Un artista sueña con la materia y va al fondo de las cosas". Conversación con Laura Patacchia


Un artista juega esencialmente: jugar significa un deseo de conocer a través de la experiencia directa, preservando el aspecto mágico, misterioso y secreto de las cosas. Y luego sueña con la materia y llega al fondo de las cosas. Así nos habla Laura Patacchia de su arte.

Laura Patacchia nació en Terni en 1974, asistió a la Academia de Bellas Artes Pietro Vannucci de Perugia, en 1999 se licenció en Pintura, también en 1999 asistió a la Cátedra de Pintura de la Academia de Bellas Artes de Bilbao siguiendo el curso de Ángel Bados. En 2001 participó en un taller en Bosnia dentro de la Bienal de Jóvenes Artistas de Europa y el Mediterráneo. Ha participado en varias exposiciones en Italia y en el extranjero. Su investigación se caracteriza por el uso de materiales como hilos, telas y vidrio que a menudo llenan todo el espacio expositivo. Una especie de “diseño espacial” que hace que su arte sea especialmente interesante. Laura Patacchia nos lo cuenta en esta conversación con Gabriele Landi.

Laura, le pido que empiece con una excavación de la memoria: a menudo los primeros “síntomas” de pertenencia al arte se manifiestan en la primera infancia. ¿Fue éste también su caso?

Al pensar en la infancia, mis pensamientos se dirigen inevitablemente al tiempo, a su paso, y a cómo esto me lleva a hacer las cosas que estoy desarrollando ahora. ¿Tal vez se trate del destino? La infancia es un “estar en el mundo”, nunca ha abandonado mi forma de sentir y percibir las cosas, todo se centra en el ojo y la mirada. El ojo como deseo de transformación en un espacio imaginativo, mirar y amar una imagen a través del encantamiento para buscar algo más allá de lo que se ve. Con los ojos de un niño, cualquier imagen es siempre una metáfora nueva, porque se nutre del misterio y de la magia. Me viene a la mente una frase de Hillman: "... debemos prestar especial atención a la infancia, para captar las primeras señales del daimonion en acción, captar sus intenciones y no bloquear su camino". Entonces puedo contarles una anécdota, una historia que me contaba mi madre. En los años 70, cuando era niño, la televisión era en blanco y negro, pero yo veía claramente todas las imágenes en color. Me ponía furiosa cuando alguien me hablaba de la ausencia de color, porque no entendía cómo era posible que los demás vieran las imágenes, y por tanto el mundo, de una forma tan anémica. Así que siempre miraba todo lo demás, de una manera imaginativa, quizá eso sea un código para mí.

¿Hubo algunas imágenes o situaciones que excitaran su imaginación más que otras?

Me intrigaba todo, cualquier cosa podía ser fuente de ensueño, todo era una evasión de la realidad. Todo el entorno en el que vivimos nos alimenta y estimula constantemente nuestra imaginación. En particular, me encantaba observar, escrutar, mirar fijamente a la gente (su ropa, su forma de moverse y de hablar...) para ahondar en su humanidad; al igual que a menudo miraba fijamente al cielo, me atraía la profundidad infinita del espacio, entendido como espacio físico y astronómico, la profundidad de la noche, en la que todo es misterioso y está oculto, tal vez incluso paralelo. Durante la noche y en la oscuridad tuve muchas visiones, que quizá fueron estimuladas inicialmente por los reflejos de la luz cuando los faros del coche iluminaban la carretera que pasaba, y la luz pasaba por los agujeros de la persiana bajada, un cristal, una lámpara de araña... Las formas luminosas se volvían provisionales, cambiantes, espaciales.

Laura Patacchia, Guantes de escritores (1997; alambre de cobre, bolígrafos Bic, medidas naturales)
Laura Patacchia, Guantes de escritor (1997; alambre de cobre, bolígrafos Bic, medidas naturales)
Laura Patacchia, Guantes de escritor (1997; bolígrafos bic, tela, hierro, medidas naturales). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Writers ’ Gloves (1997; bolígrafos bic, tela, hierro, medidas naturales). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Trasudazioni notturne (1997; tinta, sábana, colchoneta, 120x190 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Trasudazioni notturne (1997; tinta, sábana, colchón, 120x190 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, La città di Perla (2015-2016; hilo elástico, alambre de cobre, materiales mixtos, dimensiones espaciales). Spazio Ulisse, Chiusi. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, La città di Perla (2015-2016; hilo elástico, alambre de cobre, técnica mixta, dimensiones espaciales). Spazio Ulisse, Chiusi. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, La ciudad de Perla, detalle. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, La ciudad de Perla, detalle. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Mio adorato amore, detalle. Chiaveumbra, Iglesia de San Pietro al Pettine, Trevi, 2016.
Laura Patacchia, Mi amor adorado, detalle. Chiaveumbra, Iglesia de San Pietro al Pettine, Trevi, 2016.
Laura Patacchia, Mio adorato amore (cuerda de dragado de barco, escritura al carbón, materiales mixtos, dimensiones medioambientales). Chiaveumbra, Iglesia de San Pietro al Pettine, Trevi, 2016.
Laura Patacchia, Mio adorato amore (cuerda de dragado de barco, escritura al carbón, materiales mixtos, dimensiones ambientales). Chiaveumbra, Iglesia de San Pietro al Pettine, Trevi, 2016.

