el camino conduce al visitante a un mundo primordial de recuerdos grabados y símbolos arcaicos. Las superficies de la gran instalación llevan signos misteriosos, grabados que evocan civilizaciones lejanas y lenguas olvidadas, pero capaces de suscitar un sentimiento de familiaridad universal. Un universo hecho de cuñas, perforaciones e improntas, una escritura visual que recuerda la tradición sumeria, el arte rupestre y la dimensión arquetípica del símbolo.
“Siempre he sentido una gran fascinación por los signos, sobre todo por los signos arcaicos”, explicó Pomodoro al crítico Sandro Parmiggiani, “las huellas que excavo en el material artístico, las cuñas, los hilos y los desgarros, me vienen inicialmente de ciertas civilizaciones arcaicas”.
Pero el Laberinto es también un mapa interior, un manifiesto de la poética del artista. Nacido en Montefeltro en 1926 y trasladado a Milán en 1954, Pomodoro ha desarrollado a lo largo de los años un estilo escultórico único, capaz de combinar materia y memoria, tecnología y artesanía, signos arcaicos y lenguajes modernos. Desde sus primeras obras de los años 50, caracterizadas por enigmáticos altorrelieves, hasta sus grandes esculturas urbanas y el Laberinto, el maestro ha explorado la capacidad del bronce para albergar la historia y reinventarla continuamente. La reapertura del Laberinto se inscribe en el marco de la colaboración entre FENDI y la Fundación Arnaldo Pomodoro, una asociación que ya ha visto la presencia de otras obras del artista en el espacio de los otros Solari 35. Aquí, además de la gran instalación subterránea, hay dos obras de vestuario: el Traje de Dido, creado para la puesta en escena de Dido, reina de Cartago, de Christopher Marlowe, en Gibellina en 1986, y el Traje de Creonte, creado para Edipo Rey, de Igor Stravinsky, puesta en escena en Siena en 1988. Visitar el Laberinto significa adentrarse en una tierra fronteriza entre la materia y la imaginación, donde cada signo grabado es una puerta a un pasado ancestral y cada sombra proyectada en las paredes un eco de la memoria colectiva. La experiencia, de unos 45 minutos de duración, permite explorar las formas conceptuales y técnicas en que Pomodoro dio forma a su visión, vinculando autobiografía y experimentación, tradición e innovación.
“Mi entrada en el laberinto es una invitación a los meandros de un camino, donde el tiempo se transforma en espacio y el espacio se convierte a su vez en tiempo”, afirma el propio Arnaldo Pomodoro, describiendo la profunda conexión entre su obra artística y la experiencia sensorial de los visitantes.
Fotografía de Andrès Juan Suarez. Cortesía de la Fundación Arnaldo Pomodoro
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El Laberinto de Arnaldo Pomodoro reabre en Milán: arte, historia y mito en el sótano de la Maison FENDI |
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