Lo que me cuentas en esta respuesta me recuerda a algo parecido que me ocurrió durante mi infancia y que, gracias a tus palabras, salió del “cajón” en el que lo había metido. Gaston Bachelard habla de rȇverie, creo que es un buen término para definir estos sucesos, quería preguntarte si ¿hoy sigues cultivando esta actitud?

Me alegro de haber evocado algo lejano Gabriel. Rȇverie es el pan de cada día, digamos que es la comida principal a través de la cual tomo el alimento vital, me encanta Bachelard, su pensamiento. Generalmente en el trabajo es así y en la vida también. No puedo ser diferente, pero a veces tengo la sensación de que fuerzas mayores me apartan de ello. Ya sabes, la actividad imaginativa exige una atención absoluta y la realidad en el tejido social nos obliga a prácticas vitales diferentes; por tanto, nos aleja del juego germinal, de nuestra verdadera naturaleza, de la imagen del corazón.

¡Eso es exactamente lo que es! Lo más difícil no es hacer las cosas, sino entrar en el espíritu adecuado para poder hacerlas, ¿estás de acuerdo?

Sí, estoy de acuerdo contigo, querida Gabriele, y el espíritu adecuado, para mí, es el “espíritu soñador”, incluso de adultos debemos seguir jugando con las cosas que pasan a través de nosotros. Porque jugar significa el deseo de conocer a través de la experiencia directa, significa existir, sentir y trabajar con el cuerpo, preservando el aspecto mágico, misterioso y secreto de las cosas. Un artista sueña con la materia, su materia, y llega al fondo de las cosas. Puede parecer una contradicción, pero creo firmemente en la centralidad del cuerpo como extensión hacia las cosas, el mundo es el cuerpo humano, “hasta donde se extiende mi presencia, allí se extiende mi cuerpo” (Galimberti). No es el “yo pienso” el que hace que las cosas se muevan sino el “yo siento”, y si somos capaces de escucharlo, nos guía hacia un mundo hecho de materia viva pero también de arquetipos lejanos, símbolos, mitos y magia. Es como caminar en una condición funambulesca y como dice Bachelard al respecto, “quien sueña demasiado pierde la mirada, quien dibuja fielmente lo que ve pierde los sueños de lo profundo”.

Yo partiría precisamente de esta consideración de Galimberti para pedirte que hablaras de la presencia de ciertas imágenes arquetípicas que se repiten en tu obra, como la de la casa por ejemplo, o últimamente la del velero...

Es cierto Gabriele, estas imágenes arquetípicas están a menudo presentes en la obra: la casa, el círculo, el velero, tienen el mismo contenido con formas diferentes. Todos son símbolos complejos del retorno a lo primordial, a la intimidad. Todo parte del “cuerpo” como idea de la primera morada, nuestro verdadero hogar es nuestro cuerpo, el cuerpo es el primer espacio habitado. El hogar es un refugio natural, la morada íntima, es la caverna misteriosa de nuestro ser más profundo. El hogar es un contenedor y un hueco, un entorno, una cavidad, una copa, un útero. El círculo es el refugio circular donde reside la imagen del útero, el círculo y su centro son el símbolo del acurrucamiento materno, en el centro encontramos el ombligo de la tierra (Jung). Bachelard también habla del acurrucamiento como “un ser oculto, un ser restituido a la profundidad de su misterio”. En algunas de mis obras, la circularidad proviene también de la necesidad de hacer ritual el gesto repetitivo y transformarlo en una especie de meditación purificadora, en referencia a la “tonsura” de los clérigos, para trabajar también sobre la culpa y la autoflagelación. Volviendo a la casa y al círculo: la morada acuática es también un refugio natural. El barco es una morada acuática, cuna de lo vivo y nos devuelve a la intimidad acuática, por lo que se relaciona con el refugio circular del retorno a la madre (al vientre de la tierra). El velero también se entiende como vientre digestivo, porque, al igual que la casa cueva, tiene la forma de la copa y del vaso, es por tanto una cavidad profunda; un contener y un contenido. Estos contenidos se persiguen mutuamente de forma circular y tántrica.

Laura Patacchia, aspettAmi-tessiture (1999; alfileres, tela, encaje, lienzo, 24 x 30, 20 x 25 cm). Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, aspettAmi-tessiture (1999; alfileres, tela, encaje, lienzo, 24 x 30, 20 x 25 cm). Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Body-house (2015-2023; dibujos, vidrio, técnica mixta, dimensiones variables). Casa 'Free Moccos' Deruta, 2015. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Body-house (2015-2023; dibujos, vidrio, técnica mixta, dimensiones variables). Casa de los mocasines libres Deruta, 2015. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Body-house (2015-2023; dibujos, vidrio, técnica mixta, dimensiones variables). Casa 'Free Moccos' Deruta, 2015. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Corpo-casa (2015-2023; dibujos, vidrio, técnica mixta, dimensiones variables). Casa de Free Moccos en Deruta, 2015. Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Studio la città di Perla (2015; lápiz, pastel al óleo, café, 35x50 cm). Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Estudio para La ciudad de Perla (2015; lápiz, pastel al óleo, café, 35x50 cm). Foto: Luca Trauzzola
Laura Patacchia, Altro che farfalle nello stomaco (2006; vídeo). Spillifera, Museo Arqueológico Giontella, Terni, 2023
Laura Patacchia, Otros que mariposas en el estómago (2006; vídeo). Spillifera, Museo Arqueológico Giontella, Terni, 2023.
Laura Patacchia, Lacrimosa (2016; terciopelo, alfileres, lienzo, 80x400 cm). Todi Puertas Abiertas, Todi, 2019. Foto: Auro y Celso Ceccobelli.
Laura Patacchia, Lacrimosa (2016; terciopelo, alfileres, lienzo, 80x400 cm). Todi puertas abiertas, Todi, 2019. Foto: Auro y Celso Ceccobelli
Laura Patacchia, Tonsura (2021; terciopelo, alfileres, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura (2021; terciopelo, alfileres, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura (2021; terciopelo, alfileres, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura (2021; terciopelo, alfileres, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura, detalle. Art 4, Futuro Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura, detalle. Art 4, Futuro Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura, detalle. Art 4, Futuro Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Tonsura, detalle. Art 4, Futuro Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, I will take it all on myself (2013; fotograma del vídeo)
Laura Patacchia, I will take it all on myself (2013; fotograma de vídeo).

Quería pedirte que hablaras más sobre el aspecto ritual que retorna en tu práctica laboral...

El ritual está en el gesto y en el tiempo. Sigo el ritmo cíclico del tiempo que juega dentro del lugar explorado. El material sobre el que trabajo es también un espacio/lugar por explorar, como lo son las salas que albergan una instalación. Intento situarme en una posición de recepción y escucha, tratando de seguir lo que susurran, sin forzar. Todo está ya sugerido y en una condición de “oración” la obra se manifiesta, hablo de oración como el espacio interior del ser y de seguir la repetición gestual donde las cosas cíclicamente nacen para terminar. Creo firmemente en la voz mística de las cosas, que aparecen o desaparecen para girar sobre sí mismas, en una ciclicidad temporal continua. Todo muere para renacer, esta es la ritualidad que persigo con mi obra. Quizá porque tengo miedo a la muerte y trato de exorcizarla lo mejor que puedo, en mi estar en el mundo en relación con la vida, necesito sentir que todo se transforma. Me gusta pensar en el trabajo como en la Luna, porque es ante todo una medida del tiempo y todo está ligado a las fases de la Luna, la naturaleza, la tierra, los seres vivos. Pero la Luna es también, al mismo tiempo, una medida del tiempo y una promesa explícita de eterno retorno, y con su continuo devenir cíclico exorciza el tiempo. Además, el simbolismo lunar da una visión bipolar del mundo porque su ritmo está marcado por una repetición temporal de continuo renacimiento y desaparición, su ritualidad viene dada por la continua sucesión de opuestos que se alternan: muerte y renovación, luz y oscuridad. Su aparición luminosa es una epifanía tranquilizadora, pero al mismo tiempo dramática porque va seguida inevitablemente de su desaparición, pero sólo vive de esta dualidad, en esto reside la ritualidad que persigo. “Es vivo e inagotable en sus regeneraciones” (Gilbert Durand). Aquí, pues, el tiempo se hace posible por la existencia de contrarios. ¿Cuál es el rostro de la luna cuando desaparece? ¿Esconderá unas enormes fauces dispuestas a devorar el mundo?

El símbolo para afirmarse en toda su verdad necesita estar vivo, ¿le interesa el aspecto esotérico?

No, al menos hasta ahora no lo creo, nunca he investigado este aspecto. Creo que todo vive de su Eco; pero ¿quién era Eco? Fue despedazada por los pastores por rechazar a Pan, sus miembros cantores se dispersaron en todas direcciones, así que Pan habló en estos trozos de eco que en momentos de espontaneidad presentan la conciencia que la naturaleza tiene de sí misma. El eco no tiene cuerpo, ni existencia propia. En la relación con Pan no era sino él mismo devuelto a sí mismo, una repercusión de la naturaleza reflejándose a sí misma (James Hillman, “Ensayo sobre Pan”).

Laura Patacchia, Eco y cacerola (2021; alfileres, terciopelo, tela, pelo, lienzo, 50x70 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Eco y Pan (2021; alfileres, terciopelo, tela, pelo, lienzo, 50x70 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Eco y cacerola (2021; alfileres, terciopelo, tela, pelo, lienzo, 50x70 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Eco y cacerola (2021; alfileres, terciopelo, tela, pelo, lienzo, 50x70 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Veliero (2021; sSpilli, terciopelo, 160x150 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Veliero (2021; sSpilli, terciopelo, 160x150 cm). Art 4 Future Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, La faccia invisibile della luna (alfileres, terciopelo, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, La cara invisible de la Luna (alfileres, terciopelo, 160x150 cm). Art 4 Future, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023. Foto: Zouhair Bellahmar
Laura Patacchia, Veliero (papel rosaspina, pastel al óleo). Una, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023
Laura Patacchia, Veliero (papel rosaspina, pastel al óleo). Una, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023
Laura Patacchia, Veliero (papel Rosaspina, pastel al óleo, 50x80 cm). Una, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023
Laura Patacchia, Veliero (papel rosaspina, pastel al óleo, 50x80 cm). Una, Palazzo Lucarini Contemporary, Trevi, 2023

Hablemos de la obra. Lo primero que me gustaría preguntarle es qué importancia tiene el dibujo y qué papel desempeña en su práctica laboral.

El dibujo es pensamiento, calma mi ansiedad, actúa como un espejo. Sin el dibujo mi trabajo no podría existir, es una práctica para mí, de hecho, cuando retomo un discurso o emprendo una nueva investigación voy directamente a mi diario, ahí es donde empieza todo, escribo en él, dibujo y tomo notas de libro. Necesito trabajar la impermanencia del papel, utilizar varios tamaños, esbozo una idea, pego, rompo y vuelvo a pegar, nunca tiro nada; también me encantan las superficies muy grandes porque las siento como espacio. Para cada obra que creo hay una serie de estudios sobre papel, pero no siempre me detengo en el estudio analítico, a menudo el dibujo sigue evolucionando y cobra vida propia a partir del proyecto inicial. Cada signo tiene su propio eco y al volver sobre sí mismo siempre se convierte en “otro”, en estas nuevas obras la vibración parte del interior del papel, viven desde dentro, y anidan allí; el estudio analítico, en cambio, es un viaje del pensamiento sobre la superficie del papel.

Aquí hay un punto sobre el que me gustaría que dijera algo más, ¿esta idea de la vibración que parte del interior del material, “viven desde dentro, y anidan allí” es cierta no sólo para el papel sino también para el terciopelo, los capullos de hilo elástico o el vidrio, en definitiva para todos los materiales que utiliza?

Sí, también es cierto para otros materiales. Al trabajar hacemos muchas cosas, somos los creadores de uniones y separaciones, pero al final es el material el que decide. No se puede forzar, no tiene sentido, cuando esto ocurre estamos ante una cuestión puramente formal, y se nota. Cuando el gesto adecuado se encuentra con el material adecuado surge una vibración interna, quizás estas generen un núcleo vital que mantiene siempre viva esa obra. En el hacer, en el gesto, hay pensamiento, cuerpo, ojo y espíritu, errores y contratiempos en el camino que nos dan una visión lateral de las cosas, y son precisamente estos sucesos involuntarios los que generan vibraciones, al estar fuera de nuestro control viven de la pura materia. Muchas de mis obras, terciopelos, cristales, cables, sólo han sido atravesadas por señales y se han quedado en fríos estudios analíticos. Otras, sin embargo, son reales, vibran, como las palabras verdaderas o falsas. Creo que es un proceso de trabajo. Cuando se emprende un camino de investigación, se abren infinitos caminos y posibilidades de desarrollo, se hacen muchos intentos, pero los verdaderos se reconocen, vibran porque están vivos, y sobreviven al tiempo; es más, cuanto más tiempo depositan un recuerdo, más fuerza cobran. A veces tendemos a repetir una obra bien resuelta, pero al final suena a hueco.


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